tag:blogger.com,1999:blog-10032395797372717952024-02-29T07:48:58.897+01:00 Blog del escritor Blas Ruiz GrauBlas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.comBlogger104125tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-47452978170398035032018-09-05T15:30:00.004+02:002018-09-06T11:24:29.960+02:00Relato regalo por 10.000 seguidores en Twitter<style type="text/css">
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<span style="color: black;">Nota del autor:</span></div>
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<span style="color: black;">Este relato nace como un regalo mío hacia vosotros por llegar a 10.000 seguidores en la red social Twitter. Se me ocurrió hacerlo tal y como surgió mi novela Kryptos: vosotros me mandabais un inicio de relato y yo tendría que continuar con el que resultara ganador. Ganador, por cierto, que vosotros mismos elegisteis. La ganadora no fue otra que @Lapijortera (nick de Twitter), con un inicio asombroso y que daba para mucho. Lo cierto es que ganó ella, pero había tal calidad que podríais haber sido cualquiera de vosotros. Ante eso me descubro y sólo puedo daros las gracias. Ahora, el texto que vais a leer, contiene el inicio del relato (en color rojo) que es obra de @Lapijortera, y a partir de ahí, yo lo he continuado. Si os gusta, me encantaría que me lo contarais. Si no, de igual modo hacedlo, siempre viene bien aprender.</span></div>
<div class="p1">
<span style="color: black;">Gracias por todo, criminales.</span></div>
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<span style="color: black;">Blas Ruiz Grau (@BlasRuizGrau)</span></div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCAYwVEjgn_aL2qeYFNdQCGs6LB_jXxTNxwXXgr_GCxWnOU5l34cMlnoT2Ufvh8U8oThC48uGQ4yzPGnnHsgWU5UvDtT7bhRJNctmp1AW7ryB3xoxygoHHAZHgpa0WIysW_V24rTCn0GAc/s1600/PortadaSaintPetershills.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1600" data-original-width="1036" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgCAYwVEjgn_aL2qeYFNdQCGs6LB_jXxTNxwXXgr_GCxWnOU5l34cMlnoT2Ufvh8U8oThC48uGQ4yzPGnnHsgWU5UvDtT7bhRJNctmp1AW7ryB3xoxygoHHAZHgpa0WIysW_V24rTCn0GAc/s320/PortadaSaintPetershills.png" width="207" /></a></div>
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<span style="color: black;"><br /></span></div>
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</style>
<br />
<div class="p1">
<span style="color: red;">No tenía ni idea de cómo había llegado hasta allí.</span></div>
<div class="p1">
<span style="color: red;">Estaba descalza y sus pies parecían limpios, así que supuso que no había sido caminando, pero tampoco veía su coche por los alrededores. Sólo árboles. Cientos de árboles. Y oscuridad.</span></div>
<div class="p2">
Esa maldita oscuridad era la que hacía que su corazón bombeara a un ritmo mayor de lo habitual. Ni siquiera no saber por qué coño estaba ahí, en medio de la nada, superaba esa sensación de ahogo de no ver dos metros más allá de sus ojos. Trató, en vano, de apartar esos pensamientos y reorganizar sus ideas para intentar entender qué hacía allí. ¿Quién la había dejado en no sabía dónde? Aunque, quizá, la pregunta que imperaba por encima de todas era: ¿por qué?</div>
<div class="p2">
Miles de conjeturas comenzaron a agolparse en su cerebro. No sabía qué hora sería, pero sabía perfectamente quién era y cómo había sido su vida hasta al menos, unas cuantas horas atrás. Esperaba que no más, pero estas horas perdidas en su mente eran, precisamente, las que más interrogantes le planteaban. Lo peor era que, por mucho que lo intentara, aquello era una laguna total.</div>
<div class="p2">
¿Qué podía hacer ahora?</div>
<div class="p2">
Quizá lo más lógico era andar, tratar de salir de aquella maraña de árboles, pero, ¿y si por el contrario acababa perdiéndose más?</div>
<div class="p2">
Recordó aquella frase que no paraba de repetirle su abuelo —aquél que hizo de padre mientras el otro hijo de puta se iba con su otra familia a darles de todo—: «la vida está hecha para los valientes»; por lo que decidió comenzar a dar pasos hacia adelante. Lo hacía despacio, asegurando cada pisada pues no sabía ni lo que podría encontrarse en el suelo. Puede que estuviera en Saint Peter’s Hills, esas colinitas que se veían preciosas desde la ventana del salón de su casa, pero que ahora se mostraban amenazantes frente a ella. Quizá era demasiado suponer, pero no estaban demasiado lejos de su último recuerdo lúcido —en el que se veía arreglándose en casa para salir a cenar con Marshall, su marido, para celebrar el cumpleaños de ella, que era al día siguiente—. ¿Todo había sucedido durante la cena? ¿Realmente había llegado al restaurante donde le esperaba Marshall? ¿Qué habría sido de sus dos hijos?</div>
<div class="p2">
Hasta donde ella sabía, la hija de los Rodríguez, esos inmigrantes españoles venidos a más gracias a la explosión de la burbuja financiera, tendría que estar cuidándolos. O no. La idea de que a ellos también les hubiera pasado algo hacía que sintiera una fuerte presión en la zona del pecho.</div>
<div class="p2">
Trató de serenarse, lo importante era salir de ese horrible lugar. No supo si era fruto de la paranoia, pero detuvo sus pasos ante el crujir de ramas secas quebrándose. A pesar de que no veía nada, cerró los ojos, como si estuviera implorando a un Dios en el que nunca creyó para que no le pasara nada. Durante el tiempo que estuvo quieta, sin mover ni un músculo de su cuerpo, no escuchó nada, así que decidió volver a andar. Llevaba las manos por delante, para tratar de no chocar con nada de frente. Cuando palpaba un árbol de cara, giraba sin llevar un sentido lógico hacia izquierda o derecha, según su propio instinto le dijera que tenía que hacerlo. ¿Podría fiarse de él?</div>
<div class="p2">
Siguió avanzando sin haberse parado a pensar que estaba haciéndolo con un vestido incomodísimo para ese menester. Era el escogido para la cena, no porque quisiera seducir a su marido con algo tan espectacular y corto como lo que llevaba, era que, en su día a día, la doctora Sarah Scott siempre lo hacía así. Llevaba sus cuarenta y tres con la cabeza bien alta, nadie le había regalado nada, nunca, por eso no dudaba en mostrarse orgullosa frente a todo lo conseguido. Tanto en su aspecto exterior como en otros términos profesionales.</div>
<div class="p2">
Sí, era una cirujana plástica mundialmente conocida y la gente se daba de tortas para conseguir una cita con ella. Esto le había traído una vida de lujos que incluían una casa de más de cuatrocientos metros cuadrados en el mejor residencial de toda la ciudad, varios coches de aspecto impecable y todo lo que pudiera desear cualquier persona de a pie. Incluido un marido que la amaba y dos hijos que, con sus cosas habituales de niños pequeños, eran todo lo que una madre podría querer.</div>
<div class="p2">
Aunque ahora, nada de eso importaba. No sabía dónde estaba, cómo había llegado hasta allí o qué iba a hacer a partir de ahora.</div>
<div class="p2">
Se paró de nuevo en seco. El ruido de ramas y hojas secas pisadas ahora era más evidente. Algo o alguien no andaba demasiado lejos de ella.</div>
<div class="p2">
Intentó, en vano, controlar su respiración para hacer el menor ruido posible, pero el entrar y salir del aire delataban con claridad su posición. Si acaso hubiera logrado apaciguar esto, estaba su corazón que bombeaba sangre y retumbaba en su caja torácica de una manera bestial.</div>
<div class="p2">
No sabía qué hacer. Echar a correr podría ser un suicidio porque podría acabar de mil maneras y ninguna de ellas buena. Andar con cautela, más de lo mismo, pues se convertiría en presa fácil para lo que fuera que hubiera cerca de ella. Optó por quedarse quieta. O quizá no optó, ya que sus piernas no se movían del sitio.</div>
<div class="p2">
Volvió a valorar sus opciones. Mientras lo hacía, no supo si de verdad lo escuchó o no, pero le pareció oír el sonido que emitía un iPhone cuando terminaba de grabar un vídeo. Eso la puso más nerviosa, porque descartaba que las pisadas fueran de un animal. Notaba como las palmas de la mano le sudaban. También la espalda. De pronto, comenzó a escuchar de nuevo esos pasos pero, al contrario de lo que esperaba, parecían alejarse.</div>
<div class="p2">
¿Aquello estaba sucediendo en verdad?</div>
<div class="p2">
No le dio tiempo a responderse a sí misma porque el sonido volvió a cambiar de dirección y velocidad. Ese alguien corría hacia ella.</div>
<div class="p2">
Sin pensarlo, ella respondió también con una carrera. Dio gracias de nuevo a quien fuera que estuviera ahí arriba por haber permitido que sus piernas se movieran. Durante la carrera también tuvo suerte de no estamparse con un tronco de árbol de cara, no supo como, pero podía esquivarlos como si los estuviera viendo, cosa que no pasaba. Lo que sí sintió fue varios latigazos de ramas que la golpearon sobre varias zonas de su cuerpo. No le importaba, sólo quería salir con vida de ese laberinto.</div>
<div class="p2">
Lo siguiente que pasó no lo supo calificar como buena o mala suerte. Sus dudas comenzaron cuando cayó rodando por una especie de barranco, no demasiado alto, eso sí, pero que hizo que su cuerpo se llenara de múltiples magulladuras. Eso podría considerarse mala suerte. Lo que entendía como buena fue que parecía que, quien fuera que la estuviera persiguiendo, se había detenido en seco antes de caer. Esto implicaba que le sacaba una ventaja. Por otro lado, cuando consiguió levantarse del suelo y limpiar las piedrecitas que habían quedado adheridas a su cuerpo, en parte clavadas, en parte pegadas a la sangre que manaban sus heridas, comprobó que estaba al lado de la carretera que daba acceso a la ciudad y, por consiguiente, su propio residencial.</div>
<div class="p2">
Le costaba horrores, le dolían mucho las piernas tras el trastabillazo, pero comenzó a andar con cierta ligereza hacia la civilización. Seguía sin entender cómo había acabado ahí, pero al menos lograría poner su vida a buen recaudo. Ya habría tiempo de conocer detalles.</div>
<div class="p2">
El tramo que la separaba de su residencial no era demasiado grande, pero tal y como llevaba el cuerpo, le supuso un gran esfuerzo llegar hasta él. No dejaba de mirar atrás, por si veía a la persona que la estaba persiguiendo hacía unos momentos, pero no veía a nadie. Peor aún, ni siquiera pasaba un mísero coche por la carretera. Esto le indicaba que no debían de ser unas horas demasiado normales, pues la carretera no es que fuera una autopista en cuanto a tránsito, pero más o menos sí tenía un volumen normal de coches pasando. Si no había ninguno, es que debía de haber entrado bien la madrugada. Cuando llegó a su residencial, la cosa no cambió demasiado. Ni un alma por la calle. Quizá fuera lo normal si era tan tarde. Renqueante, llegó hasta su portal.</div>
<div class="p2">
El corazón casi se le paró cuando vio que había una gran mancha de sangre que asomaba por debajo de la puerta.</div>
<div class="p2">
Nerviosa, sin saber qué hacer, sin saber si la estaban persiguiendo para acabar con su vida o, quizá, para algo peor, comenzó a mirar para un lado y para otro. No se le ocurrió otra cosa que comenzar a tocar el timbre como una loca. Daba golpes en la puerta con los puños, patadas, gritaba como si no hubiera un mañana, pero nada. Ni tenía respuesta de su casa ni, lo que era peor, ningún vecino salía a asomarse por la ventana para ver qué estaba sucediendo.</div>
<div class="p2">
Sarah, a punto de perder del todo la cabeza, no podía entender nada. ¿Dónde estaba todo el mundo? ¿Qué había pasado?</div>
<div class="p2">
Se olvidó de sus dolores y comenzó a correr a casa de los Brady. Era la más cercana a la suya propia. Su relación con ellos era normal, tirando a cordial. Algo que ella se obligaba a hacer pues no soportaba a la señora Brady, esa sumisa en manos de su marido que no era capaz ni de decidir qué ropa se ponía sin la aprobación de éste. Llegó hasta su portal e hizo lo mismo que en su casa: comenzó a tocar el timbre desconsoladamente, a dar patadas, puñetazos, hasta empujones a la puerta. Pero ni obtuvo respuesta ni consiguió abrirla.</div>
<div class="p2">
<i>Malditas puertas de seguridad</i>, pensó.</div>
<div class="p2">
Trató de recomponerse. Así no iba a conseguir nada, aunque todavía no sabía ni lo que quería conseguir. Se giró sobre sí misma y vio que en su casa, en uno de los laterales, había una ventana medio abierta. Ni lo pensó. Corrió a toda velocidad.</div>
<div class="p2">
Treparla fue otro cantar. El dolor había vuelto a aparecer y cada paso dado era como si le clavaran cientos de cristales sobre pies y piernas. A pesar de esto, consiguió entrar por la ventana. Caminaba con sus emociones divididas. Por un lado, querer saber qué había pasado. Por otro, el miedo a que esa verdad fuera aterradora.</div>
<div class="p2">
Llegó hasta la parte en la que, supuestamente, estaba el gran charco de sangre.</div>
<div class="p2">
Efectivamente, ahí estaba, pero la cosa no quedaba ahí. Partiendo de él y, hacia las escaleras, había algo muy parecido a unos dedos que se habían arrastrado por el suelo y habían dejado un camino de diez carriles sanguinolentos. La imagen era un verdadero espanto. Intentó encender las luces, quería poder verlo todo con claridad, pero no funcionaban. Puede que alguien las hubiera cortado.</div>
<div class="p2">
Optó por subir las escaleras. Lo hizo con las piernas temblorosas, no sin antes haber accedido a la cocina y haber tomado un cuchillo de grandes dimensiones con ella. Llegado el momento de tener que utilizarlo, no tenía tan claro que pudiera, pero a pesar de ello lo llevaba. Quizá más por intimidar que otra cosa. Tenía mucho miedo de qué podría encontrar allí. La muerte de su marido le dolería mucho, muchísimo, un dolor indescriptible, pero nada comparado con saber que a sus hijos les había pasado algo. Esto sí la mataría de manera fulminante. Aun así, necesitaba saber, por lo que no se detuvo.</div>
<div class="p2">
Al llegar arriba, comenzó a andar tratando de hacer el menor ruido posible. Otra vez no sentía el dolor. Ella lo atribuyó a la segregación de adrenalina. Sus niveles tendrían que ser demenciales en esos momentos.</div>
<div class="p2">
Siguió caminando. Miró en su habitación primero. No había nadie. Lo único digno de remarcar, era que la cama estaba deshecha. Hasta donde ella alcanzaba a recordar, ese no era su estado cuando ella se estaba arreglando. Por lo demás, todo parecía en orden. Llegaba el momento. No sabía si estaba preparada o no, pero tenía que hacerlo.</div>
<div class="p2">
Con paso decidió salió de su habitación y fue directa a la de los niños. Entró como una autómata, desprovista de sentimientos de manera involuntaria, como en un estado de shock preventivo por lo que pudiera encontrar allí adentro.</div>
<div class="p2">
Pero no había nada fuera de la habitual. Eso sí, las camas también estaban deshechas y con signos de haber sido usadas. Como si alguien los hubiera sacado de ahí sin previo aviso. Sin más.</div>
<div class="p2">
¿Dónde estaban?</div>
<div class="p2">
¿Qué estaba pasando?</div>
<div class="p2">
Imbuida en esas preguntas, escuchó cómo alguien intentaba abrir la puerta principal del domicilio. Alerta, corrió hacia las escaleras y se agachó frente a la barandilla que había en la parte superior, al lado de éstas. Desde ahí veía casi de pleno la entrada del hogar, por lo que podía observar quién intentaba entrar. La persona actuaba de una manera bastante torpe con el pomo. Lo demostraba el ruido de unas llaves que no dejaban de moverse en el intento de meterse dentro de la cerradura. Cuando por fin lo logró, Sarah sólo tuvo que esperar unos segundos para ver la imagen más rara y a la vez espantosa que hubo visto jamás.</div>
<div class="p2">
Un hombre corpulento, vestido con un peto infantil caminaba lento, mirando hacia todos lados. Supo que era un hombre por la rudeza de sus brazos, que mostraban el antebrazo desnudo. Lo que más impactaba de la imagen era que llevaba una máscara de payaso colocada sobre la cara. Era completa, de las que tapan hasta la nuca del que se la pone. Esto le impedía ver ningún rasgo de ese jodido loco. Y sí, sabía que no debía de estar en sus cabales porque portaba en la mano derecha un gran cuchillo empapado en un líquido que no podía ser otra cosa que sangre.</div>
<div class="p2">
Dio unos pasos hacia atrás a la vez que se incorporaba. Si aquél tipo era un psicópata, se disponía a subir por las escaleras, por lo que esa vía de huída quedaba descartada. Pensó todo lo rápido que la situación le permitía. Recordó el gran árbol que había cerca de la ventana de sus hijos y lo consideró su única opción de supervivencia. Corrió todo lo que pudo, sin mirar atrás. Desconocía si el maníaco subía lento o rápido, esto no importaba. Ella tenía que ser veloz. Guardó el cuchillo grande detrás, en su espalda, por dentro de las bragas y, saliendo por la ventana, se preguntó si no sería la misma persona que la observaba en Saint Peter’s Hills. Seguro que sí.</div>
<div class="p2">
Esto no hacía sino que se planteara nuevas cuestiones. ¿Él le habría hecho algo a su familia? ¿Y a sus vecinos? ¿Por qué a ella no la había matado y la había llevado hasta ese recóndito lugar? ¿Ella sería la última en morir?</div>
<div class="p2">
Desechó todos esos pensamientos. Tenía que saltar hacia el árbol y su margen de maniobra era ínfimo. Ahora, de pronto, sí creía en Dios. Aprovechó para pedirle algo de fortuna y saltó con todas sus fuerzas hacia una rama de considerables dimensiones. No contó con que, al tratar de agarrarse, la corteza de la rama estuviera resbaladiza y no se pudiera aferrar a ella.</div>
<div class="p2">
El resultado fue un tremendo golpe en la cabeza al caer al suelo. Dio gracias a no haberse clavado el cuchillo, que seguía en su sitio.</div>
<div class="p2">
Muy conmocionada, se levantó. No había tiempo para lamentarse. No sabía qué iba a hacer a continuación, pero desde luego quedarse ahí quieta no.</div>
<div class="p2">
Salió de la parte trasera de la casa, donde estaba el árbol y se dirigió hacia la delantera. La cabeza le dolía horrores por el golpe y el mareo era más que evidente. Esto quedaba demostrado con sus pasos, que iban tambaleándose de izquierda a derecha con mucha dificultad. La visión también la tenía algo borrosa. Nada de esto le importaba. Lo único que quería era vivir y encontrar a su familia.</div>
<div class="p2">
Salió a la calle. Miró a un lado y a otro. Esa calma la estaba matando. No entendía dónde estaba todo el mundo. Escuchó una respiración fuerte detrás de ella.</div>
<div class="p2">
Cuando se giró, ahí lo tenía, cara a cara. Era ese psicópata.</div>
<div class="p2">
Su primera reacción fue la de quedarse quieta.</div>
<div class="p2">
Él tampoco se movía.</div>
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Ella dio dos pasos atrás.</div>
<div class="p2">
Él no se movió.</div>
<div class="p2">
Ella decidió hacer de nuevo suyo el dicho de su abuelo, así que echó la mano hacia atrás y, de un modo bastante torpe, sacó el cuchillo que tenía guardado bajo la ropa interior, en su espalda.</div>
<div class="p2">
Él dio un paso adelante mientras metía la mano en el bolsillo y sacaba algo.</div>
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Ella no pudo ver qué, pero estaba decidida a dar el todo por el todo y atacarlo, el problema es que no era capaz ni de controlar bien los movimientos de sus brazos por el mareo que llevaba.</div>
<div class="p2">
Un grito inesperado hizo que su desconcierto creciera todavía más. Un grupo de gente salió de no supo muy bien dónde y comenzaron a gritar. Su instinto actuó por ella y, motivada por no saber qué estaba sucediendo y la impresión del susto, se abalanzó sobre el psicópata y lo acuchilló justo en el corazón. No fue premeditado que fuera tan certera esa puñalada, pero así fue. El cuchillo se hundió con más facilidad de la que ella esperaba. Esto hasta contradijo a su experiencia como cirujana plástica.</div>
<div class="p2">
El psicópata cayó.</div>
<div class="p2">
Ella encima de él. Como pudo, se separó aterrada, sacando también, de manera instintiva, el cuchillo de donde lo había clavado. Estaba aturdida, apenas veía nada a su alrededor, pero sí vio que la caja torácica de él dejó de moverse al tiempo que un gran charco de sangre se formaba bajo él. Estaba muerto. La mano del psicópata dejó caer algo al suelo. Era un papel blanco, inmaculado, doblado varias veces.</div>
<div class="p2">
Ella dudó de si tomarlo. Lo hizo y trató de levantarse. Con el devenir de los acontecimientos, había olvidado a la turba que la había asustado, haciendo que actuara de un modo tan impulsivo. De todos modos, sus ojos no le dejaban ver bien quiénes eran ni qué querían. Dio unos pasos atrás, alerta por el más que posible peligro que podría correr.</div>
<div class="p2">
Su visión comenzó a aclararse, la conmoción por el golpe empezaba a desaparecer y, casi de forma inmediata, pudo ver las caras de quienes ahora la miraban con un gesto de horror. Eran sus vecinos.</div>
<div class="p2">
Entre ellos, pudo distinguir a la señora Brady, que tenía amarrados a sus dos hijos, que tenían cara de no entender nada.</div>
<div class="p2">
Entonces, ella lo hizo.</div>
<div class="p2">
Miró el cadáver que reposaba en el suelo y después la nota. Su respiración empezaba a entrecortarse. La abrió y la leyó.</div>
<div class="p3">
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<div class="p2">
«Cariño, ¡feliz cumpleaños!</div>
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¿Recuerdas esa conversación que tuvimos sobre qué regalar a una mujer que ya lo tenía todo?</div>
<div class="p2">
Te prometí que lo haría.</div>
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<div class="p2">
¡Una experiencia de terror!</div>
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<br /></div>
<div class="p2">
No me odies porque haya convencido a tus anestesistas para que me ayudaran, ya te contarán cómo.</div>
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<div class="p2">
Nuestros vecinos han colaborado. Son gente genial, muy simpáticos todos.</div>
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<div class="p2">
Espero que lo hayas pasado de miedo…. BUUUUUUUUHHH</div>
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<div class="p2">
Te quiere: Marshall, tu psicópata enamorado»</div>
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<br /></div>
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Rápido se agachó y le quitó la máscara al falso payaso. Se levantó rápido y dio dos pasos atrás, sin dejar de mirar el cadáver de su marido. Una lágrima descendió sobre su rostro. Fueron dos cosas las que vio justo antes de rebanarse ella misma el cuello, delante de todos: al señor Brady corriendo como un poseso hacia ella y Saint Peter’s Hills, donde comenzó ese regalo tan especial.</div>
<br />Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-71794256194245645672017-08-25T18:43:00.003+02:002017-08-25T18:43:39.467+02:00Un último empujónQueridísimos míos:<br />
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Pocas veces veréis una entrada como ésta, pero es que no me queda otra que hacerla. El motivo no es otro que el concurso de Amazon entra en su recta final. No sé exactamente cuándo acaba, no os voy a mentir, porque no tengo claro si es hasta el 31 de agosto o el 15 de septiembre, cuando se anuncian los finalistas. Lo que sí sé es que ya queda nada y os necesito. Ahora sí. Más que nunca.<br />
<br />
Lo cierto es que, cuando el concurso comenzó no albergaba esperanza alguna de poder ganarlo. Ni siquiera de quedar entre los finalistas, pero las ventas de 'Siete días de marzo', las críticas recibidas y la repercusión que ha tenido ha sido tan APABULLANTE, que ya no sé qué pensar. Sigo sin creer en una posible victoria pero, ¿y quedar entre los cinco primeros?<br />
<br />
Eso sería algo grandioso.<br />
<br />
Sea como sea, te necesito para ello.<br />
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No quería decirlo tal cual lo voy a hacer, pero supongo que es lícito hacerlo así. Y es que nunca suelo pedir nada. No, no nos engañemos, he sacado novelas que he acabado regalando a todo el que no podía o no quería pagarla en menos de un mes. Pero ahora no puedo hacerlo, ahora necesito que por una vez invirtáis en mí. A cambio os prometo varias horas de entretenimiento, eso seguro. Yo he estado dos años enteros documentándome, escribiendo, sufriendo, llorando, riendo, soñando... todo con ella, por lo que unas horas entretenido os garantizo. Y no solo eso. Puede que hasta os guste. Muchos hablan de que es mi mejor novela. Yo no lo sé. Lo que sí está claro es que con la que más he trabajado (hasta lo nuevo que vendrá) y eso para mí ya es muchísimo.<br />
<br />
En fin. Que os pido que la compréis. En digital son apenas 3€, en papel, 15€. Pero vamos, que eso dependerá del gusto que tengáis a la hora de leer, cuestión de gustos en los formatos.<br />
<br />
¿No podéis comprarla o ya la tenéis?<br />
<br />
Os pido encarecidamente que compartáis esto. Sea del modo que sea. Cualquiera de vuestras redes, en el boca a boca, como sea. Imaginad que gracias a eso me alzo con la victoria y cumplo un sueño. Supongo que no puedo explicar con palabras lo que ello supondría, pero imaginad si fuerais vosotros los que andáis detrás de conseguir algo así. ¿Lo daríais todo o no?<br />
<br />
Pues eso.<br />
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Sois mi último cartucho. Dadle mucha caña por donde sea. Es una semana en la que quiero llegar a todo el mundo. Y en la que si no llego a ganar el concurso, que sea porque no lo merezco, pero no porque no he dado el todo por el todo.<br />
<br />
Aquí tenéis los enlaces, tanto en digital como en papel.<br />
<br />
A los amigos de latinoamérica, EEUU o cualquier otro país (o continente), sabed que los enlaces no os valdrán, pero simplemente tenéis que entrar en el Amazon de vuestro país y buscar mi nombre. Aparecerá.<br />
<br />
No os pido más. Sólo que me ayudéis, que intentemos llegar a todo el mundo. ¿Lo conseguiremos? Estoy seguro que con vuestra ayuda SÍ.<br />
<br />
GRACIAS.<br />
<br />
Enlaces:<br />
<br />
En digital:<br />
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<br />
En papel:<br />
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<br />
Y recordad, si ya la habéis leído, la forma de contribuir es compartiendo y, cómo no, dejando una opinión en Amazon en la cual animéis (o no, según os haya parecido) a otros a comprarla. Cualquier tipo de ayuda es válida.<br />
<br />
Mil abrazos.<br />
<br />Os dejo también la sinopsis, ¡¡para animaros!!<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3pjwo6XmdWtx15mvyL1g2wzxLEvmuM9Xsjtw2M1xAtVU7Y-Q27pp2-a4fv56NqG-JVY1gb7NbqRCQD6K8kfH8mNE93AkAM1JDbOTJJXgjcari-Fh3tuDvhFu9Z2sz8Nu72Cwn7wKKk_QJ/s1600/PORTADA+7dias+AMAZON+FINAL.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1117" data-original-width="1600" height="223" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3pjwo6XmdWtx15mvyL1g2wzxLEvmuM9Xsjtw2M1xAtVU7Y-Q27pp2-a4fv56NqG-JVY1gb7NbqRCQD6K8kfH8mNE93AkAM1JDbOTJJXgjcari-Fh3tuDvhFu9Z2sz8Nu72Cwn7wKKk_QJ/s320/PORTADA+7dias+AMAZON+FINAL.jpg" width="320" /></a></div>
<br />Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-29314863443157860422017-08-08T11:44:00.000+02:002017-08-08T11:44:23.335+02:00De escritor veleta a escritor veleta algo más organizado.<br />
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;">A las buenas, querido lector.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;">Siempre he sido un escritor "veleta" a la hora de crear una novela. He intentado ser organizado, de verdad, pero no puedo, no me sale. Siento que lo que creo así es artificial, demasiado premeditado y nada sorpresivo. Ojo que no puedo criticar a quien así escribe. Conozco casos de escritores a los que nunca me podré acercar a su talón y lo hacen de esta manera, pero yo no puedo. Necesito dejarme llevar. Ver hacia dónde va la historia para, en un momento dado, meter un giro de 180 y mandarlo todo a tomar viento.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;"><br /></span></div>
<span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;"><div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;">Creo que es algo positivo en mi escritura.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;"><br /></span></div>
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;"><div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;">Ahora bien, llega un momento en el que las cosas se enredan, que quiero dotar a la novela de un mayor número de personajes y me niego que su paso sea sin pena ni gloria. Está claro que no es recomendable meter cientos de tramas, sobre todo si muchas de ellas carecen de sentido, pero sí es verdad que hay veces que la personalidad con la que has dotado a tus creaciones te piden algo de interacción entre ellos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;"><br /></span></div>
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;"><div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;">Y si ya nos centramos en una investigación por homicidio en la que intervienen más manos de las que creemos (no, no existe el super inspector capaz de hacerlo todo él solo. NO), todo se complica más.</span></div>
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;"><div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;">Es por eso que he tenido que decidirme por emplear un método de organización. No por ello quiere decir que lo vaya a tener todo planificado, pero sí veo que necesito separar las tramas por personaje (eso incluye sus acciones, su hecho y por hacer) y sus interacciones entre ellos. Más que nada por no dejarme nada en el tintero. Todo está en mi cabeza, y aunque lo pase al papel sé que seguirá estando, no me va a ayudar a liberar algo de espacio, pero al menos entiendo que así no me dejaré nada. Intentaré que el lector no se quede con la sensación de que parezca que falte algo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;"><br /></span></div>
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;"><div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;">La idea la tomé de una serie de televisión (que os recomiendo si queréis echar alguna risa y de paso ver cómo funciona la cruda realidad de una empresa: Silicon Valley. El método se llama SCRUM y consiste en crear tres apartados (Por hacer, en curso y hecho). En el primero se agregan post it de todo lo que pase por tu cabeza, de cada idea que quieres que aparezca en el texto y que en algún momento debes meter. Siempre irás revisando esa "pizarra" (en mi caso, primero la cree de forma real, ahora lo he hecho virtual con Scapple) y verás lo que tienes que poner en algún momento. Cuando llegue la hora de utilizar ese recurso, la sacas de ahí y la parte de "por hacer" irá menguando.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhSd58TYgA6VJnqIi1BfwBNMdyJhdqvsqWfoOZh_Spz0Qwhf3jnpZ3YkIVqvYm5zkRbLBfU_mtTAdtj9dN76TTiuORvZ8_W08fUxI3IJbIf3hNKDhd1NBRqrB6VPbfi4ryQ25Mvo-KZ4v_K/s1600/1366_2000.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="432" data-original-width="650" height="212" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhSd58TYgA6VJnqIi1BfwBNMdyJhdqvsqWfoOZh_Spz0Qwhf3jnpZ3YkIVqvYm5zkRbLBfU_mtTAdtj9dN76TTiuORvZ8_W08fUxI3IJbIf3hNKDhd1NBRqrB6VPbfi4ryQ25Mvo-KZ4v_K/s320/1366_2000.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;"><br /></span></div>
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;"><div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;">Eso también sirve para saber qué has hecho ya y qué no.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;"><br /></span></div>
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;"><div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;">No sé si resultará, pero desde que lo estoy empleando estoy algo más tranquilo porque pienso que no se me va a quedar nada en el tintero.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;"><br /></span></div>
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;"><div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;">Y es que en lo que estoy ahora, hay 21 personajes activos (de momento), imagina lo que cuesta saber si quién le dijo qué a fulano o si mengano ha hecho no se qué con quien sea.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;"><br /></span></div>
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;"><div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;">Siento la chapa, pero este es mi blog, ¿no? ;D</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;"><br /></span></div>
</span><span style="background-color: white; color: #1d2129; font-family: "San Francisco", -apple-system, system-ui, ".SFNSText-Regular", sans-serif; font-size: 14px; letter-spacing: -0.24px;"><div style="text-align: justify;">
<span style="letter-spacing: -0.24px;">Blas.</span></div>
</span>Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-52745199106718614432017-07-27T11:10:00.003+02:002017-07-27T11:17:45.310+02:00Siete días de marzo, YA A LA VENTA.<div style="text-align: justify;">
A las buenas, queridos blasmaníacos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Llego un día tarde con este post, lo sé, es para darme muy fuerte en la cabeza, pero estos días están siendo de auténtica locura y sacar un segundito para cualquier cosa se está convirtiendo en algo casi épico.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero bueno, dejemos los lamentos y entremos en materia, que es a lo que hemos venido.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pues sí, creo que muuuuuchas veces os he hablado de "Siete días de marzo". Hasta os he tratado de poner los dientes largos con ella porque la tenía ahí guardada, en un cajón, sin saber qué hacer con ella.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pues bien. Se me ha ido la olla y la he puesto a la venta en Amazon para el concurso indie 2017. A ver si tiene suerte.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
¿Por qué la tenía guardada y no la había publicado hasta la fecha?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Porque sin duda es mi novela más arriesgada. Quizá es la que más se sale del patrón al que os tengo acostumbrado, aunque, según los primeros lectores que ya me han ido dejando una opinión, tiene toda mi esencia en ella. Y, creedme, eso es lo mejor que me podían decir.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El caso es que estuve mucho tiempo documentándome sobre la época en la que la ambiento. Me recuerdo a mí mismo leyendo decenas de libros, viendo decenas de documentales, también películas... trabajé duro, muy duro, en ella. No te exagero si te digo que al orden de catorce horas diarias durante una larga temporada. Y no sabía qué opinaríais de ella. Tenía miedo, sí.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero, antes de nada, ¿de qué va Siete días de marzo?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Creo que la imagen que mejor puede definirla es la propia cubierta (diseñada por Gonzalo Jerez, del grupo editorial Filantria <a href="http://filantria.com/" target="_blank">http://filantria.com/</a>):</div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZUzurJ0mZVUj_KWua3CpwB2VeZkVNxxYNWVXrDFtmsZNQyTMgMml6omet6RbI4DLscetVzSrhNTgVKs4mWzio9cqW03dTsD4nInGvGg0SQrpNENETsnF0c697SS530gZy8kXDQfth5kh6/s1600/PORTADA+7dias+AMAZON+FINAL.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1117" data-original-width="1600" height="223" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhZUzurJ0mZVUj_KWua3CpwB2VeZkVNxxYNWVXrDFtmsZNQyTMgMml6omet6RbI4DLscetVzSrhNTgVKs4mWzio9cqW03dTsD4nInGvGg0SQrpNENETsnF0c697SS530gZy8kXDQfth5kh6/s320/PORTADA+7dias+AMAZON+FINAL.jpg" width="320" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
Pues esa es la sinopsis, pero si no lo veis claro o no os apetece leer ahí, os la copio y pego:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
Madrid. Año 1940. </div>
<div style="text-align: center;">
El paso de la guerra ha dejado la capital en un estado desolador. Aunque ya se </div>
<div style="text-align: center;">
trabaja en reconstruir los desperfectos, hay asuntos más importantes que hacen </div>
<div style="text-align: center;">
que la supervivencia sea todo un reto. El hambre, las enfermedades, el miedo y la </div>
<div style="text-align: center;">
represión campan a sus anchas sin que nadie pueda hacer nada. </div>
<div style="text-align: center;">
En medio de todo esto, Juan, un joven republicano se ve obligado a emigrar allí. </div>
<div style="text-align: center;">
Atrás deja un oscuro secreto que podría traerle la peor de las desgracias tanto a él </div>
<div style="text-align: center;">
como a su familia. Una familia que a su vez se verá abocada al estraperlo para </div>
<div style="text-align: center;">
poder sobrevivir, con el peligro que acarrea. Juan no siente fuerzas para luchar por </div>
<div style="text-align: center;">
nada hasta que conoce a Carmen, una señorita de la alta sociedad madrileña. </div>
<div style="text-align: center;">
Proveniente de una familia acomodada de derechas, la joven siente que necesita </div>
<div style="text-align: center;">
gritar, aunque nadie la escucha. Gracias a Juan aprenderá a dejarlo todo atrás y </div>
<div style="text-align: center;">
sentirse libre. </div>
<div style="text-align: center;">
Ambos se verán envueltos en una locura con un grupo de enigmáticas personas </div>
<div style="text-align: center;">
que, de salir bien, podría cambiar por completo el destino del país. Aunque para </div>
<div style="text-align: center;">
ello tendrán que jugarse sus propias vidas. </div>
<div style="text-align: center;">
Amor, traición, misterio, angustia, injusticias, hambre, miedo y represión se </div>
<div style="text-align: center;">
entremezclan en esta historia en la que varios personajes tan sólo buscan poder </div>
<div style="text-align: center;">
ser felices. Una ardua tarea en los tiempos que les ha tocado vivir.</div>
<div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pues sí. La novela está basada en la posguerra española, una época difícil y muy exigente a la hora de escribir sobre ella. Espero haber estado a la altura. Lo que sí es cierto es que toda novela es especial para un escritor, al fin y al cabo, somos sus "padres". Pero ésta en concreto tiene algo que la hace mucho más: Sus protagonistas, Juan y Carmen, están basados en mis propios abuelitos. Y digo basados porque ésta no es su historia real. Pero yo me la he imaginado así y eso la hace mucho más especial.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Además, tengo muy presente a mi pueblo natal: Rafal, en ella.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Así que nada. Por lo pronto, debido al concurso, sólo podrá estar disponible en Amazon (está en las bases que debe ser así), y lo estará tanto en papel como digital. Así que no hay excusas. Además, si te gusta leer en digital y tu lector no es un Kindle, si lo compras (y me mandas un correo con el justificante a BlasRuizGrau@hotmail.com) te la mando en el formato digital que elijas a tu correo.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sin más, os dejo los enlaces y os pido que me contéis qué os está pareciendo la novela. Necesito saberlo porque, de verdad, estoy bastante nervioso con esta apuesta.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Gracias una vez más por estar ahí, sois los mejores.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Para comparar en digital:</div>
<div style="text-align: justify;">
<a href="https://www.amazon.es/Siete-d%C3%ADas-marzo-Blas-Ruiz-ebook/dp/B0744JDV8D/ref=zg_bs_902685031_24?_encoding=UTF8&psc=1&refRID=HAWYXD69T2BWWTB3QAKY" target="_blank">https://www.amazon.es/Siete-d%C3%ADas-marzo-Blas-Ruiz-ebook/dp/B0744JDV8D/ref=zg_bs_902685031_24?_encoding=UTF8&psc=1&refRID=HAWYXD69T2BWWTB3QAKY</a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Para comprar en papel:</div>
<div style="text-align: justify;">
<a href="https://www.amazon.es/Siete-d%C3%ADas-marzo-Blas-Ruiz/dp/1521899185/ref=tmm_pap_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=&sr=" target="_blank">https://www.amazon.es/Siete-d%C3%ADas-marzo-Blas-Ruiz/dp/1521899185/ref=tmm_pap_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=&sr=</a></div>
</div>
Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-1101553183740868682017-07-18T16:30:00.001+02:002017-07-18T16:30:01.597+02:00Reedición "La profecía de los pecadores"Hola, Blasmaníacos!!<br />
<br />
Hacía tiempo que no me pasaba por aquí para daros la lata. El motivo de este mensaje es porque quería comentaros algo. No me andaré con rodeos: Voy a reescribir "La profecía de los pecadores".<br />
<br />
Sí. Se me ha pirado la cabeza.<br />
<br />
¿Que por qué?<br />
<br />
Por los mismos motivos que reescribí "La verdad os hará libres". Porque es un libro que tiene infinitas posibilidades y que podría dar mucho más de sí. Además, creo que sabéis que me he estado documentando hasta las trancas para la nueva trilogía y hay cosas que me chirrían mucho en la parte de novela negra de La profecía... Llámame quisquilloso si quieres, pero ya digo, hay detalles que entorpecen hasta la nueva trilogía y no me están gustando nada.<br />
<br />
Y, bueno, la voy a reescribir, ¿pero va a cambiar mucho?<br />
<br />
No. Al igual que con La verdad os hará libres, la historia será la misma. Sólo que trataré de cuidar mucho mejor los detalles, aportar realismo extremo a las escenas y darle mayor peso a algunos personajes que son esenciales en la nueva trilogía (como es el caso del inspector Alfonso Gutiérrez, que pasaba de puntillas y no debe ser así). Además, pasa algo que os quería comentar.<br />
<br />
La idea principal era hacer una trilogía. Más que nada porque se me fue la pinza y lo quería así sin tener ninguna idea, sólo sobre la marcha. Supongo que fue mi inexperiencia. Pensé que podría sacarme un tercer libro de la manga como el que va al váter. Y no es así. Más que nada porque estoy lleno de otros proyectos que no me dejan pararme y pensar cómo podría hacerlo sin dar la sensanción de que he creado un libro por hacerlo. Eso nunca. No quiero eso. Por eso he pensado en la posibilidad de reescribir el final por completo. Cerrarlo y hacer de lo que en principio sería una trilogía, una bilogía. Poder pasar página y centrarme del todo en todo lo nuevo que viene. Pero esto último os lo quería consultar.<br />
<br />
Para eso tendré en cuenta vuestras opiniones en Twitter (@BlasRuizGrau) y en Facebook (BlasRuizEscritor) sobre qué queréis. O un final nuevo y cerrado inmediato o un final abierto a un tercer libro que puede que tarde en llegar más de cinco años (y que no sé qué sentido tendrá, ni si acabará realmente llegando o no). También os digo que puede que acabe haciendo lo que me salga de los cojNARICES. Pero, de verdad, quiero saber qué pensáis. El libro lo reescribiré con calma. No quiero prisas porque no las creo necesarias. Y por supuesto lo regalaré a todo el que lo haya comprado ya (en digital, que no soy rico) para que no tenga que comprarlo dos veces.<br />
<br />
Opinad y yo, mientras, lo iré escribiendo.<br />
<br />
Un abrazaco a todos!!<br />
<br />
Blas.Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-33251928031248122472017-06-26T16:54:00.002+02:002017-06-26T16:54:14.245+02:00Me lo llevo a la tumba (Relato)<div class="p1" style="background: white; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Difícil no cerrar los ojos y verlo todo, con
claridad. Esa misma claridad que me golpea, que me maltrata.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Recuerdo el comienzo. Yo estaba más nerviosa que tú, aunque
trataba de disimularlo. Tú me necesitabas, una vez más. Me tenías, como
siempre.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">No dejabas de mover las piernas mientras aquel hombre, rostro
sombrío, leía aquel papel impregnado de letras. Letras que lo cambiaron todo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">A partir de ese momento te derrumbaste, me derrumbé. Pero me
tenías, como siempre. Luché por hacerte sonreír, por decirte que la vida
consistía precisamente en esto, en momentos como éste. En soledad lloraba.
Jamás te dejé que me vieras, no podía, me necesitabas.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">El reloj aceleró la marcha. Lo que antes eran días, empezaron a
ser segundos, apenas nos dio tiempo a asimilar nada y te vi ahí, postrado en la
cama de aquel lugar con olor a flaqueza. Entonces me empezaron a asaltar los
recuerdos.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Hacía mucho que no veía tan clara la imagen de la primera vez
que te sentí en mis brazos. Llorabas, yo también lloraba. Tu padre también lo
hacía, aunque nunca quiso admitirlo. Ya sabes cómo era, no se lo tengas en
cuenta. Te quería, tanto como yo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Nunca pude quejarme de ti. Tan estudioso, tan educado, tan
precavido, tan cauto. La envidia de toda madre. Pero, claro, qué voy a decir
yo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Recuerdo tu primer desengaño. Tú no querías que siguiera siendo
tu mejor amigo, él no concebía enamorarse de alguien de su mismo sexo. Tú
tampoco pensabas que pudieras, todavía eras un niño. Quizá ese fue el punto en
el que te convertiste en un hombre. Puede, eso nunca lo pude saber a ciencia
cierta.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Tu pasión, las motos, me dio más quebraderos de cabeza de los
que realmente tendría que haber tenido. Eras tan responsable, que no sabía por
qué esa desazón interior. Contigo era imposible tener miedo, sabía que siempre
obrarías con cabeza. Seguramente era algo que las madres llevamos dentro, sin
posibilidad de actuar de otra manera.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Terminaste tu carrera con honores, haciendo que una vez más el
orgullo me impregnara. Creo que jamás ha dejado de hacerlo desde el día en el
que naciste. Tu padre también lo hubiera estado, créeme, ojalá hubiera podido
aguantar dos meses más en su lucha para haberte podido ver. En tu rostro sólo
vi media sonrisa, sabía que te faltaba él.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Los recuerdos se esfumaron al verte levantar la mano, con lo que
parecía un esfuerzo sobrehumano. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me hablaste,
pero no tanto como con la petición que me hiciste.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">No te dejé que me vieras llorar, como siempre hacía, aunque
ahora tuviera más motivos que nunca. Me hiciste hacerte una promesa, ¿cómo iba
a decirte que no? ¿Cómo se hace eso? ¿Qué no te daría yo?<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Nada más salir de la habitación, lloré como nunca. No me sentía
capaz, pero, ¿qué no te daría yo?<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Volví a la noche, apretando el bolso con fuerza, tú tenías los
ojos abiertos, pero tu mirar era distinto. Me pregunté si no sufrirías alguna
mejoría, pero cuando me miraste y sonreíste, supe por qué lo hacías. Sabías que
lo iba a hacer.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Entonces sí lloré, no pude más. Volviste la mirada, no sin
esfuerzo, hacia el frente. No me querías ver así. Yo lo comprendí y dejé de
hacerlo. No sé cómo, pero dejé de hacerlo. Metí la mano en el bolso y lo
extraje. Lo tenía todo preparado, me lo habían vendido así, con ojos atónitos.
Supongo que una mujer de mi edad, aparentemente sin problemas, no era el tipo
de clientes que solía tener aquel tipo.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="background: white; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Pinché con la aguja directamente en la vía. No
podía apretar el apoyo del émbolo. No tenía fuerzas. Entonces lo vi. Una nueva
oleada de dolor sacudió tu cuerpo, tus ojos comenzaron a derramar lágrimas sin
control. Encontré esa fuerza, apreté y todo el líquido pasó a ti.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Retiré la jeringa. Mi corazón ya no latía. Supongo que dejó de
hacerlo en el mismo momento en el que vi tensarse tu cuerpo en la consulta del
médico.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Tu rostro apenas tardó unos segundos en dejar de mostrar
angustia. El dolor comenzaba a amainar. De pronto, te vi volver la cabeza. Tus
ojos lloraban, pero ahora parecían otras lágrimas. No sé de dónde sacaste las
fuerzas para darme la mano, pero sentí que, al hacerlo, te guiaba por el último
pasillo de vida que te quedaba. De pronto, me sonreíste. Tu cara mostraba paz,
una paz que, apenas unos segundos después, resultaría ser eterna.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Tu dolor era mi dolor, tu vida era mi vida, tu muerte también
fue mi muerte.<o:p></o:p></span></div>
<div class="p1" style="-webkit-text-stroke-width: 0px; background: white; box-sizing: border-box; font-variant-caps: normal; font-variant-ligatures: normal; margin-bottom: 15.75pt; margin-left: 0cm; margin-right: 0cm; margin-top: 0cm; orphans: 2; text-align: start; text-decoration-color: initial; text-decoration-style: initial; widows: 2; word-spacing: 0px;">
<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Ahora, en prisión, aguanto cómo me gritan asesina, cómo me
escupen, cómo me pegan, cómo me tratan como a un ser de la más baja calaña. Yo
sólo lloro. Yo sólo te echo de menos. Yo sólo me pregunto qué no hubiera hecho
por ti. En mi mente quedará esa petición que me hiciste. Esa que nunca he
revelado. Nadie sabe por qué actué así, nadie sabe que lo volvería hacer. Nadie
sabrá que fuiste tú quién me pediste acabar con el dolor.<o:p></o:p></span></div>
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<span style="color: #333333; font-size: 13.5pt; mso-bidi-font-family: "Times New Roman";">Eso me lo llevo a la tumba.<o:p></o:p></span></div>
Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-14115350976610391402017-06-17T11:03:00.002+02:002017-06-17T11:03:33.079+02:00Lucha por mí (relato)<div class="p1">
—Lucha por mí.</div>
<div class="p1">
Su voz, apenas audible, ya no mostraba ni un atisbo de lo que no hacía mucho fue. Ella recordaba la fuerza que un día tuvo, no sólo su voz sino todo el conjunto de lo que ahora casi vegetaba sobre la cama de aquel viejo hospital.</div>
<div class="p1">
Necesitaba llorar, necesitaba hacerlo con fuerza, pero pensó que no era justo para él. No entendía como en un momento así éste todavía era capaz de tratar de dibujar una sonrisa en su consumido rostro.</div>
<div class="p1">
Ella cerró los ojos por unos instantes. Pensaba que él no se daba cuenta pero éste hasta llevaba una cuenta de las veces que lo había hecho en las últimas horas. Sus últimas horas.</div>
<div class="p1">
Conocía de sobra el motivo. Sabía que recordaba un pasado no demasiado lejano en el que su día a día consistía en planificar un futuro que nunca llegaría. Cuando, juntos, pasaban tirados varias horas sobre el césped dejando sólo que el viento meciera sus sueños. Ahora sí sonrió aunque ella no lo vio. Pensó en lo irónico de todo aquello. Pensó en la de veces que no habían disfrutado el hoy por pensar en el mañana. Y en el mañana una visita al médico lo cambió todo.</div>
<div class="p1">
Treinta primaveras no habían sido suficientes. Su reloj se pararía pronto, quizá demasiado pronto. No sería tan idiota como para arrepentirse de lo hecho, al contrario, sería de lo que le quedaba por hacer.</div>
<div class="p1">
La miró una vez más. ¿Cómo hasta en esos momentos en los que su cara mostraba un sufrimiento sin igual podría seguir siendo aquel ángel? No había sentido nunca la necesidad de tener que creer en él, pero inevitablemente ahora anhelaba de su existencia. Necesitaba pensar que algo o alguien le dejaría seguir junto a ella aunque su cuerpo estuviera inerte. Cuidarla, mimarla.</div>
<div class="p1">
—¿Por qué sonríes? —Quiso saber ella.</div>
<div class="p1">
—Me voy feliz, ¿sabes?</div>
<div class="p1">
La muchacha no pudo evitarlo y rompió a llorar.</div>
<div class="p1">
—¿Cómo puedes decir eso? Nadie se marcha feliz.</div>
<div class="p1">
Él sonrió, cada palabra le suponía un esfuerzo titánico. Ya casi no quedaba llama en la vela.</div>
<div class="p1">
—Te quiero —dijo con dificultad aunque manteniendo la sonrisa.</div>
<div class="p1">
Ella miró el monitor. Su corazón cada vez latía más débil y más espaciado. Le tomó la mano, la levantó y la llevó a su pecho. Necesitaba sentir ese último rastrojo de vida cerca de ella. Cerró los ojos y deseó que todo aquello nunca hubiera pasado.</div>
<div class="p1">
Cuando los abrió no estaba ahí. No había hospital, no había lágrimas, no había nada.</div>
<div class="p1">
Desorientada, trató de entender qué estaba pasando. Tardó unos segundos en asimilarlo, buscó con torpeza el interruptor y encendió la luz.</div>
<div class="p1">
—¿Una pesadilla? —Preguntó él nada más darse la vuelta en la cama, colocándose de cara hacia ella.</div>
<div class="p1">
La respiración de la muchacha se aceleró, a la par que su ritmo cardíaco.</div>
<div class="p1">
Todo había sido una horrible pesadilla. No había enfermedad, no había nada, sólo ella y él.</div>
<div class="p1">
Sin decir una palabra se abalanzó sobre él y lo abrazó. Éste, sorprendido, se dejó abrazar.</div>
<div class="p1">
No sabía que mosca le había picado, pero no iba a ser tan idiota de rechazar ese gesto.</div>
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<br />
<div class="p1">
—Lucharé —comentó ella mientras olía su camiseta.</div>
Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-40147583564185295272017-02-11T16:32:00.000+01:002017-02-11T16:32:49.935+01:00Tres (Relato)<div class="p1">
Siempre fue en el tercero.</div>
<div class="p1">
Los recuerdos se amontonaban en su cabeza. Algunas veces le costaba rescatarlos y otras, sin embargo, aparecían sin más y la asaltaban sin avisar. Ese era uno de esos momentos.</div>
<div class="p1">
Hubo un tiempo en el que no se dio cuenta por qué él siempre elegía vivir en una tercera planta. Recordaba cuando encontraban viviendas estupendas, relativamente baratas y él las rechazaba porque no eran una tercera planta.</div>
<div class="p1">
Esa obsesión por su parte pronto se vio contestada cuando observó su manía en torno a todo lo relacionado con el tres. Siempre hacía las cosas de tres en tres. Llamaba tres veces a la puerta, soplaba tres veces sobre una cuchara caliente, hasta no sabía cómo, pero era capaz de estornudar tres veces seguidas.</div>
<div class="p1">
Tonta de ella, llegó a pensar que aquello era una especie de manía compulsiva, un trastorno como otro que le llevaba a esa repetición impar una y otra vez. Tardó casi un año en darse cuenta que no era así.</div>
<div class="p1">
Y es que nunca fue buena para las fechas. No es que no pusiera interés en recordarlas, ni que no las considerara importantes. Es que casi nunca se le quedaban grabadas. Sin más. Siempre fue así.</div>
<div class="p1">
Y fue él quien, precisamente, un día tres de marzo del año dos mil cuatro llegó con un ramo de tres rosas de tres colores diferentes. La besó y le felicitó el primer aniversario juntos. Entonces cayó. Tres del tres del tres. Sólo hacía todo eso por puro romanticismo.</div>
<div class="p1">
En aquel momento creyó morir de amor. Nadie, nunca, se había esforzado tanto por hacerlo todo perfecto como lo hacía él. A partir de ese momento todo fueron detalles. Dejaba preparado el desayuno antes de marcharse al trabajo con tres tortitas que él mismo modelaba, torpemente, con forma de corazón. Los días tres de cada mes, una carta escrita en tres párrafos la esperaba todos los días sobre la cómoda de tres cajones que ambos compraron para su habitación. Y todos los días, absolutamente todos, le daba tres besos nada más llegar a casa, agotado de tanto trabajar y con la mayor sonrisa del universo dibujada en su cara.</div>
<div class="p1">
Ella sonrió mientras deambulaba por el pasillo de la casa. No consiguió que una lágrima saliese de su rostro pues pensaba que ya se había secado de tanto llorar. Llegó hasta el salón. Ahí estaba. Sentado en uno de los tres sillones, con la mirada perdida hacia la ventana del salón de su vivienda, la que estaba ubicada en el número tres, en la tercera planta.</div>
<div class="p1">
Quiso decirle algo, pero supo que de nada servía. Nunca la escuchaba. Había dejado de hacerlo hacía ya demasiado.</div>
<div class="p1">
Se preguntó dónde había quedado el hombre del que se enamoró perdidamente. Por qué había dejado su trabajo. Por qué ahora ya ni le hablaba. Por qué no la besaba como antes. Ya no deseaba ni siquiera esos tres besos. Con uno solo volvería a ser la mujer con mayor dicha del universo.</div>
<div class="p1">
Sin dejar de preguntarse qué mató el amor volvió por dónde había venido. Se pasaba el día recluida por voluntad propia en la habitación de invitados que con tanta ilusión ambos decoraron. Con tres cuadros de tres flores, las mismas tres que él había elegido en su primer aniversario.</div>
<div class="p1">
Pasó al interior y se tiró sobre la cama. Seguía sin poder llorar. No entendía qué mató el amor. No lo entendía.</div>
<div class="p2">
<br /></div>
<div class="p2">
<br /></div>
<div class="p1">
En el salón, él sí lloraba. Por su rostro se deslizaron tres lágrimas, tres. Cayeron sobre la foto que sostenía en la mano. En ella salían ambos, felices, como siempre lo fueron. No sentía fuerzas para levantarse, como cada día que pasaba. Comenzó con su típico ritual de furia mental maldiciendo todo. Todo. </div>
<div class="p1">
Maldijo haberla conocido. Maldijo haberla amado. Maldijo haberse imaginado una vida entera junto a ella. Maldijo aquella enfermedad. Maldijo que lo hubiera dejado solo. Maldijo no haber muerto junto a ella cuando el cáncer decidió que ya no quería dejarla más a su lado. Maldijo que hubiera ocurrido un día tres. Maldijo que el día de hoy fuera tres, del tres, del dos mil trece.</div>
<div class="p1">
Gritó de rabia. Maldijo que ella no estuviera ahí, con él.</div>
<div class="p1">
Gritó tres veces antes de quitarse la vida.</div>
<div class="p2">
<br /></div>
<div class="p2">
<br /></div>
<div class="p1">
Ella no lo escuchó.</div>
<div class="p1">
Pero sin más, lo vio ahí, a su lado.</div>
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<br />
<div class="p1">
Él la besó tres veces. Tres.</div>
Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-41951489342981063692017-01-17T13:50:00.002+01:002017-01-17T13:50:17.690+01:00Por despecho.<div class="p1">
Mis párpados comenzaron a despegarse, lentamente. No recordaba el momento exacto en el que me había dormido, pero sí que la película que estaba viendo me estaba aburriendo soberanamente. Y es que todos los sábados por la tarde daban la misma pero con diferente nombre.</div>
<div class="p1">
Una extraña sensación invadió mi cuerpo y mi vista se fue, de manera automática, hacia el bonito sofá de color gris claro que había comprado hacía poco.</div>
<div class="p1">
Casi se me sale el corazón por la boca al ver a mi madre ahí sentada. Me miraba sonriente.</div>
<div class="p1">
—¡Joder, mamá, casi me matas del susto! —Exclamé.</div>
<div class="p1">
Mi madre comenzó a reír, no era la primera vez entraba en casa mientras yo estaba dormida. Lo sabía porque en muchas ocasiones me había encontrado bolsas de supermercado llenas de ropa recién planchada encima de la barra que servía de mesa, y a la vez delimitador, entra la cocina y el salón. Y es que yo tenía mal despertar —si me despertaban—, era consciente de que ni yo misma sería capaz de aguantarme con ese carácter, pero qué querían que hiciera, me salía solo. Sabía que mi madre entraba con su llave sin avisar. Ella misma era prudente de entrar en horarios en los que yo le había dado mi beneplácito de venir sin decirme nada. No me iba a pillar con un hombre a esas horas, ni montando una fiesta loca. Es más, agradecía su presencia pues normalmente me llegaba a sentir algo sola. Pero era raro que me viera durmiendo y se quedara.</div>
<div class="p1">
—¿Y eso que te has quedado aquí sentada? ¿Te encuentras bien? ¿Va todo bien? —Las preguntas me salían casi con la misma facilidad que el aire.</div>
<div class="p1">
—Estoy genial, todo va fenomenal.</div>
<div class="p1">
—¿Entonces?</div>
<div class="p1">
Volvió a sonreír.</div>
<div class="p1">
—Perdona —dije de inmediato—, sabes que adoro que vengas a verme. Cada vez tus visitas son menos frecuentes, ojalá me despertara más veces y te viera ahí.</div>
<div class="p1">
—Hija, no digas eso. Tú eres una mujer independiente, no me hagas creer que necesitas a una vieja como yo.</div>
<div class="p1">
—Sabes que es verdad —Me levanté—. ¿Quieres una taza de café o algo?</div>
<div class="p1">
Negó con la cabeza al mismo tiempo que me miraba mientras iba a la cocina a prepararme uno para mí. Introduje una cápsula en una de esas maquinitas que lo hacen al instante y te ofrecen un café con sabor a mierda pero, eso sí, rápido y sin esfuerzo. Volví hacia el salón, mi madre se había levantado y miraba las fotos de las estantería.</div>
<div class="p1">
La tenía repleta, sobre todo mías, de mis hermanos y de mis sobrinos. Adoraba a mis sobrinos. Para ellos yo era la tita Pilar, una tía guay, joven y divertida que les consentía todo.</div>
<div class="p1">
—Te veo algo melancólica hoy, mamá.</div>
<div class="p1">
Ella se giró y me miró sin perder la sonrisa.</div>
<div class="p1">
—No, hija, te aseguro que no estoy melancólica, es solo que me gusta veros a todos juntos. Tu estantería parece la cena de Nochebuena.</div>
<div class="p1">
—Respecto a eso, mamá. Este año no sé cómo lo tendré con las guardias, normalmente sabes que me dejan ese noche libre, pero este año, con los recortes…</div>
<div class="p1">
—Necesito que me prometas que irás —su rostro se tornó algo serio.</div>
<div class="p1">
—¿Mamá?</div>
<div class="p1">
—Hazlo, por favor.</div>
<div class="p1">
Dudé unos instantes sobre qué responder. Aquello me había pillado fuera de juego. El primer año le comenté esa posibilidad y no pareció importarle tanto.</div>
<div class="p1">
—Está bien, haré lo que pueda. Bueno, qué coño, te prometo que estaré.</div>
<div class="p1">
Sonrió.</div>
<div class="p1">
Volvió a sentarse.</div>
<div class="p1">
—¿Sabes, hija? He estado pensando. Me han asaltado cientos de recuerdos que me han hecho feliz a lo largo de estos años y, es curioso, casi siempre me vienes tú a la mente. No es que con tus hermanos no consiga algo parecido, pero contigo es algo distinto.</div>
<div class="p1">
—Pero, mamá, si siempre vas diciendo que yo he sido la que más quebraderos de cabeza te ha dado —contesté divertida.</div>
<div class="p1">
—Eso es cierto —replicó ella imitando mi gesto—, pero quizá haya sido por eso por lo que te cuento esto. Hace mucho tiempo que me di cuenta de que eres una de las mujeres más fuertes e independientes con las que me he topado. Y has salido de mí, eso no me puede tener más orgullosa.</div>
<div class="p1">
—Joder, me vas a hacer llorar —dije emocionada.</div>
<div class="p1">
—No quiero eso, hija, quiero que sonrías. Sólo quería decirte lo orgullosa que estoy de ti, de cómo has sabido siempre resolver tus propios problemas, de cómo a pesar de querer siempre ayudarte, desoías mis consejos y hacías lo que te daba la gana. Te equivocabas, sí, pero tú misma eras capaz de reponerte tras esos errores. Tus hermanos me han necesitado más, tú no.</div>
<div class="p1">
La miré enternecida, no entendía aquel arrebato de emociones por su parte, pero me gustaba. Hacía mucho que nadie me hacía sentir así. Decidí seguirle el juego recordando momentos como los que ella nombraba.</div>
<div class="p1">
—Como cuando me casé con Carlos. ¿Cómo era la frase que no parabas de repetir?</div>
<div class="p1">
—Que lo hiciste por despecho.</div>
<div class="p1">
—Exacto, por despecho. Y tenías razón, lo hice para quitarme la espinita de Juan Carlos. No parabas de insistirme en que no lo hiciera, que ese matrimonio no llegaría a ninguna parte y lo iba a pasar mal.</div>
<div class="p1">
—Así es, lo hice. Y no fallé. Todo ocurrió tal cual dijiste.</div>
<div class="p1">
—Pero no me preocupó, ¿sabes? Mi deber como madre era advertirte, pero sabía que tú sola podrías llevar la situación. Te dolió, lo sé. A punto estuve de ponerte mi hombro para que lloraras, de decirte que te lo dije, pero no. De sobra sabía que podrías salir.</div>
<div class="p1">
—Tú me enseñaste a ser así, mamá, tú me has hecho como soy.</div>
<div class="p1">
Me miró triste. Eso hizo que el corazón se me encogiera.</div>
<div class="p1">
—Prométeme que no cambiarás —me dijo—. Prométeme que seguirás siendo así. Hija, caerás muchas veces, lo sabes, no te puedo mentir. Pero prométeme que siempre hallarás la fuerza y el valor para levantarte.</div>
<div class="p1">
No sabía que responderle. Sabía la respuesta que esperaba, pero aquella conversación me estaba poniendo nerviosa por momentos.</div>
<div class="p1">
El timbre del teléfono móvil sonó, ayudándome en tan incómoda situación.</div>
<div class="p1">
—Espera un segundo, mamá. He de contestar.</div>
<div class="p1">
Me acerqué hasta la mesa, la pantalla estaba iluminada y mostraba el nombre de mi hermana.</div>
<div class="p1">
Descolgué.</div>
<div class="p1">
—Dime —no era la alegría de la huerta precisamente hablando por teléfono.</div>
<div class="p1">
Mi hermana lloraba al otro lado.</div>
<div class="p1">
Mi corazón se aceleró de inmediato, aquello no me gustaba nada.</div>
<div class="p1">
—¿Qué pasa? —Pregunté nerviosa.</div>
<div class="p1">
—Ha pasado algo… —respondió entre sollozos.</div>
<div class="p1">
—¡Joder cuéntame!</div>
<div class="p1">
—Mamá, ha…</div>
<div class="p1">
—No me jodas, que mamá está —la corté de repente y miré a mi alrededor. No había nadie.</div>
<div class="p1">
Ya no escuché lo que dijo mi hermana al otro lado, el teléfono se me cayó al suelo, desmontándose en tres partes.</div>
<div class="p1">
Comencé a llorar como hacía años que no lo hacía, ahora lo entendía.</div>
<div class="p1">
Tras un grito de desesperación y rabia, escupí las únicas palabras que era capaz de pronunciar.</div>
<div class="p1">
—Te lo prometo, mamá.</div>
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</style>
<br />
<div class="p1">
Seguí llorando.</div>
Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-65426122654157483022017-01-13T14:42:00.005+01:002017-01-13T14:42:48.614+01:00Antro de mala muerte
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</style>
<div class="p1">
Me senté en el mismo lugar. Creo que el taburete no se había movido ni un solo centímetro desde la inauguración de aquel tugurio.</div>
<div class="p1">
No necesité pedir nada. El camarero, con gesto serio colocó frente a mí el vaso de tubo con cubitos y un Red Bull al lado. Bebida glamourosa donde las haya, lo sé, pero siempre había sido así, siempre bebía lo mismo. Un recipiente blanco con algunos frutos secos que no probaría descansaba al lado del recipiente de cristal. Lo más seguro es que tampoco le diera sorbo alguno a la bebida, ya no recordaba cómo fue en anteriores ocasiones. Ya no recordaba nada.</div>
<div class="p1">
Siempre sonaba la misma música. O era eso, o mi cabeza entraba en modo bucle con la misma melodía de los Rolling sonando a un volumen moderado. Puede que el dueño tuviera un gusto limitado. Un gran gusto, por qué no decirlo, pero limitado. Acaricié el vaso con mis dedos, un flash me vino a la mente, a traición, como lo hacía siempre.</div>
<div class="p1">
Apreté los ojos, fuerte. Necesitaba que se fuera de mi cabeza, necesitaba sacarla para siempre, pero nunca se va, nunca se irá.</div>
<div class="p1">
Me giré sobre el taburete. Varios jóvenes jugaban con la mesa de billar, parecían divertidos, ajenos al mundo exterior. Los envidié. Sólo unos pasos atrás, una pareja jugaba a los dardos con la misma máquina electrónica que siempre había estado ahí. Eso sí me dolió, el inevitable recuerdo me asaltó y me hizo preso sin poder yo remediarlo. Arrugué la nariz tratando de evitar la lágrima que ya descendía por mi rostro, acariciándome lentamente como si de su mano se tratara, pero al mismo tiempo recordándome que ya no estaba. Que ya no estaría.</div>
<div class="p1">
Recordarme junto a ella, jugando a esa misma máquina, dejándome ganar disimuladamente, otras veces siendo derrotado con total justicia… Dolía, vaya que si dolía.</div>
<div class="p1">
Sacudí mi cabeza y sentí cierta sensación de mareo. Volví a girarme. El camarero me miraba con cierta pena. ¿Acaso eso era lo único que yo transmitía ahora? ¿Pena? Casi seguro que sí, ¿pero qué otro sentimiento podría despertar alguien como yo? Bueno, asco, quizá eso. Pero el camarero me miraba con pena, de eso no había duda.</div>
<div class="p1">
Saqué la cartera. No rebosaba de billetes, pero gastaba tan poco desde hacía tanto tiempo que siempre había dinero dentro de ella. Dejé un billete de veinte euros y me levanté. El camarero ni hizo el gesto de devolverme ni el billete en sí, al no haber ni llegado a consumir, ni el cambio. Sabía por experiencias pasadas que no aceptaría nada. No era algo que me importase ya.</div>
<div class="p1">
Salí cabizbajo de aquel antro de mala muerte. Aquel antro, que sin embargo, nos encantaba. Aquel antro en el cual pasamos nuestros mejores momentos.</div>
<div class="p1">
La música de los Rolling seguía sonando. Sería un disco completo lo que estaría reproduciéndose. ¿O acaso sonaba en mi cabeza? Joder. La sensación de no saber si estaba viviendo una realidad o no ya empezaba a agobiarme.</div>
<div class="p1">
Monté en el coche y prendí el motor. Claro, como era lógico, después del accidente, el vehículo ya no era el mismo. Eso sí había cambiado. Lo único que había cambiado aparte de ya no tenerte.</div>
<div class="p1">
Comencé a andar. Los recuerdos, como siempre que hacía eso comenzaron a atosigarme. Yo traté de esquivarlos, pero me atacaban por todos lados, como bombas cayendo del cielo. El peor momento llegó cuando advertí que llegaba al lugar. Al lugar.</div>
<div class="p1">
Ahí recibí el peor de los mazazos. Me recordé a mí mismo haciendo el tonto contigo. Recordé cómo me llamaste la atención, cómo me dijiste que me centrara, que íbamos a tener un accidente. Pasé por el punto justo en el que el coche perdió el control. O yo, mejor dicho, el coche sólo hacía lo que yo le indicaba, aunque fuera involuntario.</div>
<div class="p1">
Los recuerdos se me perdieron ahí, no sé si en realidad abrí los ojos cuando los bomberos te sacaban, ya sin vida, del vehículo. No, no sé si lo recuerdo, me lo inventé para castigarme o si lo soñé en una pesadilla, pero en esos momentos lo estaba visualizando, con toda claridad. Supongo que ahí fue cuando mi mente se nubló, cuando mis ojos dejaron de ver y cuando decidí que éste mundo dejaba de tener sentido para mí. Creo que ahí fue cuando tomé la decisión de no frenar, de seguir acelerando, de no volver a revivir ese aniversario sin ti. Creo que ahí fue cuando ese muro contra el que choqué hizo que se apagara mi luz. O cuando en realidad hizo que se encendiera. Cuanto todo acabó. O cuando empezó.</div>
<div class="p1">
—Eres un imbécil, ¿sabes? ¿Por qué lo has hecho? ¿No sabías que yo te cuidaba desde donde estaba?</div>
<div class="p1">
Él la miró, sonrió. Hacía demasiado tiempo que no sonreía.</div>
<div class="p1">
—Lo hice porque no podía aguantar la espera. Porque mi vida no tenía sentido sin ti. Porque quería estar contigo. Ahora ya estamos, nunca nadie podrá separarnos.</div>
<div class="p1">
—Idiota.</div>
<div class="p1">
—Te quiero.</div>
<div class="p1">
Ella sonrió. No le quedaba más remedio que adorarlo con todas sus fuerzas. Nunca lo creyó culpable de lo que sucedió. Pero ahora ya nada importaba. Juntos. Juntos para siempre.</div>
<div class="p1">
—Te quiero.</div>
<br />Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-21557376123557795532016-12-31T12:25:00.001+01:002016-12-31T12:25:39.634+01:00Lo que se queda y lo que vendrá.A las buenas, queridos lectores.<br />
<br />
Hacía tiempo que nos os dedicaba unas palabras aquí, en mi blog, casi donde empezó todo. Hoy, como el día especial que es, me apetecía hacerlo, desde lo más íntimo, desde lo más personal.<br />
<br />
Mucha gente está valorando su año y marcándose propósitos para el próximo, yo no soy mucho de seguir modas, pero es que de verdad es algo que me apetece hacer. Así que ahí voy:<br />
<br />
En lo personal, no puedo estar más contento. Tengo la familia con la que siempre soñé. Una mujer maravillosa, que me apoya en todo y que siempre está ahí cuando la necesito (y cuando no también). Gracias a su fuerza voy superando ese bache de salud del que algún día acabaré saliendo. No tengo palabras para ella, nunca las encuentro. Además, mi peque, mi Leo. Qué os voy a contar de él. Muchos sois padres y sabréis lo que siento, otros no, pero sois capaces de imaginar lo que se puede querer a una personita así pues seguro tenéis alguna cerca, de alguna manera. No puedo querer más a ese pequeñajo. Lo es todo, TODO. Cualquier cosa que escriba sobre él sería quedarme corto, por lo que prefiero dejarlo así.<br />
<br />
En lo profesional, este ha sido un gran año. He publicado un libro infantil-juvenil sobre superhéroes, ¿quién me iba a decir a mí que iba a ser capaz de escribir algo así? No puedo estar más satisfecho. También he empezado a colaborar de manera regular en varias publicaciones, revistas online y hasta en un portal de literatura creado por el mismísimo Arturo Pérez-Reverte (y por otro gigante, como Leandro Pérez), teniendo la oportunidad de haber podido intercambiar algunas palabras con uno de los autores vivos más grandes de este siglo. Eso es un lujazo, creedme. Además, he podido terminar la primera parte de una nueva trilogía que verá la luz en 2017 y con las que ya llevo escrita más del 50% del segundo volumen. Gané también un concurso nacional de literatura con una novela inédita que pronto querré mostraros, he conseguido que se me lea y valore en rincones impensados para mí. Como veréis, no se me ha dado nada mal, profesionalmente, por lo que no puedo estar más que agradecido, primero a vosotros, lectores; y luego a mi estupenda agente: Maria Jesús Romero, que tanto y tanto lucha por mí y por los suyos.<br />
<br />
2017 empezará raro, estaré un tiempo apartado de todo por motivos de salud, pero sé que me recuperaré pronto y volveré con más fuerza que nunca, con nuevos proyectos, con nuevas ilusiones y con nuevos retos. Al año que comienza sólo le pido que me dé la mitad que el anterior, que me deje disfrutar de lo que más quiero en el mundo que es mi familia y que acabe, ya digo, con la mitad de logros que éste. Ya sería genial.<br />
<br />
Gracias a todos por leerme, gracias por estar ahí. Teneros es un lujo al alcance de muy pocos. Soy muy afortunado, pero mucho, mucho.<br />
<br />
ABRAZOS.<br />
<br />
Blas.Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-43652459600537153182016-08-25T18:00:00.002+02:002016-08-25T18:00:32.609+02:00Concurso: Portada para la reedición de La verdad os hará libres.Tal cual suena en el título. Este concurso es para realizar el diseño de la portada de la reedición que muy pronto saldrá de "La verdad os hará libres", la que fue mi primera novela.<br />
<br />
Antes de que me tildéis de caradura, os contaré por qué lo hago.<br />
<br />
Entiendo que cuando alguien te hace un diseño para una portada, se le debe pagar a esa persona. Pero debido a mi situación económica, hoy día no me puedo permitir eso. No me da la gana que alguien regale su arte para un producto que yo acabaré vendiendo. Y como esta obra no saldrá vía editorial porque ya en su día no lo hizo, yo me tengo que encargar de todo. Es por eso que he decido hacer este concurso, en el que el premio no será gran cosa, pero al menos algo habrá. Y lo mejor, quien participe lo hará porque le da la gana, sin más.<br />
<br />
Vale, dicho esto os cuento las bases.<br />
<br />
Se trata de diseñar una portada que invite a leer el libro, algo bonito y resultón. Los que queráis participar, enviadme vuestros diseños antes de que acabe el mes de agosto. Es decir, el último día será el miércoles 31. De esas portadas haré una selección. Si lo veo claro porque una me gusta por encima de todas, será la ganadora. Si dudo entre varias, haré una votación pública. El premio, como he dicho antes, no podrá ser muy espectacular, pero al ganador o ganadora le enviaré un ejemplar de la nueva reedición en papel de la propia novela, luciendo su flamante portada. Por supuesto, el libro irá dedicado.<br />
<br />
Eso sí, si queréis participar es importante aclarar ciertas cosas.<br />
1) que si participas, cedes esa imagen para su uso como portada en ediciones digital y papel de la obra.<br />
2) que puedo declarar el premio desierto. No voy a utilizar una a la fuerza si no me gusta.<br />
3) que debéis utilizar para su composición imágenes libres de derechos. No podemos buscarnos un problema legal por utilizar imágenes de otros. Es lógico.<br />
<br />
Y poco más. Anunciaré el ganador el sábado 3 de septiembre, por lo que os animo a participar enviándome la portada al correo blasruizgrau@hotmail.com<br />
<br />
Os paso la anterior para que os hagáis una idea, así como la sinopsis que tenía antes (puede variar ahora con el tema de la reedición, pero no es el caso que nos ocupa ahora).<br />
<br />
Pues eso, animaos y compartid!!<br />
<br />
Blas.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0D3emS6fO6riRyhYdjEmk-_csPSyl3I48DleGAXC60W93una6hFuDelq5HuNlEq_sunt-CToXu1SU8vpdczpFhdWse5khgCnOX16Q0KaEnlFP9RdRJupZQRuYi2LfaozOJZ8g-Gfon5_u/s1600/portadalaverdad1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0D3emS6fO6riRyhYdjEmk-_csPSyl3I48DleGAXC60W93una6hFuDelq5HuNlEq_sunt-CToXu1SU8vpdczpFhdWse5khgCnOX16Q0KaEnlFP9RdRJupZQRuYi2LfaozOJZ8g-Gfon5_u/s320/portadalaverdad1.jpg" width="212" /></a></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
Sinopsis:</div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="background-color: white; color: #333333; font-family: Arial, sans-serif; font-size: 14px; line-height: 22.4px; text-align: start;">El misterioso asesinato del padre de Carolina la llevará junto al inspector de policía Nicolás Valdés hacia la búsqueda de una peligrosa verdad que lleva oculta ya demasiados años. Una búsqueda que les pondrá, a través de una serie de acertijos, en medio de una invisible lucha de casi 1000 años entre la orden del temple y la iglesia de Roma. Una verdad que podría hacer libre a mucha gente...</span><iframe class="ap_never_hide" frameborder="0" id="bookDesc_iframe" scrolling="no" style="background-color: white; box-sizing: border-box; color: #111111; font-family: Arial, sans-serif; font-size: 13px; height: 88px; line-height: 19px; text-align: start;" width="100%"></iframe></div>
<br />Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-68508900614336826672016-07-19T11:59:00.001+02:002016-07-19T11:59:24.642+02:00Vuelvo a reseñar: "Normal", de Roberto López-Herrero.A las buenas, queridos lectores.<br />
<br />
El título ya dice mucho sobre lo que voy a hacer a continuación. Muchos diréis, ¿otra vez? Es fácil de contestar. Sí. Otra vez. Y es tan sencillo como que el libro que he leído ahora no tiene nada que ver con el que leí hace un par de años (si no recuerdo mal, hace dos).<br />
<br />
Ahora seguro que os viene la inevitable pregunta de, ¿pero nada que ver es bueno o malo? ¿Significa eso que una de las dos versiones no está a la altura?<br />
<br />
Por partes. Es muy bueno. A lo segundo diré que la primera versión superaba la altura, lo que no imaginaba era la sorpresa que me aguardaba en la segunda.<br />
<br />
Y es que cuando Rober me comentó sus planes de revisar la novela, me sentí algo escéptico (es más, se lo comenté a él mismo) de que la novela pudiera mejorarse. Si acaso un cambio de orden de palabras por aquí y por allá (cosas de los editores) pero poco más. Era genial. Era novedosa, era fresca, sus personajes eran la leche. ¿Qué se podía mejorar?<br />
<br />
Subestimé a Rober. Craso error.<br />
<br />
Le ha dado tal vuelta a la ya demostrada frescura, ha profundizado tanto en los personajes y se ha sacado de la manga un par de trucos (completamente inesperados y con un resultado acojonante) que a los que ya habíamos leído y requeteleído la primera versión (en mi caso tres veces) se nos han caído los órganos reproductores al suelo.<br />
<br />
Y es que Rober ha conseguido lo que muy pocos escritores han logrado conmigo mismo. Que empatice con el propio escrito. Que los personajes sean parte de mí o yo mismo parte de ellos, no sabría explicarlo. Que sienta en todo momento lo que está sucediéndoles y me lo crea absolutamente. Que sufra, que ría, que me emocione, que... UFFFF.<br />
<br />
El muy mamón (y esto lo digo desde la más absoluta envidia porque el asqueroso escribe que da gusto) cambia de primera a tercera persona con tal facilidad que yo, como lector, era capaz de cambiar mis propios pensamientos y meterme en la propia cabeza de cada uno de los personajes sin darme apenas cuenta. Como escritor os digo que eso es tremendamente difícil y está al alcance de muy pocos.<br />
<br />
La trama que ya de por sí era original y muy distinta a lo que estamos acostumbrados, ha ganado en un 200% debido a la concienzuda revisión que le ha dado el autor y su editora de Suma de Letras, Mónica, cuya labor no puede pasar desapercibida porque es digna de mención. Ha metido nuevos detalles, explicado (todavía) mejor diversas situaciones y como he dicho antes, ha girado algunos elementos 180º hasta el punto que no eres capaz de articular otra frase mientras la lees que: "Qué cabrón..." (entiéndase el buen sentido de la expresión.<br />
<br />
Adoro a Félix, adoro a Lara, adoro al galán de Pacheco, adoro a Pablo y su novio FlanagQUE DIGAAAAA Vicente y adoro a ese hijo de la gran puta que tan mal me lo ha hecho pasar. Ese asesino que no se podría definir de otra manera que Normal.<br />
<br />
En definitiva, y sin querer enrollarme mucho más, os recomiendo que vayáis a cualquier librería y os hagáis con ella. Esta novela es para disfrutarla en papel. Hacedme caso. Es una inversión segura y que os dejará con el amargo sabor de querer más sobre Félix, Lara y cómo no, de Roberto López-Herrero.<br />
<br />
(Por cierto, menudo es metiendo sutilmente a sus amigos dentro de la trama, jaja. A ver quién me encuentra por ahí dentro de las letras, os aviso que es muuuuuuy complicado ;D)<br />
<br />
Aquí os dejo el enlace para que podáis comprarla en papel en Amazon (por ejemplo). No os asustéis por la foto del autor, dicen que los feos escribimos mejor. :D<br />
<a href="https://www.blogger.com/goog_1822460163"><br /></a>
<a href="https://www.amazon.es/Normal-CONSPICUA-ROBERTO-LOPEZ-HERRERO/dp/8483658712/ref=tmm_hrd_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=1468922273&sr=1-1">https://www.amazon.es/Normal-CONSPICUA-ROBERTO-LOPEZ-HERRERO/dp/8483658712/ref=tmm_hrd_swatch_0?_encoding=UTF8&qid=1468922273&sr=1-1</a>Blas Ruiz Escritorhttp://www.blogger.com/profile/13940609851291745310noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-12393408450897930702016-06-11T11:26:00.000+02:002016-06-11T11:26:11.579+02:00Finalistas concurso Superhéroes.<div style="text-align: justify;">
A las buenas, mis queridos lectores.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Os traigo a los finalistas que optarán por una edición firmada de "Escuadrón Gamma". A partir de ahora, sois vosotros los que decidís.</div>
<div style="text-align: justify;">
Es muy sencillo, leed los cuatro relatos, después de eso entráis en mi twitter (@BlasRGEscritor) y votáis en la encuesta que hay en mi tuit fijado por el que más os ha gustado. Lunes miraré el cómputo y habrá ganador según la encuesta. Sencillo, ¿no?</div>
<div style="text-align: center;">
Pues aquí os los dejo. Los finalistas son:</div>
<div style="text-align: center;">
-Alba Sánchez.</div>
<div style="text-align: center;">
-Pilar Gómez Cortés.</div>
<div style="text-align: center;">
-Kino Kun</div>
<div style="text-align: center;">
-Ismael Miralles.</div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y aquí os dejo los relatos. Estarán en orden en este mismo post, para que los tengáis a mano. DISFRUTAD y VOTAD.</div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<b>Alba Sánchez:</b></div>
<div style="text-align: center;">
<br /></div>
<div style="text-align: center;">
<b><u>Superhéroes anónimos</u></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La vida son momentos. La vida es todo lo que quepa en un recuerdo, y nosotros, los retales de fotografías de época. Y, ¿cuánto dura un momento? Cuántos momentos caben en una vida, y cuántas vidas somos capaces de vivir en un momento. Hay ocasiones en las que creemos vivir una vida, y sin embargo estamos reviviendo a las de nuestro alrededor; lo que, indirectamente nos convierte en ¿superhéroes?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Lunes. 8:00 de la mañana. El autobús que sale del Reina Sofía nunca es puntual. Le gusta retar a los relojes de las caras cansadas, que se resguardan del frío bajo la marquesina. Y aquella mañana, hacía un viento horrible. Por eso Alex decidió ser uno más bajo aquel techo de cristal, aunque le supusiera llegar 10 minutos tarde a la oficina.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se había sentado en la primera fila tras el espacio reservado para minusválidos. Le gustaba ese asiento, porque podía mirar de forma descarada a quien llegara, y no tener que sentirse culpable por ello. Tenía el poder. Y de esa forma, como si fuera a ser la última vez que sus ojos le regalaban el lujo de observar tal belleza, la vio retirarse el mechón de pelo de la cara; mientras guardaba el abono mensual de transportes en el bolso. Ella se percató.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Le atacaron los nervios al estómago en cuanto su cerebro contempló la idea de acercarse a ella. De conocerla. De saber si va triste o contenta a donde sea que la lleve aquel autobús de Madrid. Julia sintió un respingo en cuanto pensó en la posibilidad que él pudiera levantarse hacia donde ella esperaba. Y así se lo imaginó:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Perdona, ¿te he pisado?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No importa.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Soy Carlos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Yo Julia.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿A dónde vas? - se interesó él.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
-Trabajo a las afueras. En la secretaría de una escuela de idiomas. ¿Y tú?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Llevo la contabilidad de una agencia de publicidad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Vaya…, ¡qué interesante!</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¿Te apetece que nos tomemos unas cervezas esta noche? - él sonrió de lado. Y ella le imitó.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- ¡Claro! Apunta mi número.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El conductor frenó bruscamente. Ella volvió a la realidad y él se dio cuenta de que era su parada. Se levantó y la miró; como si se despidieran. De camino a la oficina, recreó la conversación que habían mantenido, según su imaginación, hacia solo un par de minutos:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Perdona, ¿tienes hora?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Sí, son las 8:15.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Vaya, llego tarde… -la mira de reojo- Soy Alex.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Yo María, encantada. ¿Vas muy lejos?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- No…, trabajo en un bufete de abogados cerca de Plaza Elíptica, ¿tú?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- En una agencia de fotografía –vuelve a retirarse un mechón de pelo de la cara- ¿Quieres que nos tomemos algo esta noche?</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
- Iba a proponerte lo mismo- se intercambiaron tarjetas como quien cruza una mirada. Fácil, sin remordimientos. Sin esperas ni tradiciones amorosas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y eso es lo que duró un momento para ellos. Cinco canciones de Andrés Suárez y seis paradas del E1. Habían vivido una vida de sensaciones en un momento. Ella sintió que aquella mañana le sonreía. Él había sido su superhéroe, y ni siquiera lo sabía.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por todas esas personas que, sin darse cuenta, se convierten en los únicos salvadores de tu mundo. Con una mirada o una sonrisa gratuita. Sin poderes y bajo el anonimato de un guiño de esperanza.</div>
<div style="text-align: center;">
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: center;">
<b>Pilar Gómez Cortés:</b></div>
<b><div style="text-align: center;">
<span style="text-decoration: underline;"><br /></span></div>
</b><div style="text-align: center;">
<b><u>SÚPER HÉROES EN EL RECREO </u></b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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- Tú no puedes jugar. - Le dijo Rubén, con los brazos cruzados, a Paula. </div>
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<br /></div>
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Ella permaneció de pie frente a él, postura defensiva también. Se quitó un mechón de pelo de la cara y levantó la barbilla. </div>
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<br /></div>
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- Claro que puedo. </div>
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<br /></div>
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- No -, reafirmó Rubén. - Eres una chica. Las chicas no pueden ser súper héroes. </div>
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<br /></div>
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- Pues claro que pueden. - Ahora fue Paula quien cruzó los brazos. - Las chicas podemos ser lo que queramos. </div>
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<br /></div>
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Detrás de ellos se había formado un grupito de niños y niñas de su edad. Estaban disfrutando del recreo del colegio. Detrás de Rubén había otros tres niños, dos de ellos se evidenciaban a favor de no dejar jugar a Paula. El tercero, Thiago, no lo tenía tan claro. </div>
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<br /></div>
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- Sí que puede ser súper héroe, Rubén. Déjala jugar. </div>
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<br /></div>
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Rubén pareció pensárselo. </div>
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- Está bien. Serás la chica a la que hay que rescatar. </div>
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<br /></div>
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Cogió del brazo a Paula, para llevársela al otro lado del patio, pero la niña se resistió. </div>
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<br /></div>
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- ¡No! ¡Yo también quiero ser súper héroe! </div>
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<br /></div>
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- ¡No puedes, eres una chica! ¡Las chicas no pueden ser súper héroes! </div>
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<br /></div>
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Paula frunció los labios y pegó una patada en el suelo, frustrada. Todos los niños y niñas que estaban en el patio, ya fuera atentos a la pelea o sin haberse percatado de ella, gritaron a la vez. La patada de Paula había provocado un terremoto que había movido hasta el tobogán. </div>
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<br /></div>
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- He dicho que sí puedo - habló la niña con los dientes apretados, y con un movimiento de manos, pareció acumular algo invisible que enseguida soltó contra el pecho de Rubén. </div>
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El niño cayó hacia atrás empujado por fuerzas que no podía ver, con la sorpresa aún pintada en la cara. En cuestión de dos segundos cambió la expresión por completo, sonrió de medio lado, y se levantó. Sacudió su camiseta, ahí donde parecía haberse golpeado, y se acercó caminando despacio hasta donde esperaba Paula. </div>
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- Escuadrón de la muerte - dijo, inclinando la cabeza hacia sus amigos - ¡En guardia! </div>
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Dos de los tres niños que estaban detrás de Rubén se colocaron a ambos lados de él. Pero Thiago no se movió. Rubén le miró directamente. </div>
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- ¿Qué haces? </div>
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Thiago miró al cielo, parecía meditar. </div>
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- Tu bando no me gusta. - dijo -. Me voy con ella. </div>
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Y, de forma tranquila, se pasó junto a Paula. Junto a ella ya se había posicionado Candela, en actitud defensiva, y Yasmin, algo más atrás, pero con la cabeza alzada altivamente. </div>
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- ¡Liga de la justicia! - gritó Paula - ¡Nos atacan los malos! </div>
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- No se dice malos. Se dice villanos - Corrigió Candela. </div>
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Paula se encogió de hombros y puso los puños en modo defensa. Todos los niños y niñas que había preparados para luchar gritaron a la vez y se atacaron entre ellos. </div>
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- ¡Toma! Mi súper flecha envenenada te ha dado en la pierna - gritó Rubén. </div>
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- Mi escudo de fuerza mega invisible lo ha parado, súper malo. ¡Toma mi mega rayo flúor rompe dientes! - contraatacó Paula. </div>
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- ¡Flus! ¡Flus! ¡Flus! El súper spray anti villanos que mata arañas, cucarachas y moscones. ¡Estás muerto, súper villano! - Candela se había ensañado con David, que estaba en el suelo inmovilizado por la niña. </div>
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- ¡Yasmin! ¡Te he dado con el súper rayo mega malo que hace mucho daño! Te tienes que caer al suelo… </div>
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Los demás habían dejado de atender sus juegos, llamados por los colores y sonidos que se escapaban de la lucha. En algún momento incluso tuvieron que esquivar rayos perdidos, que posiblemente les habrían quemado los zapatos. </div>
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Rubén perseguía a Paula, que se había encaramado a la valla, gritando que estaba en su refugio mega secreto y allí no podía verla. </div>
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Yasmin se había recuperado del rayo mega malo, y ahora perseguía, pala en mano, a David, ayudada por Thiago, que se había quedado sin contrincante al haber huído acobardado. </div>
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Candela había cambiado a David por Aarón, y le tenía en el suelo, inmovilizado y haciéndole cosquillas. </div>
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Las demás niñas y niños jaleaban, no se sabía bien si a favor o en contra. </div>
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De repente un trueno atravesó el cielo y llovieron gotitas de realidad que fue dibujando, de nuevo, su patio de recreo. Todos levantaron la cabeza a tiempo de ver a su profesora, Elena, dando palmadas y llamando al orden. </div>
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- ¡Vamos, chicas, chicos, a clase! </div>
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Paula miró a Rubén, en lo que fue un intento de levantar una ceja, pero que a sus cinco años se quedó bastante pobre. Bajó corriendo de la seguridad de la valla, y se puso junto a Elena. </div>
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- Profe…- Le dijo, llamándole la atención - ¿A que las niñas también podemos ser súper héroes? </div>
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Elena frenó su caminar y se agachó un poco para mirar a la cara a Paula. </div>
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- ¿Qué dices, cariño? </div>
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- ¿A que las niñas también podemos ser súper héroes? </div>
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Elena sonrió. </div>
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- Bueeeno… Súper héroes no - hizo una pausa dramática que dejó en suspenso el corazoncito de Paula -. Nosotras somos súper heroínas, y claro que podemos serlo. - Se levantó y cogió de la mano a la niña -. De hecho, hay muchas súper heroínas. </div>
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- ¿En la tele? </div>
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- En la tele, en los cómics, en los libros… Y hasta en la vida real. -Volvió a mirar a Paula y sonrió. - Aunque las de la vida real no tienen súper poderes. </div>
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Paula se giró, miró a Rubén que iba detrás suyo, y le sacó la lengua. Volvió la vista al frente, alzó la barbilla, orgullosa, y entró en clase junto a su súper heroína favorita.</div>
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<b><br /></b></div>
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<b>Kino Kun:</b></div>
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<b><u>"¿Qué es un superhéroe?" </u></b></div>
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“¿Qué es un superhéroe?” Un chico desde lo alto de un edificio tiene la vista perdida en el horizonte de hormigón y cielo. La pregunta resuena con fuerza en su cabeza. El sol se pone entre los edificios, el viento acaricia su cara y agita su pelo. Su respiración es tranquila y el tiempo pasa despacio, pero “¿qué es un superhéroe?”. Un superhéroe es el que va más allá, el que es capaz de llegar donde la mayoría no puede. Tal vez no pueda llegar a la luna, pero puede dar un paso que el resto de la humanidad no. ¿Pudiera ser que tal vez él…? Un superhéroe lucha contra el villano y la adversidad. Y vence. No… entonces él no puede ser un superhéroe, no está luchando, se está rindiendo… Cierra fuerte sus ojos y una solitaria lágrima resbala por su mejilla derecha. Se agarra con fuerza a la barandilla de la azotea. Sus pies besan el abismo, sus manos tocan el cielo. “¿Qué es un superhéroe?” la pregunta se clava en su sien como mil agujas candentes, penetran en sus adentros y retuercen su alma. Quiere ser un superhéroe, pero teme convertirse en villano. Traga saliva. Un superhéroe cae, pero se levanta y planta cara de nuevo. Aprieta sus dientes y repite para sus adentros: un superhéroe cae, pero se levanta y planta cara de nuevo. Abre los ojos, los abre dos veces mientras en su interior despierta ira por rendirse, casi rendirse. Respira hondo y el latido de su corazón se desata, está vivo. Salta la barandilla, el vacío a sus pies ya no es el camino, ahora el cielo es el techo a romper. Echa a andar, camina ligero, corre y mientras lo hace una capa invisible se agita a su espalda. Un superhéroe cae, pero se levanta y planta cara de nuevo.</div>
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<b><br /></b></div>
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<b>Ismael Miralles:</b></div>
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No podía dormir. No después de lo que había pasado aquella fatídica noche. El sentimiento de culpabilidad oprimía su pecho, asfixiándolo. Es curioso cómo piensan los héroes. Intentan salvar a todo el mundo pero, a veces no son capaces de salvarse a sí mismos. No consiguen borrar los perturbadores pensamientos que con frecuencia les vienen a visitar en mitad de la noche. El asesinato de aquel buen hombre que no pudieron evitar, el niño al que no pudieron rescatar de aquel incendio... Ese cúmulo de situaciones insalvables dejan una huella. Una que no se va. Una que está ahí cada vez que se miran al espejo, cada vez que regresan a la soledad de sus hogares. Un ápice de frustración y rabia que surge irremediablemente de lo más profundo del alma y que atormentan al héroe con una interminable sucesión de preguntas que nunca tendrán respuesta. Hacía unas horas que había vivido otra de esas situaciones. Esta, sin embargo, era diferente a las anteriores. </div>
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<br /></div>
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Con las lágrimas cayendo por sus mejillas, miró el despertador. Las 00:41 am. Había perdido la noción del tiempo de tal forma, que si le hubieran preguntado, habría jurado que había llegado a casa hace 3 horas. Pero no era así. No llevaba ni 30 minutos allí dentro. Repasó los hechos una vez más. </div>
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... </div>
<br /><div style="text-align: justify;">
Hacia las diez de la noche, cuando la oscuridad lo acompañaba, se había enfundado su traje y había subido a su vehículo con dirección al barrio más peligroso de la ciudad. Ese lugar al que nadie quiere ir, donde es más fácil entrar que salir y donde al salir, es más probable que lo hagas con los pies por delante. </div>
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Apenas había gente en la calle, por lo que el coche consiguió pasar desapercibido. Más que de costumbre. Los bloques de edificios parecían no quedar atrás, pues todos eran iguales. Estructuras de ladrillo rojo, rodeadas de basura donde no había lugar para un solo grafiti más. Se aseguró de que nadie lo veía, penetró en el oscuro callejón dando marcha atrás (para poder salir rápidamente en caso de que fuera necesario), y una vez quedó bajo el negro manto de la sombra, apagó el motor y esperó. </div>
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La espera no fue muy larga. Cuando iba a un lugar así nunca lo era. Al final, todo es una cuestión de estadística, solo que aquí no se trataba de los puntos que metía tal jugador o de las asistencias que daba por partido. Se trataba de algo más. De vidas humanas en peligro, de justicia, de principios... </div>
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Había percibido los gritos de una mujer. Provenían de un lugar cercano y podía intuirse que se trataba de una mujer joven. En realidad, no habría necesitado escuchar el timbre de su voz para saber eso. Una violación era el pan de cada día en aquel lugar. Rara era la semana en que no se producían más de dos violaciones en los suburbios. Al final todo es una cuestión de estadística... </div>
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<br /></div>
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El llanto daba paso al grito, el grito daba paso al llanto, y luego nada. Nuestro héroe sabía lo que eso significaba. La víctima había aceptado su destino, había comprendido que no tenía nada que hacer e intentaba escapar emocionalmente de allí. Aquello no estaba pasando, pensaba. </div>
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<br /></div>
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Desde la distancia, observó como aquel repugnante hombre deslizaba su mano derecha por debajo del cuello de la pobre chica. Imaginó que aquello se debía a que el agresor blandía en dicha mano, una navaja. Era lo habitual. La escena tenía lugar en un parque, justo debajo de una farola que el ayuntamiento había decidido apagar para reducir los gastos de luz. </div>
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<br /></div>
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Debía proceder con extrema cautela. Un paso en falso podía tener circunstancias terribles. Conforme se acercaba al sujeto por la espalda, más oía los jadeos del hijo de puta. En un momento dado dejó de oírlos, pues los latidos de su propio corazón los sustituyeron, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, con un rápido gesto, sujetó el brazo derecho del tipo y lo separó del cuello de la mujer. Al mismo tiempo, su codo izquierdo impactó fuertemente contra su cabeza. El impacto dejó al hombre inconsciente boca abajo en el suelo. La pobre chica lloraba y temblaba tanto que también cayó. </div>
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<br /></div>
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Agarró al hijo de puta y lo volteó poniéndolo boca arriba. Acercó su rostro al suyo y en él no solo vio al violador que era, también vio al asesino de aquel buen hombre, al pirómano que provocó el incendio donde murió aquel niño, a todos los criminales a los que había frenado. Lo que vio fue maldad. La maldad en sus ojos. En ese momento, una fuerza irresistible y una ira sin parangón penetraron en él. Comenzó a golpear con todas sus fuerzas el rostro del tipo. No sabría decir cuantas veces lo golpeó, pero lo que sí sabía es que en algún momento, tal vez al golpearle con el codo, tal vez al primer puñetazo, o tal vez con el último, aquel hombre había muerto. </div>
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<br /></div>
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Se levantó y se alejó del parque caminando lentamente y sin decir nada. Regresó al vehículo y condujo hasta casa. </div>
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<br /></div>
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... </div>
<br /><div style="text-align: justify;">
Lloraba como un niño. Desconsolado. Sabía lo que tenía que hacer. A la mañana siguiente iría a comisaria. Devolvería el arma y la placa y lo confesaría todo. Había sido un héroe durante más de 20 años cada día de su vida. Una trayectoria admirable e intachable que ya nadie recordaría. Solo se recordaría aquel episodio. El día en que el héroe vivió lo suficiente como para verse convertido en un villano.</div>
Blas Ruiz Escritorhttp://www.blogger.com/profile/13940609851291745310noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-75860064877545095052016-05-04T13:21:00.003+02:002016-05-04T13:21:59.938+02:00La importancia de nacer de manera correcta.Antes que nada, queridos lectores, este pseudoartículo que voy a escribir no tratará de ser el azote de las conciencias. No, no quiero ir por ahí, aunque lo pueda parecer.<br />
Esto es sólo una reflexión que yo mismo me he planteado esta mañana al poco de despertar. Siendo más concreto, en el momento que mi hijo me ha despertado pidiéndome el biberón.<br />
Como todas las mañanas he ido a la cocina, he agarrado el biberón y he vertido leche en él. Lo he calentado, le he agregado cereales y me he puesto a dárselo. Con el primer sorbo y al comprobar su expresión de alivio al comenzar a saciar el hambre, me he preguntado qué sería de mí si no dispusiera de ese alimento para darle. Cómo sería el día a día de mi hijo, cómo sería su rostro, su expresión. Cómo sería si no tuviera esa ropa que por suerte tengo todos los días para ponerle sin repetir con el día anterior. Cómo sería su vida sin juguetes, sin que yo mismo pudiera tener alegría para jugar con él y tratar que sea feliz pues mis preocupaciones son otras, quizá no tan graves como si no tuviera todo lo descrito anteriormente.<br />
Y es que si nos ponemos a pensar en todo ese tipo de carencias, somos tan radicales que enseguida nos imaginamos a ese niño de color, con la tripita gorda y rodeado de insectos que solemos ver casi todos los días en televisión. Obviamos de forma casi automática que esos casos en los que los padres no pueden proporcionar aspectos tan básicos y que consideramos tan cotidianos, se pueden encontrar tan solo a unos metros de nosotros.<br />
Sí, puede que hasta en tu propio edificio hayan padres que no pueden proporcionar un mínimo de tres comidas diarias a sus hijos, ni quitándose ellos mismos el alimento son capaces de conseguirlo.<br />
Eso me hace preguntarme qué factores tienen que ver para que esto ocurra. Olvidémonos de los gobiernos que despilfarran millones en gastos innecesarios, olvidémonos de empresarios usureros que explotan a trabajadores sólo con el objetivo de ver crecer su cuenta corriente. Olvidémonos de todo eso y centrémonos en un niño que acaba de nacer. Yo por ejemplo lo hago en el caso de mi hijo. Él tuvo la suerte de nacer con unos padres que, aunque no pueden darle caprichos, sí le pueden proporcionar lo mínimo para que tenga un desarrollo "normal". Pero, ¿y si hubiera nacido en otra familia sin esos mínimos recursos? ¿Y si hubiera nacido como miles de niños en este país, que lo hacen en esas condiciones? ¿Y si yo no le hubiera podido dar ese biberón esta mañana, o la comida que estoy a punto de darle?<br />
Sé que vemos el problema de manera lejana, pero puede que sea un buen momento para pararnos y reflexionar sobre nuestra propia suerte. Sí, tenemos mucha suerte y no somos conscientes de ello.<br />
Lo malo de todo esto es que pensamos que otros solucionarán el embrollo por nosotros y ahí nos quedamos. No quiero que lleguéis a entender que tenéis que sentiros mal por haber tenido esa suerte, ni mucho menos. Dad gracias por ello. Pero quizá en vuestra mano esté el aportar vuestro granito de arena de las mil millones formas que se puede. Si os paráis a reflexionar por un momento, una playa está formada por unos cuantos granitos de arena.<br />
También os pido que no os toméis esta reflexión como algo demagógico, no lo pretendo.<br />
Gracias por vuestra atención.Blas Ruiz Escritorhttp://www.blogger.com/profile/13940609851291745310noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-31776405673078381982016-04-09T17:53:00.001+02:002016-04-09T17:53:46.715+02:00Mi próximo lanzamiento es:¡Una novela infantil!<br />
<br />
Sí, como lo leéis. Supongo que muchos no esperabais este cambio radical de registro y de público, pero no es un cambio en sí tal y como suena.<br />
<br />
La cosa viene de unos alumnos de sexto A que han conseguido romper todos mis esquemas. Sí, como suena. Los conocí a través de su profesora, Mariajo Alcalde (o ellos me conocieron a mí, el orden en este caso no importa), pero han conseguido que dejara lo que estaba haciendo y decidiera escribir una novela para ellos. Una novela que a su vez serviría para colaborar con los más desfavorecidos pues ellos mismos se encargarían de venderla y recaudar fondos para la ONG que eligieran. Pues bien, ya tenemos ONG, será Proyde.<br />
<br />
Proyde se dedica principalmente a esto (palabras de ellos mismos): "La misión de PROYDE es contribuir, con nuestro trabajo y nuestro testimonio, a la construcción de un mundo en el que todas las personas vivan dignamente. La fraternidad, el derecho a la educación y la conversión personal, están en la base de esta vinculación."<br />
<br />
Su idea de que la educación llegue a todos me gusta. Me encanta. Y no puedo no contribuir en esta labor. Es por eso que igual que sucedió con Kryptos, cedo el cien por cien de la venta a esta causa. Sí, no voy a ganar un puto duro en mi vida como escritor, lo sé, pero tranquis que ya me lo cobraré con mis próximas novelas "adultas", muhajajaja.<br />
<br />
La novela será una historia infantil sobre superhéroes, de la que todavía no os desvelaré nada salvo el título y la portada (cómo no, obra del GRANDÍSIMO Chevi de Frutos, quién ya colaboró en Kryptos y también ha cedido su trabajo para esta obra)<br />
<br />
Se titulará: Escuadrón Gamma, y su portada será ésta:<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhNQ3d0NpvUir9wU3YzttqRSM_d1wz5sfo_hVwUMwyxOTX5rSPWqlGKfsKYwAK8kfvCM-w0rmwbKKYJ7x45wDqW2VaSMX32iiHArdBAnH36GSVZsfh1Z_kgxM8m8kHqlHJpzL5zCyJk55CL/s1600/pORTADA+Escuadron+Gamma+final+2.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhNQ3d0NpvUir9wU3YzttqRSM_d1wz5sfo_hVwUMwyxOTX5rSPWqlGKfsKYwAK8kfvCM-w0rmwbKKYJ7x45wDqW2VaSMX32iiHArdBAnH36GSVZsfh1Z_kgxM8m8kHqlHJpzL5zCyJk55CL/s320/pORTADA+Escuadron+Gamma+final+2.jpg" width="193" /></a></div>
<br />
<br />
¿Os gusta?<br />
<br />
Es que Chevi es un crack. La novela, además contará con ilustraciones de los propios alumnos del colegio Lourdes de Valladolid, esos que me han llevado a esta locura y esos por los que ahora mismo lo daría todo. Son la caña. SON LA CAÑA.<br />
<br />
Si no pasa nada estará disponible en las plataformas habituales a principios del mes de Mayo (sí, queda nada!!), por lo que os iré contando más cositas, como su sinopsis y esas cosas.<br />
<br />
Por lo pronto me podéis ir contando qué os ha parecido todo esto.<br />
<br />
Un abrazo y gracias a todos por estar ahí!!Blas Ruiz Escritorhttp://www.blogger.com/profile/13940609851291745310noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-67914418107942483272016-03-18T13:52:00.000+01:002016-03-18T13:52:19.421+01:00Un poquito de novedades.<div style="text-align: justify;">
Hola, queridos y queridas.</div>
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<br /></div>
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Ante todo disculpad lo abandonado que tengo esto, pero es que creo que llevo más cosas de las que puedo y tengo que priorizar. No quiero decir con eso que no considere importante este blog ni lo que estaba haciendo a través de él (Tres), es solo que he tenido que establecer un orden en cuanto a tareas y esto ha tenido que quedar un poco apartado.</div>
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<br /></div>
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¿Qué es lo que hago que tan ocupado me tiene?</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pues veréis, como sabéis gané el concurso que organizaba Ediciones Arconte con mi novela inédita "Siete días de marzo". Eso implica que pronto será publicada en papel por la editorial y, cómo no, hay que trabajar en correcciones y demás, lo que se lleva una buena parte de mi tiempo. Como ya conté en la entrevista que me hicieron en el programa Más de Uno de Onda Cero (enlace pinchando <a href="https://www.youtube.com/watch?v=UeiRqISZaf4" target="_blank">Aquí</a>), la historia será muy dura. Estará centrada en la posguerra española, con represión, injusticia y un Madrid sumido en la más completa miseria. Pero no perderá esa esencia de otras novelas. Vamos, que el thriller no va a desaparecer así como así.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Además, acabo de terminar del todo #LaQuintaDeBlas. Una novela que como es contado en más de una ocasión, no os va a dejar indiferentes, para bien o para mal. Para que llegue a vuestras manos todavía falta algo, pero lo hará con una sorpresa que muy pocos imagináis. Muhajajajaja.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por otro lado sigo colaborando en lo que puedo en las causas que creo justas, por lo que estoy escribiendo una novela infantil para los niños de sexto "A" (y para todos en general, of course) del colegio Lourdes de Valladolid. Es un proyecto muy bonito porque ellos me ayudan ilustrando con sus dibujos la novela y se encargarán de su venta. Todo lo que se recaude irá destinado a la causa social que ellos elijan. Estoy disfrutando mucho con esto porque, simplemente, me estoy dejando llevar y estoy escribiendo algo muy alejado de lo que suelo hacer. Sin más preocupación de que los niños disfruten leyéndola. Es algo que no había vivido nunca.</div>
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<br /></div>
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Y sí, sigo con mis otros proyectos como colaborar con De Krakens y Sirenas, subir algún vídeo con reseñas o consejos en mi canal de Youtube y demás, por lo que de momento dejo aparcado el tema de Tres. Más que nada porque si lo hago, lo hago bien, no por compromiso de tener que acabarlo. Creo que os lo debo así y así será. Espero sepáis disculpar este parón, pero os prometo que cuando vuelva con él lo haré con más fuerza que nunca, si cabe.</div>
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Y dicho esto, nada más, intentaré darle algo de vida al blog con alguna reflexión o algo así, pero todo según vaya encontrando tiempo, que como veis no me sobra. </div>
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Un abrazo y nos leemos, guapos y guapas míos.</div>
<br />Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-44131829765093924162015-12-19T11:45:00.000+01:002015-12-19T11:47:36.816+01:00Capítulo 13<div class="p1">
<b></b><br /></div>
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<b>Capítulo 13</b></div>
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<span class="Apple-tab-span"> </span></div>
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Zimmerman caminaba fuera de la estancia donde el había aparecido asesinado el conservador. Lo hacía nervioso y sin poder dejar de mirar hacia la posición en la que el equipo de criminalística de la Gendarmería Vaticana ya trabajaba con los cuerpos de sus dos hombres fallecidos.</div>
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La idea de no tener el control era la que de verdad estaba consiguiendo esa sensación de ahogo en él. Miró hacia su derecha, Fimiani estaba sentado en el suelo, cabizbajo, esperaba a que el inspector Salvano saliera de la habitación, en la que estaba con Sessta.</div>
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No mantenía una relación demasiado estrecha con el Inspector General, pero lo conocía lo suficiente como para saber que Sessta no tragaba a Salvano. A él, ni fu ni fa, no era el tipo de persona con el que saldría a tomar unas cervezas después del trabajo —si bebiera alcohol, cosa que no hacía, claro—, pero no le molestaba el inspector. Era más, le parecía un buen policía.</div>
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Dentro del Vaticano, después del Comandante, Zimmerman era la persona con más autoridad en temas de seguridad, pero era consciente de que Sessta, a base de mano firme e implacable se había ganado el favor de ciertos personajes que le habían conferido un poder más grande del que él mismo mostraba. Era adorado y temido a partes iguales y eso era algo que él no le gustaba ni un pelo.</div>
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La voz de Salvano le sacó de sus pensamientos.</div>
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—Ha recreado exactamente el mismo asesinato que en Santa Marta.</div>
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Fimiani se incorporó de inmediato al ver a ambos inspectores salir.</div>
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—Hay algo que debemos confirmar —Paolo se dirigió hacia Zimmerman—, el Inspector Sessta me ha comentado que el Conservador podría ser Portugués, ¿podría confirmármelo?</div>
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Zimmerman, sin comprender por qué era relevante ese dato, asintió con la cabeza.</div>
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—Pero su apellido es Testi. Es italiano —añadió Paolo.</div>
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—Según tengo entendido, al llegar a Roma se cambió el apellido por el de un antepasado suyo. Muchos lo hacen. Sienten que un apellido italiano es más acorde con el cargo que ocupan. No recuerdo a ciencia cierta si era Mendes su apellido, pero creo que era algo así.</div>
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—Me lo temía… —comentó Paolo agachando la cabeza.</div>
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—¿Me he perdido algo?</div>
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Paolo iba a explicarle su teoría —en realidad, más bien la teoría de Fimiani— cuando un hombre obeso, vestido con una larga sotana hasta los talones, una banda roja alrededor de la cintura que simbolizaba la entrega a Cristo y un birrete del mismo color detrás de la cabeza. Su rostro permanecía tranquilo a pesar de caminar a un paso visiblemente ligero. Quizá lo tenía demasiado bien ensayado.</div>
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Paolo miró a Fimiani, que a su vez miraba al cardenal casi sin color en el rostro.</div>
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El hombre se paró frente a Fimiani, que no vaciló en apresurarse para besar el anillo que éste le mostraba.</div>
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—Ilustrísima, ¿cómo usted por aquí?</div>
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—Déjese de cortesías, Fimiani, ¿qué ha pasado?</div>
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—El Conservador, así como dos miembros de la Guardia Suiza han sido asesinados.</div>
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—¿Ha sido él?</div>
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—Eso piensa el inspector Salvano, que es quien lleva de manera oficial la investigación.</div>
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A Paolo le chocó esa última frase. Enseguida comprendió que con lo de oficial se refería a que lo que estaba ocurriendo dentro del Vaticano, jamás saldría de sus paredes, por lo que en realidad no estaba sucediendo.</div>
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—Bien —dijo el hombre sin cambiar su rostro—. Ahora explíqueme qué hacía usted aquí.</div>
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Fimiani tragó saliva. Aunque intentó que no se le notase el nerviosismo.</div>
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—Verá, cardenal Allamand, tengo la gran sospecha de que la tercera profecía, la que viene después de la muerte de los apóstoles pecadores, es en realidad la tercera profecía de Fátima.</div>
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El cardenal por fin modificó su rostro enarcando unos milímetros la ceja.</div>
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—¿Qué? —Se limitó a decir.</div>
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—Déjeme que le explique. Hay una serie de indicios que no me dejan pensar otra cosa. Por una parte, tanto el cardenal Sousa como el Conservador, son de origen portugués, como los tres niños que participaron en el milagro de Nuestra Señora. Ambos asesinatos representan a Santa Lucía, ya que se les ha arrancado los ojos y puesto en una bandeja de plata, como a la santa. Ambos aparecen rezando a la Virgen, en clara alusión a lo que sucedió en Fátima.</div>
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—Pero eso no es concluyente —el cardenal interrumpió a Fimiani.</div>
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—Pero hay más. En París, en dos nuevos crímenes relacionados con éstos, se ha encontrado una alusión a Lucía con la etimología de su nombre. Y lo peor no es eso, se ha encontrado un casquillo de bala del arma con la que se disparó a Juan Pablo II en el atentado, así como restos de su sangre en la nota en la que se nombraba a Lucía.</div>
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El cardenal quedó unos segundos en silencio. Ahora sí que había modificado su rostro por el de un hombre sumamente preocupado.</div>
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—Pero eso es imposible… El arma está en esa misma habitación —dijo señalando hacia la estancia antes custodiada por el Conservador.</div>
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—Ilustrísima, permítame que intervenga —digo Sessta—, el arma no está, la caja está vacía, es lo primero que he comprobado. La he mandado a analizar, aunque dudo que encontremos algo concluyente.</div>
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—¿Y para qué han robado el arma? —Quiso saber el cardenal.</div>
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—Le ruego me disculpe por lo que le voy a decir —habló de nuevo Fimiani—, pero tengo mis sospechas de que el Santo Padre ha sido asesinado con ese arma —no quiso meter de por medio al camarlengo, era su forma de agradecerle que le hubiera dejado acceder al secreto lugar. Además, los problemas que podría buscarse al enterarse Allamand de que sabía lo del Papa, podrían ser de una magnitud inimaginable. Esperó que el camarlengo supiera mentir cuando le pidieran explicaciones o los dos estarían acabados—.</div>
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Sessta miró con los ojos muy abiertos hacia el cardenal. ¿Cómo se había atrevido ese cura a hacer una afirmación de ese tipo? Si el Papa hubiera muerto asesinado, él lo sabría. Zimmerman lo sabría. Y a juzgar por su rostro, tampoco tenía ni idea de lo ocurrido.</div>
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—Me temo que está en lo cierto —dijo el cardenal haciendo que a casi todos les recorriera una gota de sudor por la espalda—. Es algo que nadie sabe y que nadie debe saber bajo riesgo de excomunión. Sí, el Santo Padre murió de un disparo en el pecho. No sabemos el momento exacto en que ocurrió, a Su Santidad le gustaba pasar largas horas de soledad para comunicarse con su padre. En sus últimos días, esas ansias de soledad crecieron el doble, como si supiera que su fin estaba próximo. No pensé que esto tuviera relación con el caso anterior, no es la primera vez que un Papa muere asesinado. Aparte de los casos conocidos, hay muchos, digamos, encubiertos por el bien del cristianismo.</div>
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Zimmerman y Sessta no pudieron evitar mirarse. Se sentían como simples monigotes, aunque sabían que no era la primera vez que se les ocultaba algo de una índole semejante.</div>
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—De igual manera, Fimiani, dudo que esto tenga que ver con la tercera profecía de Nuestra Señora de Fátima. Son coincidencias, sí, pero no la hay.</div>
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—Perdone que le insista, su Ilustrísima, pero el atentado de Juan Pablo II en 1981 se dice que estaba profetiz…</div>
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—No insista, padre —el tono del cardenal se endureció—. No tiene nada que ver. La carta en la que Sor Lucía relató la tercera profecía no dice nada de eso. Sabe de sobra que he sido, aparte del Papa, maldito por leer su contenido y le aseguro que no tiene nada que ver con esto. Supongo que bajaba con la idea de leerla y espero, por su bien, que no lo haya hecho.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No —mintió agachando la cabeza—, en cuanto vimos lo que había sucedido avisamos rápido. Aunque le confieso que sí quería hacerlo para comprender un poco más todo lo que está pasando. Pero si usted dice que no, debo creerle. Sé que dice la verdad.</div>
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Allemand miró a Sessta, esperando una confirmación de si éste último había comprobado el estado de la carta, tal y como él le había pedido. El inspector hizo un leve asentimiento, verificando que todo estaba en su lugar sin apariencia de haber sido manipulado.</div>
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—Bien, padre. Ahora olvídese de las profecías de sor Lucía y céntrense en otras vías. No se preocupen por todo el caos que hay aquí abajo, estoy seguro que el Inspector General Sessta, ayudado por el Capitán Zimmerman sabrán ocuparse de todo. Si acaso necesitan su ayuda o la del inspector, se lo harán saber. Ahora vuelvan a sus quehaceres. Gracias.</div>
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Fimiani volvió a besar el anillo del cardenal y miró a Paolo, indicando que ahí no hacían nada. Éste comenzó a andar a la vez que el sacerdote. Esperó haberse alejado unos metros hasta preguntarle a éste por ese incómodo encuentro.</div>
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—¿Qué ha pasado exactamente con ese cardenal? Nunca le había visto temer a nadie, ni siquiera tras su encuentro con el asesino cuando casi es usted un nuevo cadáver en la mesa del forense y ahora casi le he visto temblar —quiso saber el inspector.</div>
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—Ese hombre es la persona a la que más se puede temer dentro del Vaticano.</div>
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—Venga ya, ¿de verdad le tiene usted pavor a un simple ser humano?</div>
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—No es un simple ser humano. ¿Recuerda la Inquisición?</div>
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Paolo asintió.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Pues el cardenal Allamand es el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Es la Inquisición de hoy en día. No tiene ni idea de lo que es capaz ese hombre. Puede acabar con nosotros y que jamás encuentren nuestros cuerpos sin que nos hayamos dado cuenta de qué está pasando. Cuanto más lejos estemos de él mejor.</div>
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—Joder, no tenía ni idea.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Creo que intuye que sí he visto la carta, lo conozco y hay algo que no me ha gustado en su tono cordial. Ahora no sé qué vamos a hacer.</div>
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—Pero tenemos la copia, algo podremos hacer —comentó Paolo bajando el tono de voz hacia uno apenas audible.</div>
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—Sí y no. Tenemos que ir a Fátima y nos va a ser imposible. Sé que ahora va a estar encima de nosotros.</div>
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—¿A Fátima? —Preguntó muy sorprendido.</div>
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—Sí. Ahora le explicaré, pero a ver cómo lo hacemos, es esencial.</div>
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Ambos montaron en el ascensor pensativos. No tenían ni idea de cómo proceder.</div>
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Zimmerman hablaba por teléfono con alguien del cuartel, por lo que el cardenal Allamand aprovechó para acercarse a Sessta.</div>
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—Inspector, creo que ya sabe cómo proceder. Sígalos muy de cerca, si tiene que actuar, tiene mi permiso.</div>
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—No le fallaré, Ilustrísima, nunca lo he hecho.</div>
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Pocos sabían que Sessta era en realidad el brazo ejecutor de la Congreación para la Doctrina de la Fe y, los que sí, callarían por miedo a lo que les pudiera suceder.</div>
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Sessta se encaminó hacia la salida por el largo pasillo sonriente. Tenía autorización para meterle un balazo entre las cejas al inspector de los Carabinieri y no pensaba perder esa oportunidad.</div>
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—¿No puede contarnos nada más? —Le preguntó el intérprete mientras el agente de la <i>Gendarmerie Nationale</i> tomaba nota de lo que a su vez traducía éste.</div>
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—Siento no poder serles de ayuda. Ya les he contado todo.</div>
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El intérprete hizo un resumen de lo que había declarado.</div>
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—Entonces dice que un desconocido los abordó a punta de pistola, que les hablaba en inglés, les hizo meterse en el callejón. Al no entender lo que les requería y ustedes no entregarle el dinero, se puso muy nervioso e iba a dispararles, pero justo en el momento en el que lo iba a hacer, ese señor —dijo señalando al mendigo que estaba sentado un par de metros a su derecha—, golpeó al agresor por detrás en la cabeza haciendo que cayera al suelo. La mala suerte hizo que cuando lo golpeó estuviera disparando, pero la buena que del propio golpe saliera desviado y la bala le alcanzara la parte superior del brazo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás asintió, era justo como lo había relatado.</div>
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—Déjeme decirle que usted ha vuelto a nacer. Creo que debería agradecer a ese mendigo que le haya salvado la vida. Pero sobre todo espero que no se lleve una imagen equivocada de París, son casos aislados, a casi nadie le suele ocurrir algo parecido.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Lo sé, ha sido mala suerte —respondió Nicolás sonriente mientras miraba su bíceps vendado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Pues firme aquí y esto servirá como denuncia. Es un intento de homicidio, ese mal nacido pasará una buena temporada en la sombra.</div>
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Nicolás firmó encantado.</div>
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Acto seguido recordó, una vez más, cómo había sucedido todo. </div>
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Justo después de recibir el balazo en el brazo tras el desvío por el golpe, vio cómo el mendigo se echaba encima de su agresor, impidiendo que, en caso de despertar del duro golpe, pudiera moverse. Intentó actuar con cabeza fría y acordó con Carolina que lo mejor era avisar a la policía y actuar como si de un atraco se tratara. Así se asegurarían la detención del malhechor. Estaban seguros que este no iba a cantar en comisaría. Si lo hacía seguro que la Sociedad se encargaría de darle boleto.</div>
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Miró a Carolina, ésta le devolvió la mirada acompañada de una sonrisa. A pesar de lo crítico de la situación, habían conseguido sobrevivir un día más. Y dado como estaban las cosas, era mucho.</div>
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Nicolás se había sorprendido gratamente al ver cómo, su novia, en un momento de lucidez sin precedentes pues si no lo hubiera hecho se hubiera desmontado toda su mentira, había agarrado un trozo de papel de un contenedor y, aprovechando que el mendigo estaba concentrado en que no se moviera el agresor, había desmontado el silenciador del arma y lo había arrojado al propio contenedor, echando varias bolsas de basura por encima y asegurándose de que quedara bien oculto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Un atracador con silenciador en el arma no era algo demasiado común.</div>
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—Está bien, señor Valdés —dijo nada más entrar la agradable médica que lo había estado atendiendo desde su llegada al hospital, hacía un par de horas ya—, como sospechaba y confirma esta radiografía, la bala ha entrado y ha salido sin tocar hueso ni arterias. Sólo músculo, le dolerá, bastante, pero podrá pasar. De verdad, no sabe la suerte que ha tenido.</div>
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Suerte. Era la enésima vez que escuchaba esa palabra. Aunque no le molestaba.</div>
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—Muchísimas gracias, la verdad es que no me puedo quejar —contestó poniendo su mejor cara.</div>
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—Perfecto, pues ya tiene el alta. En el propio papel le he recetado unos calmantes. Hay una farmacia cercana donde los puede comprar. Tómese según el dolor cada ocho o cada seis horas. También podría alternados cada cuatro en caso de dolor extremo, pero eso ya usted lo sabrá. Espero que pueda disfrutar de lo que le queda de vacaciones sin ningún sobresalto. Aunque podrá decir que lleva París marcado en sí mismo para siempre —añadió sonriendo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Tanto Nicolás como Carolina hicieron lo propio.</div>
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—Una última cosa —dijo Nicolás a la doctora, que ya se disponía a salir del box en el que se encontraban—, como no voy a entender lo que me diga, ni él a mí, haga el favor, déle esto a nuestro salvador.</div>
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Nicolás abrió su cartera y extrajo casi todo el dinero que llevaba encima, dejando dentro lo justo para poder ir a su destino y lo colocó encima de la mano de la médica. </div>
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—No le doy más porque simplemente no llevo. Si no, lo haría. Dígale que siempre le estaremos agradecidos de por vida. Que por favor, que no malgaste este dinero en alcohol. Que coma.</div>
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Ésta sin perder la sonrisa lo hizo. El hombre casi se echó a llorar. Sin mediar palabra se acercó hasta Nicolás con la mano tendida.</div>
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Este último la rechazó para ofrecerle un abrazo.</div>
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—Gracias —le dijo al separarse.</div>
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El mendigo sonrió.</div>
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Una vez Nicolás hubo firmado los papeles necesarios salió del hospital junto a Carolina. A pesar del contratiempo, no podían quedarse quietos. Debían de ir cuanto antes al punto deseado.</div>
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—Antes de nada, debo de hacer algo. Es por nuestra propia seguridad —comentó el inspector a la joven.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ésta lo miró sin saber qué quería decir. Nicolás extrajo su teléfono móvil del bolsillo. Marcó un número.</div>
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Esperó a que descolgaran.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Alfonso —dijo nada más oír el “¿sí?” de su interlocutor—, soy Nicolás. Te aparecerá un número extraño porque estoy en París.</div>
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—¡Hombre, Nicolás! —Contestó el jefe y a la vez amigo del inspector— Qué cabroncete, así que te has largado a París de vacaciones, para eso la excedencia, ¿no?</div>
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—Ehm… —dudó—, no, a ver… ya sabes en lo que estoy metido. Al menos lo imaginas…</div>
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Alfonso tardó unos instantes antes de contestar. Conocía a la perfección la historia.</div>
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—Más o menos.</div>
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—Pues sin preguntas debo pedirte un favor que sólo tú me puedes conseguir.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Nicolás, me estás acojonando.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Necesito un arma.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿¡Estás loco!? No puedo hacer eso. ¿Quieres que acabemos los dos en la puta calle? Ni loco pienso conseguirte un arma, a saber para qué coño la quieres.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No es lo que piensas, Alfonso. Es para protección, Carolina y yo hemos sufrido un par de ataques en los dos últimos días y hemos estado a punto de no contarlo. De haber llevado un arma esto no habría pasado.</div>
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—¿Qué pasó?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Ahora eso no importa. Lo importante es que necesito un arma y la necesito ya. No soy imbécil, te conozco como si te hubiera parido y sé que conservas contactos en todos lados para estas cosas. No me falles, por favor. Quiero que la mandes a ésta dirección en Rennes-Le-Château —era la dirección del hotel en la que tenían planeado pasar la noche una vez llegaran al pueblo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Me cago en tu puta madre, Nicolás. Dame un rato, te llamo en conseguirte algo. ¿Has dicho Rennes-Le-Château, no? —Preguntó retóricamente—. Está bien, pero si te pillan negaré todo, te lo cargarás tú y encima te pondré de patitas en la calle. Me da igual que seas el puto mejor policía de la historia. ¿Entendido?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sabes que sí. Otra cosa, intenta que, de alguna manera el banco bloquee el rastreo que se puede hacer del uso de mi tarjeta de crédito. Voy a necesitar pasta y no quiero que me puedan localizar si uso la tarjeta. Alega misión policial secreta o lo que te salga de los cojones, pero que desactiven eso ya.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Joder, Nicolás, menuda tardecita me vas a dar. Enseguida te llamo. Estáte atento. Y lleva cuidado, joder.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Colgó.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Ya está, ya podemos ir —dijo éste a Carolina, que lo miraba sorprendida por la conversación que acababa de tener.</div>
<br />
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Tomaron un taxi en la parada que el propio hospital tenía. Indicaron la dirección al taxista. La parada de autobuses se les había alejado algo por el contratiempo. Ya no podían perder más minutos.<br />
<br />
<br />
NOTA DEL AUTOR: Éste será el último capítulo hasta que pasen las navidades. He de hacer un parón (necesario). Espero lo entendáis y lo esperéis con ganas!!</div>
Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-56114124099874041762015-12-15T11:00:00.000+01:002015-12-15T11:00:00.728+01:00Capítulo 12<div class="p1">
<b></b><br /></div>
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<b></b><br /></div>
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<b></b><br /></div>
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<b>Capítulo 12</b></div>
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<br /></div>
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<div class="p4">
<span class="Apple-tab-span"> </span></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Tanto Fimiani como Paolo andaban a paso apresurado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El sacerdote tenía muy claro lo que necesitaba, pero era consciente de los impedimentos que le iban a ser puestos. Lo que quería hacer estaba vetado para la mayoría de los mortales. Aun así, no le quedaba otra que intentarlo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Accedieron al Palacio Apostólico gracias a la acreditación de Fimiani. Ésta era para acceso casi a todos los rincones del Vaticano y que además permitía el acompañamiento de una persona que sólo tenía que limitarse a mostrar su pasaporte —para demostrar que no tenía causas pendientes—.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El lugar habitual al que se hubiera dirigido sería al Apartamento Pontificio, situado en la tercera planta y lugar donde se encontraba situado el despacho Papal. Pero en período de Sede Vacante, éstos estaban precintados a la espera de su nuevo ocupante.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
En la misma planta, metros antes de llegar ahí, se encontraba el despacho del camarlengo. Sabía que lo encontraría ahí a esas horas, a pesar de que ya habían comenzado las novenas por el descanso eterno del difunto sucesor de Pedro.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Adelante —dijo la voz desde el interior como respuesta a la llamada de Fimiani.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ambos entraron.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Padre Fimiani —dijo éste sorprendido y algo nervioso al verlo acompañado de Paolo. Lo recordaba del incidente que hubo hacía un par de semanas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Necesito un permiso especial. Tiene que ver con lo que hablamos ayer.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Pero, padre, sabe que las autopsias están prohibidas, no puedo autorizar eso.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No, tranquilo, es otra cosa —Fimiani agradeció su suerte al nombrar el camarlengo ese asunto. Ahora, lo que le pidiera sería una nimiedad comparado con eso.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Entonces?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Necesito acceso a los Archivos Secretos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Y para eso tanto revuelo? Tienes acceso a los Archivos, lo sabes de sobra.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No a esa parte de los Archivos, ya sabe a lo que me refiero.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo miraba tenso al camarlengo, el sacerdote le había explicado durante el trayecto su teoría y desde entonces tenía todos los músculos agarrotados. </div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No. Eso no lo puedo autorizar. Puede echárseme encima todos los cardenales. Ni siquiera ellos tienen acceso a ese lugar.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Hay uno que sí.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Ése no cuenta. Es el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Sólo él, el Conservador y el Papa pueden acceder a ellos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Por orden del Papa podría acceder quien él dijera.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Su Santidad fue enterrada ayer.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Usted ocupa su cargo en período de Sede Vacante. Sus órdenes, son las órdenes del Papa.</div>
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El camarlengo se quedó pensativo. No sabía qué hacer.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Para qué necesita acceder a esa parte?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Fimiani le contó sus sospechas. La cara del hombre fue variando a medida que avanzaba la historia.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Lo que usted necesita —comentó al fin el camarlengo mientras se quitaba las gafas y las limpiaba con su propia sotana— es uno de los objetos más preciados de la cristiandad. Es tan valioso como peligroso.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Por eso necesito conocerlo a fondo. Necesito saber a qué nos enfrentamos. El reloj sigue avanzando y no podemos quedarnos de brazos cruzados.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No puedo dejar que accedas, los cardenales pondrían el grito en el cielo si se enteraran, y de hecho lo harán porque uno de ellos es el Prefecto.</div>
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—No quería hacer esto, pero… ¿De la misma manera que lo pondrían si supieran que les ha ocultado cómo murió realmente el Santo Padre?</div>
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El camarlengo se puso blanco. Tragó saliva antes de hablar.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No… puedes hacerme eso…</div>
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—Si no tengo más remedio lo haré. No puedo dejar que siga muriendo gente por una estúpida ley eclesiástica.</div>
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—Las leyes se hicieron… para cumplirlas… —musitó.</div>
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—Y también para adecuarlas a cada situación. Ahora es el momento. Fírmame un acceso con el sello papal. Prometo centrarme sólo en lo que busco.</div>
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El hombre se sentía mareado. Miró al policía, permanecía impasible. Había dejado todo el peso de la conversación a Fimiani y ni siquiera había intervenido.</div>
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Sin más, dio media vuelta y se dirigió hacia su de mesa. Tomó asiento, abrió el cajón y extrajo un papel con el símbolo de las llaves cruzadas boca abajo, un trozo de vela para lacrar y un mechero. Con el mechero encendió un cirio que había en la parte más alejada de él de su escritorio. Comenzó a escribir en el papel. Cuando hubo finalizado lo dobló en tres, haciendo que coincidiera la parte de arriba y la de abajo en el centro. Acercó la vela a la llama y esperó a que se derritiera. Una enorme gota cayó donde se juntaban los bordes. Acto seguido, posó sobre la misma un sello que había sacado de otro cajón. Esperó unos segundos, se levantó de nuevo y se la entregó a Fimiani.</div>
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—Espero que sepa lo que hace —se limitó a decir.</div>
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Fimiani asintió, dio media vuelta e indicó con la mirada a Paolo que era la hora de salir.</div>
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Ahora debían dirigirse a uno de los rincones más secretos del planeta.</div>
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<br /></div>
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Alloa los vio llegar.</div>
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En un primer momento se sorprendió de que ambos estuvieran en París, pero conociendo el trasfondo de la historia que habían vivido, no le extrañó tanto.</div>
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No les pidió explicaciones, mejor hablarlo en persona.</div>
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El lugar lo había elegido Chrystelle.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El Café <i>Le Procope</i> estaba situado en <i>13 Rue de l’Ancienne Comédie</i>. No quedaba demasiado lejos de la comisaría de policía y, a Nicolás y Carolina, no les importó tomar un taxi para que se encontraran en ese punto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La cafetería era conocida en todo París por ser la más antigua de la ciudad, ya que fue fundada ni más ni menos que en el siglo XVII, más en concreto en el año 1686.</div>
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Alloa y Chrystelle ya habían llegado cuando entraron por la puerta los madrileños. Nada más poner un pie dentro se dejaron embaucar por la belleza de la misma. Decorada con un estilo clásico más que palpable, la cafetería te imbuía por un viaje en el tiempo en el que te veías a ti mismo por el París de antaño, traje de época incluido.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El inspector Alloa levantó la mano nada más verlos entrar, indicando dónde estaban sentados.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Nicolás, Carolina, esta es la subinspectora Chrystelle Tenard.</div>
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—Encantados —dijeron ambos al unísono.</div>
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Los tres se dieron la mano.</div>
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—Antes de que se genere una situación incómoda, os cuento que Chrystelle lo sabe todo. Creo que lo mejor para que no hayan trabas en la resolución del caso. Además, habla un estupendo castellano, mejor que el mío. Podéis hablar sin problema de todo.</div>
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Nicolás debía haber mirado inquisitoriamente a Alloa por haber contado algo así a la ligera, pero enseguida comprendió que tenía razón. Quizá fuera lo mejor.</div>
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—Bueno, ¿tomamos asiento y nos ponemos al corriente? —Comentó Alloa.</div>
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El resto asintió.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Contadme, ¿qué hacéis aquí?</div>
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Carolina tomó la iniciativa para relatarle toda la historia al inspector y a la subinspectora. Ambos se mostraron muy sorprendidos por las revelaciones de la joven.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Entonces vais a viajar a Rennes-Le-Château? Joder, menuda noticia. No es que sea un erudito del tema, pero sí he escuchado en más de una ocasión que es un lugar místico muy arraigado a todo el tema Templario, ¿no?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, hay un montón de teorías conspiranóicas con el lugar. Pero no sé qué tienen de cierto. De momento vamos a comprobar qué relación tiene el lugar con el cuadro —contestó la joven.</div>
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—Me parece lógico —comentó Alloa—. Por cierto, Carolina, ¿podrías decirme qué te sugiere este símbolo?</div>
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Alloa sacó su teléfono móvil y le enseñó a la madrileña una foto que él mismo había tomado del emblema encontrado.</div>
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—¡La Sociedad Thule! —Exclamó sin darse cuenta tan fuerte, que una pareja de ancianos se giró hacia ella.</div>
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—Veo que la conoces —dijo Chrystelle.</div>
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—Claro que sí. A la Sociedad Thule la puedes mirar de dos maneras: como una panda de locos que acabó degenerando en una panda de asesinos xenófobos o como algo digno de un exhaustivo estudio. Yo prefiero verlo como una mezcla, no puedo tener en cuenta un punto sin perder de vista el otro.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Pues creemos que están detrás de los asesinatos de Aksel y Francisco. Y bueno, de todo lo demás…</div>
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Carolina levantó la vista del teléfono y miró a Alloa enarcando una ceja.</div>
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—Pero eso no puede ser. La Sociedad dejó de existir hace unas cuantas décadas —comentó.</div>
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—Ya, como los Templarios, que no existen desde hace siglos —añadió Chrystelle.</div>
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Alloa y Nicolás ahogaron una risa. No sabían si ese duro golpe había sido intencionado o no, pero desde luego era importante.</div>
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Carolina pudo habérselo tomado como lo primero, pero prefirió pensar que había sido un comentario sin malicia.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Touché —dijo al fin.</div>
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Todos sonrieron.</div>
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—Vale, tengamos en cuenta la posibilidad de que la Sociedad Thule todavía exista. ¿Sabes qué es lo que buscaban? —Preguntó Nicolás.</div>
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—Nunca me perdí en sus misticismo. Prefería estudiarla desde el rigor meramente histórico, pero al igual que los Nazis, buscaban demostrar la supremacía de la raza aria. Aparte de eso había más cosas, eso lo sé, pero desconozco cuales. Habría que estudiarlas a fondo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Pues ya tenemos trabajo —dijo Chrystelle mirando a Alloa.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Éste asintió.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Dicho eso y viendo que el tiempo se les echaba encima, Nicolás decidió que era hora de partir. Por lo que pidió la cuenta a uno de los camareros que pasaban cerca.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Al poco les dejaron una bandejita con un papel en ella con el importe a pagar.</div>
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Nicolás se puso blanco cuando vio el montante.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Los tres restantes estallaron en risas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Esto es París, cariño —dijo una sonriente Carolina.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Una vez pagado y con el bolsillo del inspector algo menos lleno, salieron a la calle y se despidieron con la promesa de contarse cualquier novedad.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa y Chrystelle volvieron hacia la comisaría y Nicolás y Carolina emprendieron camino hacia la estación de autobuses bajo las indicaciones de la parisina. No tendrían que andar demasiado.</div>
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Los dos últimos comenzaron a caminar tranquilos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
No se percataron que unos ojos no pestañeaban mientras los miraba.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ese alguien comenzó a seguirlos.</div>
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<br /></div>
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<br /></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Desde que habían accedido a los Archivos Secretos Vaticanos, todo había sorprendido a Paolo. Esperaba otra cosa, desde luego. En su mente, algo fantástica, quizá, aquél era un lugar oscuro, antiguo, con paredes revestidas de piedra y en el que era necesario una antorcha para poder tener algo de luz.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Pero no.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ni había telarañas, como esperaba, ni el complejo parecía sacado de un antiguo castillo medieval. Aquél era uno de los lugares más modernos que había visto en su vida.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Aquello parecía más bien un almacén, un almacén enorme, por cierto. Con cientos de estanterías en las que se amontonaban libros y cajas que parecían contener documentos. A Paolo le resultaba increíble que alguien pudiera encontrar lo que necesitara ahí dentro, en aquel laberinto de papel y metal.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
A los lados, unas pequeñas salas acondicionadas estaban preparadas para que los eruditos pudieran sentarse en sus sillas y trabajar con esos documentos sobre sus mesas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—En esas salas hay algo más de oxígeno que aquí —comentó Fimiani sin detenerse.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Cómo dice?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Habrá notado que le cuesta respirar. Es necesario un control de humedad y oxígeno para garantizar el buen estado de los documentos que aquí ve. Algunos de ellos se remontan al siglo ocho, imagine cómo es el estado de ellos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Ocho? Pensé que los habría desde la propia época de Jesucristo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Aquí no, aunque el acceso es restringido y necesita ser aprobado según quién sea el interesado en acceder a ellos, esto sigue estando a los ojos de todos. En la parte que vamos, sí hay documentos del siglo I. Documentos que, digamos pondrían en peligro la actual fe católica. Le cuento esto porque usted, precisamente, sabe que la iglesia no está limpia.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Y aquí sigue.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Esa frase hizo detenerse a Fimiani.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sé que es complicado que entienda mis razones, inspector. Pero si sigo aquí es porque creo que puedo hacer algo de bien dentro de este seno tan podrido. Sí, sé que no necesito ser sacerdote para entregar mi vida a Dios, pero también sé que si él pudiera hablar conmigo me pediría que hiciera esto. No puedo quedarme en casa mientras veo que esta Santa Institución, que comenzó de una manera, haya acabado siendo todo lo contrario. Puede que no pueda cambiar nada, pero no me quedaré de brazos cruzados.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—De hecho, creo que está cambiando esta iglesia. Sí, entiendo sus razones. Las comparto y las alabo. Ojalá hubieran más que pensaran como usted. Desde luego la Iglesia sería otra. Debería ser Papa, ¿no se lo ha planteado nunca?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Fimiani rió ante tal afirmación.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No se es Papa así porque sí —contestó—. No basta con quererlo. Necesitaría ser cardenal y es algo a lo que renuncié con mi nueva identidad. Como cardenal estaría muy vigilado, como sacerdote puedo hacer lo que me plazca por aquí, porque no soy nadie. No sé sin con el nuevo Papa contaré con los favores que tenía con el anterior, pero le aseguro que puedo llegar más lejos dentro de este Estado que muchos de los cardenales que se presentan al cónclave.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Entiendo. Pero sigo pensando que sería un Papa estupendo. El que necesita la Iglesia.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Le aseguro que no me dejarían serlo. Acabaría apuñalado en menos de una semana.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Comenzó a reír de nuevo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Venga, sigamos —añadió—. Ya casi hemos llegado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Siguieron andando unos metros más hasta que llegaron a una moderna puerta metálica que, al parecer, se abría con un código numérico.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Fimiani lo introdujo con tanta rapidez que a Paolo le fue imposible verlo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El portón se abrió y pasaron.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Siguieron andando por un pasillo algo más frío pero con todavía menos humedad. La garganta se les secó a ambos de inmediato.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Doblaron una esquina. Su destino estaba muy cerca.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Hubo un ligero detalle que hizo que se detuvieran en seco. En la puerta se suponía que deberían haber dos Guardias Suizos custodiando la entrada. Era uno de los trabajos más aburridos del Vaticano pues nunca nadie accedía a ellos, salvo a diario el Conservador, un viejo sacerdote uraño y de toscos modales.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Los guardias no estaban custodiando la entrada. Estaban muertos, en el suelo, con el cuello sesgado de un extremo frontal al otro.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo, a pesar de haber visto —por desgracia—, decenas de cuerpos asesinados, no pudo evitar que le temblaran las piernas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Joder… —acertó a decir.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Pero cómo…?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿El conservador se supone que está tras esa puerta?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Fimiani asintió, asustado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo reaccionó y fue corriendo hacia ella, no le importaba pisar nada, sólo asegurarse del estado del hombre. Al comprobar que la puerta también era con cierre electrónico, se giró hacia Fimiani.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¡Padre, rápido, abra!</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Éste reaccionó de inmediato y corrió hacia el panel. Nervioso, tecleó el código y la puerta se abrió. Cuando entraron, Paolo no se fijó en las estanterías que contenían los que, posiblemente eran los códices más sagrados de la historia de la humanidad —así como cajas con ciertos objetos—. Sus ojos se fueron directos al hombre que aparentemente rezaba a la talla de una virgen. Todo hubiera sido normal, teniendo en cuenta que se encontraban en el Vaticano, si no hubiera sido porque los ojos del hombre descansaban sobre una bandeja de plata frente a él.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo miró a Fimiani. Éste estaba con la boca abierta. Pero la reacción que tuvo de pronto hizo que el que se quedara con la boca así fuera el inspector.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Fimiani echó a correr y se dirigió hacia las estanterías, comenzando a mirar todo lo que había en ellas como un loco.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Se puede saber qué está haciendo? —Quiso saber Paolo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Necesito encontrar lo que hemos venido a buscar. Con esta muerte es inevitable que se enteren ciertas personas. Personas muy peligrosas, inspector. Ahora tendré que explicar qué hacíamos aquí y eso lo entorpecerá todo. Necesito ver si se lo ha llevado. Y si no lo ha hecho, tengo que leerlo. Necesitamos saber a qué nos enfrentamos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo, que no entendía nada, no pudo mover un músculo ante la reacción del sacerdote. Tan solo se pudo dedicar a mirarlo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¡Aquí! No se lo ha llevado, no entiendo entonces qué fin tiene todo esto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Fimiani extrajo algo parecido a una carta de una caja. Sin pensarlo, la abrió y comenzó a leerla.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¡Déjeme su teléfono móvil, rápido!</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Pero… </div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¡Rápido, no hay cámaras! No sabrán que le hemos hecho una foto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo lo sacó y se lo tendió.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Y si les da por revisarlo? Yo me negaría, pero ya veo cómo se las gastan aquí, con su maldita ley propia.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Utiliza alguna nube?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, Dropbox. ¿Quiere que lo mande allí?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, y borre la foto del terminal. Así no habrá problema, al menos de momento. Esto es importante.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Guardó la carta como estaba dentro de la caja y la colocó de nuevo en su lugar.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Y ahora, avisemos de lo que ha pasado.</div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina y Nicolás andaban agarrados de la mano.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Toda la locura en la que estaban envueltos apenas les había dejado disfrutar de su vuelta tras un año separados. Tan sólo habían podido disfrutar de un par de cenas en Roma pues pensaban que era de mal gusto vivir su romance y dejar de lado a la persona que los había acogido tan gentilmente. Paolo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Todo ello a pesar de la insistencia de este último a que se dejaran de tonterías y disfrutaran del momento.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
En aquellos instantes, a pesar de las emociones vividas —y las que seguro vendrían—, estaban disfrutando del paseo hasta la estación de autobuses.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Andaban completamente ajenos al resto de la gente. Algo normal de no haber tenido en cuenta esos ojos que no apartaban la mirada de ellos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Siguieron callejeando durante unos minutos más, ausentes del mundo que pisaban. Sus recuerdos del viaje anterior que hicieron a esa ciudad, hacía un año y medio se agolpaban en su cabeza y hacía que sintiera escalofríos positivos de vez en cuando.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Recordó la primera vez que vio, junto a Carolina, la Torre Eiffel iluminada. Las opiniones eran dispares en cuanto a esa iluminación. Estaban los parisinos de toda la vida y visitantes asiduos, los que decían que las luces eran un auténtico despropósito y los visitantes que nunca habían estado en la ciudad —además de los ciudadanos que habían crecido ya con ella—, que adoraban el aspecto de la torre por las noches.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Fuera como fuese, no dejaba indiferente a nadie.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
De repente Nicolás sintió esa sensación que despertaba de vez en cuando en la cabeza de muchos paranoicos. </div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Tenía ese desasosiego típico de cuando uno piensa que lo siguen.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Trató de avisar a Carolina de ese presentimiento, pero ya fue tarde. Sintió cómo algo le apretaba fuerte del costado. </div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
No pudo verle la cara, pero en esos momentos no le importaba el rostro de su asaltante. Tan sólo deseaba que esa pistola que lo amenazaba no soltara ninguna bala.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina no entendió la tensión de su novio, pero una simple mirada a la izquierda lo cambió todo. Pudo ver el arma con toda claridad.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—<i>If you detain I shoot you. If you make something strange, I shoot you</i> —dijo el extraño con una voz quebrada.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás, que apenas comprendía el inglés entendió de sobra lo que quería decirle. Se limitó a seguir andando y no hacer nada que pudiera acabar en una desgracia.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Pensó en repetidas ocasiones hacer uso de su entrenamiento, lo habían preparado para casos parecidos. Pero en ninguno de ellos llevaba a la persona que amaba amarrada de su mano. Eso lo cambiaba todo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Miraba de reojo a las pocas personas que deambulaban por la calle. Pensó que su suerte no podía ser más adversa. El frío era latente y la gente prefería estar en cualquier lugar algo más caliente.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Lo peor de todo es que no sabía que quería ese malhechor de ellos. Los últimos acontecimientos le hacían pensar que no se trataba precisamente de un atraco de un simple ratero. Sobre todo por lo vivido en el castillo de Edward.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—<i>Turn left. Go!</i></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás obedeció, muy a su pesar. El camino por el que quería llevarlos su asaltante era un callejón nada transitado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Aquello cada vez se ponía peor.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Se adentraron unos metros. En la callejuela, aparte de un par de contenedores de basura había poco más.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—<i>Wait here, it will be rapid. It will not hurt too much.</i></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina y Nicolás aceptaron su destino. Su hora había llegado, irremediablemente.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ambos se giraron y se colocaron de cara a su captor. Este parecía, por su aspecto, oriundo de Europa del este, incluso podría ser central. Su pelo rubio y su rostro pálido así lo confirmaban. Si a eso se le aderezaba con que debía medir casi dos metros, hacía casi imposible una reducción por parte del inspector Valdés.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Aunque torres más grandes había caído.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El extraño introdujo la mano en su bolsillo y extrajo un objeto. Un silenciador.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Al contrario de lo que muchos pensaban, ese artilugio no hacía que el disparo sonara como en las películas de Hollywood, pero sí era cierto que disminuía considerablemente el número de decibelios, de unos ciento sesenta sin él a unos ciento veinte con él. </div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Algo es algo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás ya no necesitaba explicaciones de dónde venía ese mastodonte, estaba claro que si la Sociedad Thule andaba tras todo eso, debía ser uno de sus sicarios. Lo que no llegaba a entender es si antes ambos dos eran tan necesarios para la segunda profecía, por qué habían dejado de serlo para la tercera.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
¿Acaso ya habían encontrado lo que andaban buscando?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La simple idea le aterró, quizá más que su inminente muerte.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Miró a Carolina. Esta parecía no estar demasiado nerviosa, como si hubiera aceptado sin reticencias su destino.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Quizá el haber estado tantas veces al borde de la muerte en tan poco espacio de tiempo había hecho en ella una coraza. </div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ambos se dieron la mano de forma instintiva. El hombre rubio ya había terminado de montar el arma.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La suerte estaba echada.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Apretaron fuerte sus manos. Cerraron los ojos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Un disparo salió del arma que empuñaba.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás sintió por primera vez el dolor al recibir un balazo.</div>
<br />
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Casi ciento veinte kilos cayeron sin sentido al suelo.</div>
Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-81639741923313017832015-12-12T11:00:00.000+01:002015-12-12T11:00:03.665+01:00Capítulo 11<div class="p1">
<b></b><br /></div>
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<b></b><br /></div>
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<b></b><br /></div>
<div class="p2" style="text-align: center;">
<b>Capítulo 11</b></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
<div class="p4">
<span class="Apple-tab-span"> </span></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa, nada más entrar en comisaría, fue directo hacia el despacho en el que se suponía que ya estaría Chrystelle. Llevaba cinco minutos de retraso, algo impropio en él, pero ese día le había costado especialmente levantarse de la cama. El día anterior lo había agotado y, al contrario de como esperaba, le costó conciliar el sueño una vez estuvo tumbado en su blanda cama de hotel.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Por el camino hacia el despacho, se limitaba a sonreír a todo con el que se cruzaba, una de esas caras hizo que se detuviera. Era el inspector Moreau, que al parecer también acababa de llegar.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Buenos días, <i>inspettore</i>. Espero que haya descansado esta noche —dijo a modo de saludo el veterano policía.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Buenos días. Menos de lo que me gustaría, la verdad. No estoy acostumbrado a viajar demasiado, supongo que debe ser eso.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Los ojos del inspector fueron directos hacia la mano del francés, que temblaba de manera evidente. Éste, percatándose de la mirada, la echó hacia atrás, ocultándola no de manera tan sutil a los ojos del romano.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa se sintió tentado de preguntar, pero ese rápido gesto le hizo comprender que quizá no era una buena idea.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Si no le importa, marcho al despacho, hay mucho trabajo por delante.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Oh, sí —poco le faltó para agradecerle ese corte—. La subinspectora Tenard me informó ayer de las novedades. Sigan, espero que pronto podamos tener algo en firme y atrapemos a ese malnacido.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa asintió sin poder evitar pensar cuánto le habría contado Chrystelle sobre todo el trasfondo de aquel asunto. Sabía que era algo difícil de ocultar, no podía reprocharle si se lo había contado todo. Al fin y al cabo, era su superior.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Entró en el despacho habiendo golpeado previamente con sus nudillos. Una suave voz le había indicado que pasara.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Buenos días, inspector.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Buenos días. ¿Llevas mucho tiempo aquí?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No, apenas unos minutos. Ni siquiera he encendido el ordenador. ¿Un café?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No, gracias, he tomado algo parecido en el hotel.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Algo parecido?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Tendrías que haberlo probado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Chrystelle rió ante el comentario de Alloa.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Bien, no es que no me guste conversar contigo pero, ¿empezamos?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Por supuesto. Pero antes, déjame preguntarte una cosa. Supongo que no te llamarás Alloa, que será un apellido o algo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Mi nombre es algo que prefiero no decirte.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Por qué? Seguro que es muy bonito.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa se quedó mirando a la subinspectora. Parecía divertirle la situación.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Floro te parece bonito?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Chrystelle reprimió la risa, no quería ofender al inspector. No era por el nombre en sí, era por la manera en la que parecía llevarlo como un calvario.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Adelante, te puedes reír.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No, no —contestó con el impulso totalmente controlado—. De verdad, me gusta tu nombre.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Pues a mí no, por lo que te rogaría que, como todos, me siguieras llamando Alloa. Yo de mientras seguiré agradeciendo a mi madre que se llame Flora. Y ahora, ¿empezamos?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Chrystelle asintió. Encendió el PC y esperó a que cargara.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Primero de todo entraré en el caso en nuestro programa. Debido a unas órdenes de arriba, toda la documentación tiene que pasar a esa base de datos. Si hay novedades de alguno de los departamentos implicados, aparecen aquí arriba —señaló con su dedo en la pantalla—. Y en este caso sí las tenemos. Ese triángulo que parpadea es un aviso de actualización.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Pero ayer te dieron los informes en mano.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Eso fue por una petición mía expresa. Pensaba que tardaban más en introducir los datos en el programa. La tonta de mí no pensó que todos utilizábamos el mismo y que en realidad solo imprimieron lo que yo misma podría haber sacado también. Errores de novata, supongo. Anoche ya me puse al tanto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿A qué hora te marchaste?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—A la una y media. Comprende que soy nueva, tengo que ponerme al día en muchas cosas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa asintió. Le gustaba la actitud de esa chica.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—En fin, veamos las novedades.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Clicó en el icono parpadeante y se abrió una nueva pantalla en la que parecían haber varios informes. La muchaha fue abriendo uno a uno y leyéndolos. Eran cortos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—<i>Merde</i>. No han hallado rastros de nada en ninguno de los objetos. Nada. ¿Cómo puede ser eso? ¿Ni una huella, ni una fibra?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No me sorprende. En realidad, todo lo que sucedió en Roma fue así. ¿Hay algo de la sangre en la nota?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—El informe está inacabado. Sólo indica que es humana. Los análisis de ADN pueden tardar un par de días más. Ayer intenté meter la máxima prisa posible, pero ya sabes cómo va esto. Me hace gracia esas series en las que nada más introducir la sangre en una maquinita les indica nombre, apellidos y dirección de a quién pertenece. Hay casos en los que tarda semanas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Lo sé. Pero afinando la búsqueda, como te comenté ayer, podemos acelerar mucho el proceso. ¿Sabes si han podido conectar con la base de datos vaticana? Con la romana sé que sí.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No tengo la menor idea, pero dame unos segundos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Chrystelle agarró el teléfono y marcó una extensión. De pronto comenzó a hablar en su idioma nativo a una velocidad tal que a Alloa le costaba distinguir hasta las vocales. Al cabo de un minuto colgó.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Han dado acceso. Han conectado ambas bases apenas hace unos minutos. Al parecer su superior ha tenido que ver con ello pues la primera respuesta fue un no.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa sonrió y agradeció tener a su lado a Paolo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Están acabando de rastrear la base romana, con la parisina ya han acabado sin resultados. En finalizar, comenzarán con la vaticana. Supongo que no debe llevarles mucho. No creo que haya tanto que rastrear, ¿no?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Te sorprendería…</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Vale. Ahora nos toca a nosotros. ¿Vamos a por la frase?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa asintió. Le había estado dando vueltas durante un rato antes de dormirse. Pero a la vez que lo pensaba, intentaba sacársela de la cabeza para poder descansar. Le pasaba mucho en su día a día.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Chrystelle buscó el archivo en el pc y abrió la imagen.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ambos la miraron.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
<i> Tertia lux cum dies oritur prophetia.</i></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La tercera profecía, nace con la primera luz del día.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Anoche probé lo más fácil, teclearla en Google, pero no obtuve resultados. Pensé que podría ser una cita de alguien famoso o algo, pero no —comentó la parisina.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Creo que debemos mirarla de otra manera.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿A qué te refieres?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Podríamos separarla en dos. Lo de la tercera profecía lo tengo claro. Lo de la primera luz del día, no tanto. Esperaba a que pasara algo hoy y, de momento nada. O eso o no nos hemos enterado. Pero me de da que no van por ahí los tiros.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Chrystelle probó a teclear la segunda frase. El primer resultado mostrado hizo que ambos fruncieran el ceño.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Lucía? ¿De verdad? —Dijo el inspector, extrañado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Así es. Según esto, el nombre de Lucía significa literalmente la que nació con la primera luz del día.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—A ver… Puede ser una coincidencia. No sé, dudo mucho que el mensaje que nos deje el asesino sea Lucía.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No es descabellado. Si lo interpretamos como que la tercera profecía empieza con Lucía.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No sale un bonito pareado y nada más. No tiene sentido.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Y si es el nombre de su siguiente víctima?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sería la primera mujer que mata. Los asesinos en serie no suerlen comportarse de esa manera. Acabar con la vida de una mujer sería romper con su patrón y eso es algo inconcebible para su mente. Se sentiría desconcertado al escapar de su propia lógica.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Bueno, ya se ha demostrado que éste no es un asesino común. ¿Y si eso hace que se salga de lo que nos esperamos?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Entonces, que Dios nos coja confesados.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Chrystelle sintió que un escalofrío recorría su espalda. La idea la fascinaba y aterraba a partes iguales.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El ordenador mostró de pronto una alerta en la barra de notificaciones de la esquina inferior derecha. Había una nueva actualización en el programa.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La subinspectora la abrió de inmediato. Por increíble que pareciera, ya tenían una coincidencia con el ADN de la sangre encontrada. Lo había encontrado en la base de datos vaticana.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Pertenecía a Juan Pablo II.</div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás y Carolina llegaron hasta el punto deseado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ambos miraron el conjunto arquitectónico y se encontraron con sentimientos dispares. Carolina había estado ahí decenas de veces gracias a su padre. Paolo solo una. Precisamente fue acompañado por la misma muchacha que tenía al lado, en su idílica estancia en París justo en el momento en el que el amor surgió entre ambos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina le había explicado durante un buen rato, por la noche, los motivos por los que ahora se encontraban ahí. Nicolás no tuvo más que rendirse a los pies de su novia. Una vez más, gracias a ella, había saltado una valla que él sólo hubiera sido incapaz.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Miró su reloj, las diez y cinco de la mañana. El museo del Louvre acababa de abrir sus puertas. Se dirigieron a taquilla.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Con la entrada en la mano, accedieron al museo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina sabía perfectamente hacia dónde debía dirigirse, por lo que guió directamente a Nicolás hacia el ala Richelieu, donde estaba la obra del pintor Nicolas Poussin.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Entiendo que hayas sentido el impulso de venir aquí desde un primer momento, pero he leído en Internet que la obra de Poussin está muy repartida —comentó Nicolás.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, lo está, pero aquí están sus cuadros más importantes. Si hay algo oculto en alguna de sus pinturas, tiene que estar aquí.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Eso es mucho presuponer, pequeña. A ver, aceptemos que la palabra Poussin haga referencia al pintor que dices. Hasta ahí bien. Ahora presupongamos que lo que quería decirnos el monje era que en una de sus pinturas se escondía un mensaje oculto. Bien, lo puedo aceptar. Pero, sinceramente, lo que no puedo presuponer es que esté a los ojos de todos. Yo hubiera elegido un cuadro que pasara sin pena ni gloria. De ahí el afán de querer tenerlo oculto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Ahí te equivocas. Te he demostrado en más de una ocasión que, si quieres ocultar algo a los ojos de todos, pónselo en su propia cara. Creo que como policía te has topado más de una vez con algo similar.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás no pudo más que asentir. En eso tenía razón.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Y en esto de los mensajes ocultos es así —prosiguió—. La flauta mágica, de Mozart, ¿te parece una obra conocida?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Joder, claro.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Vale, pues te soprenderá saber que dentro de la obra se esconce un rito iniciático masónico entre sus notas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás la miró soprendido.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Pero no sólo es eso. Te podría poner más ejemplos —pensó unos instantes—. Por ejemplo, Miguel Ángel. Pintó imágenes homosexuales y muchos mensajes referenstes a sus raíces judáicas en El juicio final. Si te ocurre una obra más visible de este autor que ésta, me lo dices —comentó sonriente—. Supongo que necesitan contar cosas, pero por diversos motivos no lo pueden hacer abiertamente. ¿Qué mejor que hacerlo en sus mejores obras? Las que ellos piensan que llegarán a más gente.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Vale, tú ganas. De igual manera, han tenido suerte. Ya se sabe que eso de los gustos… es muy dispar. Imagina que no hubieran pasado desapercibidas. Su mensaje se habría perdido.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Es algo con lo que ya contarían, supongo. Pero bueno, no todo iba a ser perfecto en este mundo de ocultismo tan complicado —rió.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Llegaron hasta el ala y accedieron a la sala que contenía la obra de Poussin.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La estancia estaba vacía, sólo una vigilante aburrida estaba sentada en una silla con la mirada perdida.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Está bien. Ya estamos aquí, ¿y ahora?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Joder, Nicolás, tu pesimismo me mata. No sé, miremos los cuadros. Puede que nos digan algo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Estuvieron unos minutos mirando uno a uno los cuadros. Nicolás estaba soberanamente aburrido a pesar de lo excitante de la investigación, el arte nunca lo había llamado lo suficiente y mirar cuadros no era una de sus pasiones. No era algo de lo que estuviera orgulloso. Es más, envidiaba a Carolina pues él quería sentir esa pasión que parecía sentir ella cuando se postraba frente a una obra de arte. Su cara mostraba tantas emociones que él deseaba sentir eso mismo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Tras un buen rato mirando cuadros, Carolina decidió darse por vencida.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No veo nada. No sé. Creo que me he emocionado demasiado pronto —dijo desalentada.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No digas eso. Lo que pasa es que buscamos algo que no sabemos ni lo que es. Quizá con un buen guía que nos explique el trasfondo de los cuadros… </div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No sé ya qué pensar. Te juro que ayer pensaba que llegaríamos, al ver uno de los cuadros sentiría una corazonada y ya está. Misterio resuelto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Si hay algo que tengo claro, Carolina, es que no podemos dejarnos llevar por ansiedad de tratar resolver algo a la primera. Eso te lleva al bloqueo, te lo digo por experiencia. Parémonos, analicemos la situación y vayamos por partes, como debe ser.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Está bien.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—A ver. Antes me has comentado que, tanto Mozart como Miguel Ángel, dejaron esos mensajes en obras que, posteriormente, acabarían siendo de las más famosas. Obviemos el factor casualidad que te he comentado antes y aceptemos esa premisa. ¿Cuál dirías que es la obra más famosa de Poussin?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Es complicado de decir. Aquí entra lo que me has comentado, la cuestió de los gustos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Pero si tuvieras que quedarte con una… Una que te venga a la mente nada más pensar en Poussin.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina se detuvo unos instantes y se giró sobre sí misma.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Los pastores de Arcadia, supongo. Pero porque era una obra que a mi pad…</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Se detuvo en seco.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Qué?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Que siempre que venía con mi padre a ver este museo, él se detenía en este cuadro y lo miraba con mucha atención. Lo recuerdo sonriendo mientras lo hacía.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Crees que él conocía el supuesto secreto?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No lo sé, pero por ahora es lo único que tenemos. Tiene que ser este.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás se colocó delante del cuadro y comenzó a mirarlo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
En él se podía ver a tres pastores y a una mujer. Los tres pastores leían una inscripción de lo que parecía ser una tumba.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El inspector se acercó a leerla.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—<i>Et in arcadia ego</i> —comentó Carolina sin mirar el cuadro.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Cómo?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sería algo así como en Arcadia, también yo. Pero la frase parece estar mal escrita. Le falta el verbo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Esto ya sí que no parece una casualidad…</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina quedó pensativa durante unos instantes, Nicolás tenía razón. ¿Por qué Nicolas Poussin, todo un erudito de su época iba a escribir mal una frase en latín? Desde luego era extraño.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Qué piensas? —Quiso saber Nicolás.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Nada —contestó la joven saliendo de su ensimismamiento—. Creo que tienes razón. Pero ahora mismo no soy capaz de aclarar mis pensamientos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás volvió a mirar el cuadro.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Crees que el paisaje es inventado o representa algún lugar en concreto?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No lo sé, puede que represente lo que se considera como Arcadia, que es un región del centro de Grecia. La canciones pastoriles la consideraban un símbolo de la vida alegre, de la vida despreocupada.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Grecia? Joder, lo que nos faltaba ahora es un viaje a Grecia, en busca de la Arcadia de los cojones.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No sé, Nicolás, no creo que nos quiera decir eso. Ni siquiera estoy segura de que este sea el cuadro que buscamos, si es que acaso buscamos un cuadro.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás comprendió que su novia se estaba viniendo abajo por las dudas y enseguida fue a ofrecerle su apoyo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Carolina, si algo he aprendido desde que nos involucramos en esto es que nada es producto de la casualidad. Si hemos llegado hasta aquí es porque es el camino correcto. Creo que tu padre ya intentaba decirte algo con este cuadro de pequeña, ¿consigues recordar algo más?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La joven cerró los ojos, eran tantos pensamientos los que se agolpaban en su mente que era incapaz de concentrarse. Trató de relajarse y hacer memoria.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
De pronto, se vio a sí misma con veinte años menos. Iba acompañada de su padre. La sala no estaba tan solitaria como en esos momentos, había más gente transitando de aquí a allá. Recordó que era fin de semana, puede que sábado por la mañana. Eso daba igual. Miró su mano, la sostenía su padre. Éste miraba emocionado el cuadro de Poussin, uno, según él mismo decía, de sus autores favoritos de todos los tiempos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Te gusta? —Preguntó él con su casi habitual dulce tono.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, mucho, pero me gusta más la Mona Lisa.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, Leonardo era un gran maestro también. Tenía casi tantos secretos como Poussin, pero no tan importantes.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Qué secretos?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Si te los dijera tendría que matarte —se puso muy serio de pronto para después comenzar a reír muy divertido.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Jolín, papá. Siempre haces lo mismo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Dejó de reír de manera paulatina.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Ahora en serio. Adoro este cuadro. Además, tiene un mensaje muy bonito. Viene a decirnos que la vida pasa muy deprisa y que debemos vivir el momento.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Pues vaya rollo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Jajaja —rió de nuevo—, además, ¿sabes que hay otro igual que muestra más secretos que éste?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Y dónde está?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Escondido, lejos de ojos que no estén preparados para saber la verdad.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Otra vez igual. Odio tus secretos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Algún día te lo contaré. De momento, pronto te llevaré a ese paisaje que sale pintado detrás, para que lo veas con tus propios ojos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina volvió de pronto al presente y recordó con claridad el nombre de aquel lugar.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Rennes-Le-Château —dijo en voz alta frente a la mirada de sorpresa de Nicolás.</div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Adelante —contestó Paolo desde dentro de su despacho frente los golpes de nudillos en su puerta.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ésta fue abierta y una figura alta y escuálida entró.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo se levantó y fue derecho a él. No dudó en abrazarlo para sorpresa del otro.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Padre Fimiani, no sabe cuánto aprecio su presencia en estos momentos. Menuda se está liando.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Imagino, después de lo que viví ayer yo mismo en la cripta donde enterraron a su Santidad…</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Necesito serle directo. Es por eso que le he hecho venir. Al parecer todos los hechos se van relacionando entre sí. Le pondré al corriente.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
En los siguiente minutos, Paolo le contó todo lo que tenía sobre el caso. En circunstancias normales no le hubiera relatado a nadie tanto detalle, pero si alguien podía ayudarle con todo aquel embrollo, ese era Fimiani.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Éste último se había quedado sin aliento al escuchar el relato del inspector. Su mente empezó a funcionar a un ritmo increíble.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Dígame lo que piensa. Sé que usted puede unir las piezas del puzzle.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Fimiani miró a Paolo, casi con ojos compasivos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Dice que la bala era la misma y que la sangre coincidía con la de su Santidad Juan Pablo II?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, así es. Si va a decirme que tiene relación con el atentado de 1981, déjeme decirle que hasta ahí ya había llegado yo solo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Y eso que me ha contado del mensaje?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, Alloa sigue trabajando en él, pero hasta ahora sólo tienen el significado de Lucía.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Es ese. Es justo ese el significado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Qué?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Inspector, escúcheme. Tenemos que ir al Vaticano ya. Ya sé cuál es la tercera profecía y lo que pretende. Debemos ir cuanto antes.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo miró con la boca abierta al sacerdote. No sabía si tomarlo por un genio o por un loco. Por suerte para ambos, optó por la primera.</div>
<br />
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Está bien, pero cuénteme por el camino todo lo que sepa.</div>
Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-73324102928610870812015-12-09T11:11:00.000+01:002015-12-10T17:21:00.903+01:00Capítulo 10<div class="p1">
<b></b><br /></div>
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<b></b><br /></div>
<div class="p2" style="text-align: center;">
<b>Capítulo 10</b></div>
<div class="p3">
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<div class="p3">
<br /></div>
<div class="p4">
<span class="Apple-tab-span"> </span></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Tienen idea de quién es este hombre? —Preguntó Charles Montgomery mientras miraba el cadáver del agresor de Nicolás y Carolina. </div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El muerto iba pulcramente vestido, con el pelo debidamente arreglado, la barba perfectamente recortada y tenía unos dientes blancos como la cal. Estaba claro que no era un simple asaltador. Al parecer, era un asesino a sueldo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No. Ha entrado y nos ha atacado sin más. No sé quién lo ha podido enviar —contestó el inspector.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Y el otro hombre? —Dijo al darse la vuelta.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Era un amigo nuestro, hablábamos cuando de repente ese energúmeno le disparó. Mire, si le he llamado es porque necesitamos continuar con la misión que en vida nos encomendó el señor Murray, si la policía nos relaciona con esto, no nos sucederá nada porque no tenemos culpa, pero nos retrasará y todo por lo que peleó Edward no servirá de nada.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El albacea se giró hacia Nicolás.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Por lo que a mí respecta, señor Valdés, no tiene que darme ninguna explicación. Sé que los asuntos de los que se ocupaba el señor Murray eran de extrema importancia, aunque desconozco cuáles. Si ustedes dos están inmiscuidos en ellos, para mí es como si el propio señor Murray lo estuviera haciendo, por lo que no se preocupen. Dejen este asunto en mi mano.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Qué va a hacer? —Quiso saber Carolina.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Normalmente no suelo dar explicaciones, pero le contaré. Es tan simple como borrar su paso por este castillo y ser yo mismo quien ha sufrido el ataque de esta bestia. Borraré todas sus huellas, no han estado aquí. Podrán seguir con sus cosas de inmediato. Tomen el camino a pie en dirección al bosque, justo antes de llegar a su comienzo, hay una bifurcación a la derecha, la toman y andan un kilómetro. Allí hay un restaurante. Díganle al dueño que les pida un taxi, para ello le dan uno de éstos —les entregó un billete de cien libras esterlinas que sacó de su cartera—, no preguntará. Con este otro —sacó uno de cincuenta y también se lo dio—, pagan al taxi, pídanle que les lleve al aeropuerto. Es muy importante que hasta que no estén allí no utilicen ni tarjetas ni pasaporte. Tienen que creer que han venido al funeral, ha terminado y se han marchado. ¿Comprendido?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina miró a Nicolás esperando una reacción por su parte.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Al final éste lo hizo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Está bien, no podemos hacer otra cosa. Le agradezco su ayuda.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No lo haga. Mi trabajo para con el señor Edward no sólo se limita a la gestión de sus bienes patrimoniales. Hasta ahí les puedo contar. Sólo les pido que lo que tengan que hacer, háganlo bien. Por su memoria.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ambos asintieron. Por un instante dudaron si desaparecer de inmediato o no, pero el primer impulso fue más fuerte y salieron del castillo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Siguieron las indicaciones que Montgomery y en apenas media hora estaban montados en un taxi algo viejo conducido por un hombre de pelo largo y pobladas cejas del mismo color.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina no había hablado desde que habían salido del castillo. Parecía pensativa por lo que había ocurrido dentro del salón de Edward. Quitarle la vida a un hombre era algo que la marcaría de por vida. Nicolás se hubiera cambiado por ella misma sin pensarlo. No soportaba que tuviera que llevar esa carga.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Nos podremos fiar de él? —Carolina interrumpió su silencio.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás miró instintivamente al conductor, aquel lugar no era el idóneo para hablar. Pero ni se inmutó, por lo que dedujo que no hablaba castellano. Aun así intentó ser cauteloso con sus palabras.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No nos queda otra.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina no dijo nada, miró por la ventana del taxi.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Estás bien?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
No contestó. Siguió mirando hacia el infinito.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Bueno, quizá necesitemos algo de descanso. En Roma nos espera una buena también, mañana tenemos que tener las pilas lo mejor recargadas que podamos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No vamos a Roma. Iremos a otro sitio.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás se quedó por unos momentos sin habla. Volvió a mirar de reojo al conductor. Seguía en su mundo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Y dónde se supone que vamos?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—París.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El inspector no entendía nada, pero comprendió que no era el momento de hablarlo. Cuando estuvieran solos, la joven le tendría que dar una buena explicación.</div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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Ya en el despacho, tanto Alloa como Chrystelle tomaron asiento.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Bien. Organicemos nuestras ideas. Es vital que las bases de datos de nuestra sede con la vuestra estén interconectados. Yo daré el aviso a Roma, tú haz lo mismo aquí. Así podremos trabajar más rápido con las búsquedas de que si el AFIS lo hace de manera natural. Mejor que le establezcamos nosotros las prioridades. Por experiencia en los asesinatos anteriores, pediré que nos dejen acceder a los datos de huellas y ADN de la Gendarmería vaticana. Es casi un imposible, pero dado a cómo se ha ido sucediendo todo, puede que nos dejen acceder.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Vale, me parece bien lo que dices —comentó la subinspectora—. Yo he mandado el casquillo a balística. Es el dato más rápido que nos pueden proporcionar. Al menos sabremos con qué tipo de arma se suele utilizar el casquillo que hemos encontrado. ¿Hay alguna forma de que nos hagan llegar la bala que acabó con la vida del Papa?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No, imposible. No sabes cómo son con este tipo de cosas. Las autopsias papales están prohibidas. Nada ni nadie puede profanar el cuerpo del Santo Padre una vez fallecido. Si han ocultado ese dato es como si no existiera. Tenemos que abrir otras vías.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Y si les amenazamos con airearlo si no colaboran con nosotros?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Es más complicado que eso, Chrystelle. Hazme caso, con la iglesia es mejor no meterse.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La joven sintió un escalofrío. Pero no por las palabras en sí, sino por el cambio de rostro que sufrió el inspector mientras lo decía. Parecía hablar muy en serio.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Entonces —continuó el italiano—, por nuestra parte tenemos que trabajar con el mensaje de la nota y con los símbolos. ¿Alguna idea de por dónde empezar?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Si escaseamos los símbolos, podremos utilizar el programa de reconocimiento de imágenes de Google. Éste nos puede buscar entre sus bases de datos un símbolo parecido y podríamos aclarar mucho. Con lo de la nota sí ando algo perdida. </div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Bueno, no te preocupes. Vayamos paso por paso. Me gusta tu idea.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Entonces, vuelvo enseguida. Voy a conseguir esa imagen para poder hacer la búsqueda.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa sonrió mientras la subinspectora salía por la puerta.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Le estaba empezando a gustar la idea de trabajar con ella.</div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La suerte estuvo con ellos. Consiguieron dos pasajes a París en un vuelo de dudosa calidad, pero con hueco para ellos y, lo más importante, de salida inmediata en treinta minutos. Un poco de buena fortuna, con todo lo que estaba pasando no les venía nada mal.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Embarcaron rápido. Todavía no habían tenido la oportunidad de pararse a hablar y Nicolás se estaba subiendo al avión a ciegas, sin saber a qué iba exactamente a la ciudad de la luz.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Pronto lo descubriría.</div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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Chrystelle volvió con un pendrive en la mano y sonriente.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Nuestro informático es un genio. Ya tengo lo que necesitaba, además me lo ha transformado a nosequé para nos sea más fácil usar la imagen. Le he comentado lo de las bases de datos y me ha dicho que se ponía ya con ello. Primero hay que pedir una serie de permisos, pero no creo que se demore más de una hora el tenerlo todo conectado. Espero que desde el vaticano accedan.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Bien, pues manos a la obra. Vamos a ver qué es ese símbolo. Pero me recuerda peligrosamente a otro. Aunque, bueno. No sé.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La subinspectora sopesó las palabras del italiano. Tenía razón, se parecía a otro símbolo muy reconocido, solo que más redondeado, por decirlo de alguna manera. Eso fue lo que le hizo desechar esa primera idea.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Chrystelle tomó el lugar principal frente al ordenador. Que el sistema operativo estuviera en francés no ayudaba a que el inspector pudiera hacer uso de él, por lo que no dudó en tomar las riendas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Abrió el localizador de imágenes de Google, introdujo el pendrive y cargó la imagen. La aplicación apenas tardó unos segundos en mostrar el resultado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sociedad Thule… —comentó sin dejar de mirar la pantalla.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Qué coño es eso?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Espera, que te traduzco —se echó para adelante y comenzó a leer—. Originalmente se los conocía como Grupo de Estudio de la Antigüedad Alemana. Era un grupo racista y de carácter ocultista. ¡Oh, mira! Patrocinó al Partido Obrero Alemán, que más tarde Hitler acabó transformando en el Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Entonces no íbamos mal desencaminados con nuestras primeras pesquisas? ¿Se trata de Nazis?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No sé qué decirte. Parece que sí y no. Sus fundamentos, al parecer son muy parecidos, pero en ésta página los distinguen. Parece ser que el carácter ocultista de esta sociedad es lo que los distingue.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Pero, a ver. Tengo entendido que los Nazis también tenían su lado ocultista.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Creo que tendremos que investigar un poco más para encontrar las diferencias entre una cosa y otra. Pero sí es cierto que este asunto me preocupa cada vez más.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, normalmente cuando hay temas de este estilo de por medio, suelen estar detrás jóvenes descabezados de la mano de alguien que los manipula. Pero esto parecer ser otra cosa. No sé. Creo que sé con quién podría hablar para que nos ayude con esto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa extrajo su teléfono móvil y buscó el número. Pulsó el botón verde y esperó.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
No obtuvo respuesta por parte de Nicolás. Parecía tenerlo apagado. En realidad con la que quería hablar era con Carolina, pero al no tener su número, llamando al inspector sí podía hablar con ella.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ofuscado frente a la contrariedad, dejó el teléfono encima de la mesa.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Deben de estar volviendo a Roma en el avión. Tendremos que esperar algo para hablar con ella.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Bueno, sabiendo que el símbolo es de ellos, ya hemos dado un paso importante. Ahora falta encontrar por qué lo han hecho. Qué es lo que andan buscando.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Te anticipo que no va a ser fácil.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
De pronto, sonó un suave golpeteo de nudillos en la puerta.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—<i>En avant</i> —dijo Chrystelle.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Una mujer vestida de uniforme entró. Llevaba en la mano una carpeta con papeles.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—<i>Voici le rapport balistique</i>. </div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—<i>Merci beaucoup</i>.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La mujer entregó la carpeta a la subinspectora y salió.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Es el informe de balística —le tradujo al inspector.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Ya? —Preguntó muy sorprendido— Pero eso es imposible, no ha dado tiempo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Aquí dice —dijo mirando el informe—, que afinando la búsqueda no ha sido complicado. Yo misma he dado esas directrices con la información que usted mismo me dio. La acción está sucediendo en París, Roma y la Ciudad del Vaticano, ¿no? Pues he intentado buscar coincidencias con proyectiles encontrados en estas tres ciudades. Ha sido fácil, al parecer.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Entonces hay coincidencia?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, lo primero que dice es que el arma usada es una Browning HP 9mm.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No es un arma demasiado común. Al menos no en el ámbito normal. Es de uso militar.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, lo sé. Pero… —hizo una pausa, se puso blanca de pronto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Qué pasa?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Joder no te vas a creer la coincidencia de casquillo. Un noventa y cinco por ciento de coincidencia, con el margen de error lógico por el paso de los años.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Paso de los años? ¿Qué estás hablando?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Chrystelle le pasó el informe. A pesar de estar escrito en francés, el nombre que aparecía era entendible al cien por cien.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa tragó saliva y buscó desesperado su teléfono móvil.</div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Eso es, pregunte ese casquillo. Si ese cura quería taparlo todo, tiene que haberlo peinado la habitación en su búsqueda. Si acaso lo conserva, intente no tocarlo con sus dedos desnudos, ya tiene que estar suficientemente contaminado. Gracias. Le espero mañana por la mañana en mi despacho. Hasta luego.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo colgó el teléfono. Éste último acontecimiento no lo esperaba. Las órdenes dadas —aunque más bien era un favor pedido— a Fimiani sólo servían para confirmar lo que ya se temía. Que el Papa había sido asesinado con el mismo arma con el que se atentó contra Juan Pablo II, en 1981.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
¿Había sido ese asesinato la culminación a lo que se intentó sin éxito entonces?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
¿Estaba detrás de él la misma o mismas personas?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Las preguntas asaltaban su cabeza y le dolía demasiado la misma como para poder contestarlas de manera correcta. El ibuprofeno que había tomado hacía un par de horas no hacía efecto y eso sólo contribuía a que su desesperación fuera en aumento.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Trató de ordenar sus ideas. Se levantó de su asiento y se dirigió hacia la pizarra de color blanco que tenía junto a la pared. Agarró el rotulador e hizo memoria.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Por un lado, estaba la muerte de Meazza en la cárcel en manos, previsiblemente, del mismo que había sembrado el caos hacía dos semanas con los sacerdotes pecadores y que a su vez se había quitado de en medio a los dos que pensaban que estaban detrás de todo, Francisco y Aksel. Puede que ese asesino también estuviera detrás de la muerte del millonario escocés. Aunque esa teoría era algo endeble pues eran puntos demasiados separados entre sí. Aunque no desechable del todo. Por otro lado, en París, según le había informado Alloa hacía unos minutos, habían hallado tres símbolos iguales que representan a una antigua sociedad secreta pre Nazi y una nota con sangre y una frase en latín. Además, un casquillo de bala que pertenece al mismo arma con el que se atentó contra la vida de Juan Pablo II. Ese arma se había usado, previsiblemente también, para acabar con la vida, esta vez con éxito, del Papa fallecido hacía unos días. Y de mientras, Carolina y Nicolás —esto último lo pensó, no lo anotó— de vuelta del funeral de Edward Murray.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Una puta locura.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Masajeó sus sienes mientras miraba el panel, incapaz de ver nada que no estuviera escrito ya.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
En la escena del crimen de Regina Coelli no habían hallado nada significativo y que le acercara un poco más al autor de aquella barbarie. Tampoco es que esperara nada, ya conocía a su enemigo para saber eso.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Por experiencia y, viendo la hora que era ya, decidió dar por finalizado el día. Sabía que apenas iba a dormir al llegar a casa, pero al menos tendría esa paz necesaria para relajarse y volver al día siguiente con una nueva perspectiva.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Sacó su teléfono móvil y dudó de si llamar a Nicolás o no para decirle que fuera directamente a casa, pero intuyó que si no le había llamado sería porque estaba en pleno vuelo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Apagó el ordenador, se colocó el abrigo, apagó la luz y salió de su despacho. Mañana le esperaba un duro día.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Cuán duro iba a ser era lo que no imaginó.</div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Esto agotado. Creo que es hora de ir a mi hotel, está aquí al lado, así no tendré que tomar transportes. No valgo para los viajes, me canso enseguida.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Chrystelle rió frente a ese comentario.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Como quieras. Yo me quedaré un rato más, si no te importa. No creo que averigüe nada, pero es mi primer día como subinspectora y estoy demasiado excitada como para irme a casa ahora.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa asintió sonriendo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Nos vemos mañana a las nueve aquí? —Quiso saber el inspector.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Chrystelle asintió. Esperó que el día fuera productivo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Lo sería.</div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
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<br /></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás y Carolina salieron del aeropuerto agarrados de la mano. Era la tercera capital en la que estaban en un mismo día y sus cuerpos empezaban a notar el cansancio. Aunque pareciera increíble, todavía no habían hablado de los motivos que habían llevado a Carolina a ese repentino cambio de rumbo, pero no sabían si alguien los estaba siguiendo y era preferible no hablar en el avión. Toda precaución era poca.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Tomaron un taxi y, Carolina, en inglés, dio indicaciones de que los llevara a un hotel que había visto previamente por Internet. Nada ostentoso, lo justo para poder pasar al menos esa noche. Las siguientes ya verían.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Lo iban pagando todo en efectivo. Por suerte Nicolás había sacado por la mañana una cantidad no demasiado grande, pero sí suficiente en Roma para sus gastos. Eso evitaría el uso de tarjetas de crédito y, sobre todo, de dejar rastros innecesarios. </div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ya en el hotel, mientras Carolina tomaba asiento en la cama y se dejaba después caer hacia atrás, rendida por el cansancio, Nicolás sacó su teléfono para contarle las novedades a Paolo. Iba a alucinar.</div>
<br />
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Acto seguido hablaría con Carolina. Necesitaba saber qué coño hacía allí.</div>
Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-56387493491660028692015-12-05T10:25:00.000+01:002015-12-05T10:25:01.724+01:00Capítulo 9<div class="p1">
</div>
<div class="p1">
<br /></div>
<div class="p1" style="text-align: center;">
<b>Capítulo 9</b></div>
<div class="p1">
<br /></div>
<div class="p1">
<br /></div>
<div class="p1">
—Nos ha dado un susto de muerte —dijo Nicolás cuando por fin pudo recuperar el habla—. ¿Qué hace con la luz apagada? ¿No se da cuenta de que podía haber cometido una locura?</div>
<div class="p1">
El hermano Calatrava, el monje templario que habían conocido en Armenia, les sonrió. La situación parecía divertirle.</div>
<div class="p1">
—¿Y qué pensaba, pegarme un tiro con ese dedo? —Contestó con guasa.</div>
<div class="p1">
Nicolás miró su mano y comprendió lo ridículo de la imagen. Con rapidez deshizo la forma de arma y echó el brazo para atrás. Acto seguido se acercó al lateral de la puerta y encendió la luz de la estancia.</div>
<div class="p1">
—Mucho mejor —dijo éste—, ahora dígame, ¿qué hace aquí? ¿Por qué ha forzado la puerta?</div>
<div class="p1">
—No tenía otra forma de entrar en el castillo, sabía que tarde o temprano acabarían apareciendo por aquí. No podía arriesgarme a esperar fuera. Lo único que podría pasar es que yo acabara como el pobre señor Murray.</div>
<div class="p1">
—Así que lo sabe… —comentó Carolina.</div>
<div class="p1">
—Claro que lo sé. Es una noticia desalentadora, pero por desgracia era esperada. El enemigo no se iba a quedar con los brazos cruzados. Eso estaba claro.</div>
<div class="p1">
—¿Piensa que han sido…?</div>
<div class="p1">
—No, no han sido ellos —contestó tajante.</div>
<div class="p1">
—¿Cómo puede estar tan seguro? —Quiso saber Carolina.</div>
<div class="p1">
—¿Disponen de conexión a Internet en sus teléfonos móviles?</div>
<div class="p1">
—Sí —dijo Nicolás al mismo tiempo que sacaba su <i>iPhone</i> del bolsillo. Curiosamente fue un regalo de Edward nada más comenzar la misión que les encomendó.</div>
<div class="p1">
—Busque alguna noticia reciente con la catedral de <i>Notre Dame</i>.</div>
<div class="p1">
Nicolás, al mismo tiempo que fruncía el ceño por lo extraño de la situación, abrió el navegador <i>Safari</i> y e introdujo las palabras clave. Tocó con su dedo en el primer enlace que vio, era una noticia de hacía unas horas.</div>
<div class="p1">
—Dos hombres pierden la vida quemados vivos en la plaza de <i>Notre Dame</i>. ¿De qué va esto?</div>
<div class="p1">
—Son ellos, los han asesinado.</div>
<div class="p1">
—¿Se refiere a Francisco y a Aksel? —Preguntó una incrédula Carolina.</div>
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Calatrava asintió.</div>
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Ambos jóvenes se miraron sin saber bien qué decir. ¿Pero acaso no eran ellos el enemigo?</div>
<div class="p1">
—¿Está confirmado que son ellos?</div>
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—Sí, no hay duda. La policía francesa trabaja en el caso, lo único que tienen claro hasta ahora son las identidades de los fallecidos.</div>
<div class="p1">
Nicolás apretó sus puños de rabia. Aquello cada vez iba creciendo más. La bola no paraba de rodar y cada vez era más grande. ¿Quién estaba metido en todo aquello? ¿Qué mas sorpresas le quedaban a lo largo del día?</div>
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Aquella pregunta no iba a tardar en ser resulta.</div>
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Una nueva sombra había penetrado en el castillo sin hacer el menor ruido. Su exhaustivo entrenamiento le había permitido moverse sin ser detectado casi por donde quisiera. Cuando él quería dejaba de existir. Era un juego al que le encantaba jugar.</div>
<div class="p1">
Los había seguido desde que habían puesto sus pies en suelo escocés, sin apartar sus ojos de ellos. No tenía ni idea de lo que hacían dentro del castillo en esos momentos, pero comprobar que habían dejado la puerta abierta y que todo estaba oscuro era una clara ventaja para él.</div>
<div class="p1">
Se acercó sigilosamente hasta una puerta que parecía estar entreabierta, se oían voces desde el otro lado. En efecto, estaban ahí, parecía que había una tercera persona. ¿Sería el monje y su suerte se vería multiplicada? </div>
<div class="p1">
Daba igual quien fuera. Nadie iba a salir vivo de ahí dentro.</div>
<div class="p1">
Sacó su pistola.</div>
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Se preparó para actuar.</div>
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Él era la muerte.</div>
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—¿Pero se sabe quién está detrás de las muertes? —Quiso saber Carolina.</div>
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—No. Eso nos deja en una clara desventaja por una parte. Nuestro enemigo es invisible y eso lo hace muy peligroso. No tengo la menor idea de quién es ni de lo que quiere. Pero está claro que esto no va a ser fácil.</div>
<div class="p1">
Nicolás colocó sus manos en su nuca y dio media vuelta. La situación lo estaba esperando por momentos. Necesita reorganizar sus ideas y la sucesión de hechos no hacía sino enmarañarlas más. Volvió a girarse. La cara de Carolina también era un poema. Estaba tan desesperada como él, de eso no había duda.</div>
<div class="p1">
De pronto miró al monje.</div>
<div class="p1">
—Un momento —comentó el inspector—. Ha dicho por una parte. ¿Cuál es a otra parte? ¿Tenemos ventaja?</div>
<div class="p1">
—Es algo que no sé al cien por cien. Me refiero a que no sé si ese enemigo invisible sabe esto, pero he descubierto algo que puede que sea lo que todos buscan. El fin de todas estas profecías.</div>
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—Hable. </div>
<div class="p1">
—He estado investigando y he encontrado algo que…</div>
<div class="p1">
De pronto, el sonido de un disparo retumbó en toda la habitación. El instinto de supervivencia de Nicolás se activó, haciéndolo saltar hacia Carolina y, debido al golpe que asestó a ésta, haciendo que ambos cayeran al suelo. Cada uno en una dirección. Su mente actuó rápido y, de un movimiento ágil se movió hacia la puerta de entrada, seguramente cerca de quien hubiera disparado, pero sería un movimiento inesperado por su parte.</div>
<div class="p1">
No buscaba agredirle, sabía de su clara desventaja si éste llevaba un arma en la mano, su objetivo era el interruptor que rápido pulsó para dejar de nuevo la habitación a oscuras. Desconocía si quien empuñaba el arma conocía la estancia, pero confió en su suerte de que no para jugar esa carta a su favor. La oscuridad sería su arma a partir de ahora.</div>
<div class="p1">
Rezó para que Carolina hubiera aprovechado ese momento de confusión para esconderse en alguna parte del salón.</div>
<div class="p1">
Con la luz apagada y el agresor localizado por el rabillo del ojo milésimas antes de apretar la llave de la electricidad, tomó un nuevo impulso que lo lanzó sobre el hombre que sostenía el arma, que miraba nervioso de un lado a otro pues todo había sucedido tan rápido que ni siquiera estaba seguro de dónde se habían metido esos dos. Había ensayado decenas de veces ese movimiento en la academia de Policía de Ávila, pero hacía mucho que no lo ponía en práctica. Y de la vez que lo hizo, prefería no acordarse. El golpe sobre las costillas sonó seco, dolía sólo con su sonido, pero por desgracia su atacante no estuvo demasiado en suelo. Eso sí, había soltado la pistola que era lo más importante. Se incorporó rápido, parecía ser que sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad y buscó la cara del inspector con su puño. Éste se hundió en el rostro del inspector, provocándole un dolor indescriptible. Parecía tener una fuerza sobrehumana.</div>
<div class="p1">
Nicolás cayó al suelo de bruces tras el puñetazo, quedando a merced de su agresor. Éste último se abalanzó sobre Nicolás como un poseso, dispuesto a acabar con él con sus propias manos. </div>
<div class="p1">
Un nuevo disparo resonó en la habitación.</div>
<div class="p1">
Nicolás, que había cerrado los ojos esperando su fatal destino los abrió despacio. Vio cómo su agresor caía, primero de rodillas al suelo para luego dejar caer el resto de su cuerpo. A pesar de la oscuridad, vio que tenía los ojos abiertos.</div>
<div class="p1">
Aunque ya no respiraba.</div>
<div class="p1">
Alzó su mirada y vio a Carolina sostener el arma. La había agarrado del suelo y, en el peor momento de todos, o el mejor, según se mirara, había apretado el gatillo, salvándole la vida.</div>
<div class="p1">
Carolina dejó caer el arma al suelo, pero ella no se movía. Nicolás se incorporó rápido comprendiendo que era debido al shock por el acto que acababa de cometer. Fue a abrazarla de inmediato pero ésta no reaccionaba. De pronto se acordó del tercero en discordia. Dejó a Carolina de pie y fue a socorrer al hermano Calatrava, que estaba tirado en el suelo con las manos en su barriga.</div>
<div class="p1">
La primera bala lo había alcanzado de lleno en el abdomen y la sangre que emanaba era una clara señal de que nada se podía hacer por su vida. Carolina reaccionó al ver a Nicolás arrodillado junto al monje y corrió también en su ayuda, dándose cuenta enseguida de su fatal destino. Le agarró la mano.</div>
<div class="p1">
Nicolás sopesó la idea de llamar una ambulancia, pero era imposible que llegaran a tiempo, había perdido demasiada sangre y, al parecer, la bala no había salido de su cuerpo. Además, todavía no tenía ni idea de cómo hacerlo para no verse envueltos en una investigación que les impidiera llevar a cabo la otra más importante.</div>
<div class="p1">
El monje abría y cerraba los ojos de manera intermitente. Intentaba hablar, pero las palabras no querían salir por su boca. Su final estaba muy cerca.</div>
<div class="p1">
Su respiración era cada vez más débil, sus ojos ya no se movían tanto y había perdido toda la fuerza con la que agarraba la mano de la joven. Cuando ya parecía que su vida se escapaba del todo, pudo decir una palabra. Una palabra que en principio no supieron identificar, pero que lo cambió todo.</div>
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—Po…Poussin.</div>
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Alloa observaba al equipo de criminalística mientras hacían el trabajo. Adoraba la labor de campo. La realizó durante un tiempo pero acabó comprendiendo que su instinto tenía que valer más que para recoger pruebas, tenía que interpretarlas. Esa fue la razón principal por la que trató de ascender —con un éxito inmediato—, dentro de la jerarquía de los Carabinieri.</div>
<div class="p1">
A pesar de no quitar ojo del trabajo de los técnicos, su cabeza no dejaba de dar vueltas a los objetos que habían encontrado bajo la placa. Dos de los cuatro llamaban más la atención. Y es que un casquillo de bala y una instantánea tan reveladora no podían pasar desapercibidos.</div>
<div class="p1">
Alloa los relacionó enseguida. La rápida llamada a Paolo y el posterior aviso de éste al padre Fimiani no habían hecho sino confirmar sus pesquisas. La parte que faltaba del casquillo estaba alojada en el pecho del difunto Papa, cuya foto —en formato Polaroid— lo mostraba muerto en su propia cama.</div>
<div class="p1">
Los otros dos objetos eran una especie de pin metálico, igual que el que llevaban Francisco y Aksel en el momento de su muerte y una nota manchada en sus dos esquinas con sangre. El mensaje de la nota estaba en latín y Alloa había pedido a Chrystelle que lo transcribiera en otro papel para poder leerlo mientras era procesado.</div>
<div class="p1">
Justo en ese momento, la subinspectora volvía a su lado.</div>
<div class="p1">
—Aquí lo tienes.</div>
<div class="p1">
Le pasó el papel y lo volvió a leer. Tenía el mismo sentido para él que cuando lo había visto. Ninguno.</div>
<div class="p1">
<i> Tertia lux cum dies oritur prophetia.</i></div>
<div class="p1">
—Joder, ¿qué coño significará esto?</div>
<div class="p1">
—La tercera profecía, nace con la primera luz del día —respondió Chrystelle.</div>
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Alloa la miró, sorprendido.</div>
<div class="p1">
—¿Sabes latín?</div>
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—No, no tengo ni idea. Pero él sí —dijo mientras mostraba su teléfono móvil de la marca Samsung—. He usado el traductor de Google, no sé si será fiable del todo, pero algo es algo.</div>
<div class="p1">
El inspector sonrió a la francesa en señal de agradecimiento por su rapidez mental, al tiempo que maldijo su propia lentitud.</div>
<div class="p1">
—Entonces, ¿algo va a ocurrir mañana? ¿O se refiere a lo que ha ocurrido hoy? Tendría sentido si fuera eso.</div>
<div class="p1">
Alloa quedó pensativo unos instantes, mirando a ninguna parte.</div>
<div class="p1">
—No sé. Pero por lo que he podido ver en las últimas semanas, le encanta jugar con los dobles sentidos. Quizá no debamos tomarnos esto de manera literal. Con este hijo de puta siempre es así.</div>
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—¿Entonces?</div>
<div class="p1">
—Ahora mismo no sé qué decirte. ¿Se han llevado ya todo a procesar?</div>
<div class="p1">
—Sí, tienen órdenes estrictas de que se haga con la mayor rapidez posible. Si todo lo que me has contado es cierto, no hay que perder tiempo.</div>
<div class="p1">
—Perfecto. Aquí creo que no hacemos nada, volvamos a comisaría. Hay que averiguar qué son esos símbolos que ha dejado ya tres veces. Tienen que ser una clave importante.</div>
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Paolo alucinaba con cada paso que daba. Las instalaciones de las que disponía bajo tierra la Guardia Suiza eran de lo más moderno. No supo por qué se imaginó un laboratorio prehistórico cuando Zimmerman le contó que disponían de ellas. No era la primera sorpresa que se llevaba con el entorno Vaticano en las últimas semanas, pero quizá sí la que más lo había dejado boquiabierto.</div>
<div class="p1">
No sacaba de su cabeza la llamada de Fimiani confirmándole el asesinato del Papa. Prefirió no contarle de momento nada a la gigantesca mole del capitán. Necesitaba que Alloa avanzara algo en la investigación de París para poder contarle algo en condiciones. Además, estaba seguro que el suizo sólo entorpecería, por lo que mejor mantenerlo al margen.</div>
<div class="p1">
Entró en la sala de autopsias, un médico con alzacuellos lo saludó.</div>
<div class="p1">
—Éste es el padre Pazzi. Ha trabajado como forense en los últimos treinta años en estas dependencias. Es toda una eminencia en cuanto a medicina forense se refiere. Padre, éste es el inspector Paolo Salvano, de los Carabinieri de Roma.</div>
<div class="p1">
—Bienvenido, inspector. Permítame la sorpresa al observarle aquí dentro. No suele venir nadie que no pertenezca a la Guardia Suiza, a la Gendarmería o la alta curia.</div>
<div class="p1">
—Es un caso excepcional, padre. Todo está relacionado con una investigación anterior —contestó el capitán.</div>
<div class="p1">
—Bien, ese caso procedamos a la autopsia. Normalmente no suelen pasar este tipo de muertes por esta camilla, pero alguna sí que hemos tenido.</div>
<div class="p1">
—Padre… —le replicó el capitán, estaba claro que no podía irse de la lengua.</div>
<div class="p1">
—Ehm… sí.</div>
<div class="p1">
Comenzó con la autopsia.</div>
<div class="p1">
Paolo no quitaba ojo de los pasos que iba realizando el médico-sacerdote, deseoso de que éste encontrara algo que le ayudase a arrojar algo de luz entre tanta oscuridad. Pero nada fuera de lo común aparecía. El recuerdo de las autopsias de los sacerdotes junto al doctor Meazza le vino de manera inevitable a la cabeza. El cómo aparecía siempre algo, el cómo el asesino le dejaba las pistas precisas para que se acercara lo justo a él, pero sin llegar a estar demasiado cerca nunca. El pensamiento de que había encarcelado al hombre incorrecto y que, quizá por su culpa, ahora estuviera muerto lo desasosegaba por dentro. ¿Pero cómo iba a saber él que se auto inculpó por extorsión?</div>
<div class="p1">
Normalmente, en una investigación de las comunes, se hubiera indagado en su entorno familiar y —quizá— se hubiera llegado a esa conclusión, habiendo evitado la situación que ahora se daba. Pero todo había ido tan rápido, todo había sucedido de tal manera que era imposible haber seguido todos los pasos previos.</div>
<div class="p1">
Ahora ya daba igual todos esos lamentos. El doctor Meazza estaba muerto y el verdadero asesino volvía a pasárselo en grande poniendo en jaque a todos.</div>
<div class="p1">
Una situación genial.</div>
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La voz del sacerdote lo sacó de sus pensamientos. Ya estaba finalizando la autopsia. ¿Cuánto tiempo llevaba absorto con sus cosas?</div>
<div class="p1">
—La causa de la muerte, al parecer, es un fallo cardíaco. Éste hombre sufrió mucho antes de morir. Necesitaré unos minutos para comprobar el nivel de adrenalina en sangre, pero creo que le arrancaron los ojos estando vivo. Su corazón no pudo más y sufrió un paro tras unos minutos agónicos. De ahí la sangre que me han dicho que hay en el escenario. Tiene laceraciones en las muñecas, que han contribuido al reguero, pero ya les digo que no murió desangrado. Su corazón muestra un paro antes de que sucediera. Además, le quedaba sangre en el cuerpo para haber vivido unos minutos más.</div>
<div class="p1">
—Muerte por sufrimiento, genial —dijo una voz a la espalda de los tres.</div>
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Todos se dieron la vuelta.</div>
<div class="p1">
—Vaya, Inspector General Sestta. Le estábamos esperando —comentó el capitán al ver quién era.</div>
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Paolo llevó una sorpresa mayúscula al comprobar de quién se trataba. Cuando había oído su apellido, su cerebro no le había dado la importancia que debiera. Ahora que lo tenía delante, un escalofrío recorrió su espalda. Era Camilo Sessta, un romano dos años mayor que él vivía a un par de calles de donde él se había criado. Desde siempre su rivalidad había sido patente, incluso cuando ambos decidieron entrar en la academia de policía, siendo Paolo el más aventajado de los dos y haciendo que Sestta no lo llevara nada bien. Éste último nunca consiguió entrar en los Carabinieri debido a su mal carácter y sus constantes reproches a superiores en la academia.</div>
<div class="p1">
—Vaya, Salvano, me alegro de verte.</div>
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—Lo mismo digo, Camilo —mintió el inspector.</div>
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—¿Se conocen? —Preguntó sorprendido el capitán.</div>
<div class="p1">
—Es una larga historia —respondió Paolo—, pero sí.</div>
<div class="p1">
—Tanto mejor, así nos será más fácil trabajar.</div>
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Paolo lo dudó. A no ser que Sestta hubiera dado un giro de ciento ochenta grados. Cosa que no se creía ni él mismo.</div>
<div class="p1">
—Bien —comentó el inspector Salvano—, al parecer en esta ocasión no nos ha dejado nada, pero tenemos que estar atentos porque volverá a actuar. —¿Puede garantizar la seguridad del resto de cardenales mientras estén aquí?</div>
<div class="p1">
—Es complicado, no puedo impedirles que hagan lo que les dé la gana. Ellos son el poder aquí. Algunos tienen incluso más que el propio Papa. Pero haré lo que pueda —contestó Zimmerman.</div>
<div class="p1">
—Perfecto. Protéjalos porque puede ir a por otro de ellos. Por mi parte regreso a la central. Tienen mi teléfono para localizarme si hiciera falta para lo que sea. Seguiré investigando desde ahí, tengo demasiados frentes abiertos, necesito organizar mis ideas y tomar las riendas. Ante cualquier novedad, llamaré.</div>
<div class="p1">
El capitán asintió. No así Sessta.</div>
<br />
<div class="p1">
Ambos lo acompañaron hasta arriba para que pudiera salir por la puerta principal del cuartel de la Guardia Suiza. Paolo respiró hondo nada más hacerlo, no miró atrás, pero no necesitó hacerlo para comprobar el odio con el que los ojos del Inspector General de la Gendarmería lo miraba.</div>
Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-54785925437288814802015-12-02T10:30:00.000+01:002015-12-02T10:30:00.462+01:00Capítulo 8<div class="p1" style="text-align: justify;">
<b></b><br /></div>
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<b>Capítulo 8</b></div>
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<div class="p4">
<span class="Apple-tab-span"> </span></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Tras cinco horas de vuelo, tomaron tierra. El avión, de la compañía <i>Air Europe</i> los había dejado en suelo escocés sin ningún tipo de percance. Nada más salir del aeropuerto, Nicolás echó un vistazo general hasta que lo divisó. Un elegante <i>Rolls Royce</i> de color negro del año sesenta y siete los esperaba junto a la entrada del edificio. El conductor esperaba dentro, tenía órdenes concretas de perder el menor tiempo posible.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Una vez dentro y tras los pertinaces saludos de rigor, éste les indicó que se dirigían al cementerio de Greyfiars Kirkyard, lugar en el que tendría acto la ceremonia de cremación del cuerpo del anciano.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El cementerio, a pesar de ser lugar de descanso de numerosas personalidades, no era conocido precisamente por eso. Todo el mundo había oído hablar de él porque estaba enterrado <i>Bobby</i>, el perro que permaneció durante catorce años junto a la tumba de su amo. Otra de las curiosidades por las que era conocido era porque se decía que en él moraba el espíritu de George Mackenzie, conocido como «<i>El sanguinario</i>», un abogado del que se decía que no podía descansar en paz y se dedicaba a molestar a los visitantes.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Bajaron del coche agradeciendo al conductor la carrera. En la propia puerta del cementerio les esperaba alguien.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Supongo que son el señor Valdés y la señorita Blanco —comentó en un muy buen castellano.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Supone bien. ¿Es usted Charles Montgomery?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí. Perdonen que les aborde tan deprisa, pero nos esperan para que empiece la ceremonia.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Sin más pasaron al interior del complejo. Hacía un frío horrible y el día estaba encapotado. Ambos agradecieron enormemente el que la ceremonia fuera en un edificio dentro del propio cementerio. Al entrar comprobaron, sorprendidos, como apenas había gente en su interior. Aparte de ellos tres, sólo tres personas más, sin contar al sacerdote, estaban observando de manera fija el enorme ataúd de maderas nobles y goznes dorados. Dos de ellos permanecían más juntos, como si se conocieran, el otro, un señor alto e imponente de pelo rubio casi anaranjado, estaba un poco más apartado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina no pudo evitar pensar que, a pesar de la riqueza de Edward Murray, en realidad era pobre, muy pobre.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La sala era escasa en cuanto a decoración, pero lo poco que había le confería un aspecto rancio y triste. Quizá por eso se llevaran a cabo las ceremonias dentro. Un par de altares con una cruz cada uno encima —de aparente falso oro— y un tapete de ganchillo propio de los años veinte, un armario con las puertas desconchadas y dos hileras de sillas de madera con más polvo que respaldo, completaban el conjunto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Los dos que están juntos son empleados del señor Murray —susurró el albacea a ambos—, encargados de su castillo. El otro es el detective que está llevando a cabo la investigación por la muerte. Supongo que querrá hacerles unas preguntas rutinarias.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás lo miró. Éste, a su vez, miraba impasible el ataúd. Se preguntaba si sería capaz de averiguar algo sobre el fallecimiento, aunque, sinceramente, lo dudaba.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La ceremonia no fue demasiado extensa. El inspector apenas entendía al sacerdote que la oficiaba y, Carolina, a pesar de hablar un fluido inglés, le costaba horrores pues su forma de pronunciar y expresarse distaba de lo que ella conocía. Aun así, supo que hablaba de sus virtudes como filántropo y elogiaba su labor para con el pueblo escocés. Escuchó al menos en tres ocasiones que fue un hombre grande, que lo dio todo y que no dudaba en estar para todos. Carolina no pudo estar más de acuerdo con esas palabras.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
No pudo evitar soltar alguna lágrima.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Al terminar la ceremonia, cuatro hombres vestidos de traje negro y con unos guantes del mismo color, aparecieron por una puerta lateral y se colocaron, dos a dos, a los lados del ataúd. De manera ritual se agacharon y lo agarraron por sus asas doradas. Todos se incorporaron a una y, con paso uniforme, volvieron por donde habían venido transportando el ataúd.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Se dirigen al horno crematorio —comentó el señor Montgomery rompiendo el incómodo silencio que se había generado—. Según me han informado, tardarán un par de horas en entregarles los restos del señor Murray. ¿Quieren que salgamos fuera a hablar? Aquí el aire está algo cargado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ambos jóvenes asintieron. A pesar del frío preferían que el aire les golpeara la cara a estar ahí dentro.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nada más salir, Carolina levantó la cabeza y dejó que el viento rozara su rostro. Lo necesitaba. Le había sido inevitable acordarse del funeral de su padre. Ya había pasado casi dos años, pero, quizá porque no lo pensara, quizá porque ella misma no quisiera, todavía no se había hecho la idea del todo de que ya no estaba. Se preguntó cuánto tiempo más le quedaba para eso.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Debo agradecerles de nuevo que hayan venido con tanta urgencia. Supongo que no les habrá sido fácil dejarlo todo y venir sin más. Pero sé que al señor Murray le hubiera gustado. En sus últimos días no paraba de hablar de ustedes dos. Bien, por supuesto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Se sabe algo de lo que ha pasado con el envenenamiento? —Quiso saber el Nicolás.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—<i>No se sabe poco todavía</i> —dijo una voz por detrás, era el detective que estaba dentro—. <i>Disculpen mi españiol, si prefiero voy a hablar en mi idioma y este señior traduce, ¿ok?</i></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Los tres restantes asintieron.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El detective comenzó a hablar mirando directamente al albacea, que asentía a cada frase que éste decía. En medio de la conversación, el policía le dio una tarjeta, a lo que Montgomery respondió tomándola y sacando de su cartera otra y dándosela a él.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—El detective Hughes me comenta que todavía no han identificado la sustancia con la que se envenenó al señor Murray, pero que todo es muy raro porque ha tenido las veinticuatro horas vigilancia en su puerta. No ha recibido visitas y su habitación no tiene ventanas al exterior. Las únicas personas que han entrado y salido de la habitación han sido las enfermeras y médicos, por lo que se está llevando una investigación sobre ellos. Me ha preguntado si ustedes pueden aportar algo al caso, pero ya le he comentado yo mismo que no, que se han enterado hace unas horas y que no saben más. Me ha pedido que le tenga informado sobre cualquier novedad. Que él hará lo mismo con nosotros.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Volvió a girarse y se despidió del detective.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Buen viaje —dijo éste a modo de despedida.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Dio media vuelta y marchó mientras cerraba su abrigo debido al frío.</div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
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<br /></div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El padre Fimiani corría tan rápido como podía en dirección a las grutas vaticanas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Sabía que todavía estarían allí.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Los actos de habían alargado de manera considerable, por lo que tenía la intuición de que no había comenzado el acto de inhumación del difunto Papa.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Accedió a las grutas por el <i>Brazo Braschi</i>, que llevaba directamente a la cripta. Al llegar, confirmó sus sospechas. La parte del funeral que no verían las cámaras de televisión estaba a punto de comenzar. Buscó con sus ojos a su objetivo, por desgracia no le quedaba más remedio que esperar a que terminara el acto. Miró su reloj, el tiempo corría en su contra.</div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="p4" style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La siguiente hora y media la pasaron charlando sobre temas banales, con Edward presente en cada frase y sin realmente llegar a contarse nada.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Por fin acabó saliendo uno de los hombres trajeados que habían portado el féretro del señor Murray con una urna preciosa. Se la entregó al albacea, que agradeció de inmediato el gesto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Ya está —comentó mientras observaba el objeto—, su último cometido es esparcirlas en los jardines de su castillo, el punto exacto lo eligen ustedes, no dijo nada al respecto. El mismo coche que les ha traído les llevará. Después, cuando lo consideren les acercará al aeropuerto de nuevo para su regreso a Roma. Tienen billetes reservados para dos vuelos distintos con dos horas de diferencia, tomen el que mejor les venga. Si acaso quisieran hacer noche aquí, podrán hacerlo en el castillo o en cualquier hotel que ustedes elijan, tan solo me tienen que llamar a este número de teléfono —entregó una tarjeta a Carolina—. Les conseguiré lo que necesiten y además gestionaré los billetes para su regreso cuando lo estimen. Mañana mismo recibirán el dinero que les he comentado por teléfono, ya está dada la orden de transferencia. Por mi parte, nada más. Ha sido un placer conocerles en persona, aunque lamento que haya sido en estas circunstancias. Gracias por venir, de corazón.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Les tendió la mano. Ellos le devolvieron el gesto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Sin más desapareció por la puerta que daba acceso de nuevo a la sala de ceremonias. Quizá debiera firmar algunos papeles.</div>
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Nicolás miró a Carolina. Ésta sostenía la urna con los restos de Edward. Su rostro mostraba una tristeza extrema por lo sucedido.</div>
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—¿Vamos?</div>
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La joven asintió. Se dirigieron hacia el coche y montaron. Éste inició la marcha hacia el castillo de Edward Murray.</div>
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El acto ya estaba llegando a su fin tras casi media hora. En él estaban presentes varios cardenales, uno por cada una de las órdenes cardenalicias: Presbíteros, diáconos y obispos. También se encontraba el camarlengo, que oficiaba la ceremonia, así como el cardenal decano y el obispo vicario de Roma. En circunstancias normales, nadie excepto ellos podían entrar en las grutas para esta ceremonia, pero Fimiani era de las pocas personas que tenía acceso a todo el Vaticano. En aquellos momentos, el camarlengo, al mismo tiempo que rociaba con agua bendita el féretro, cantaba el Salve Regina. El ataúd había sido sellado con cintas rojas con los sellos de la Cámara Apostólica, de la Prefectura de la Casa Pontificia, de la Oficina de celebraciones litúrgicas del Papa y del Capítulo Vaticano. Para seguir con lo que la tradición marcaba, se introdujo el ataúd, fabricado en madera de olmo y ciprés, en un féretro de plomo, de unos cuatro centímetros de espesor. Eso ayudaría a evitar la humedad. Luego, este fue introducido en un nuevo féretro de madera de nogal.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La lápida elegida era sencilla. Blanca como la cal, con una simple cruz y una inscripción con el nombre del Papa en latín.</div>
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A Fimiani, a pesar del profundo respeto que sentía por el difunto y el privilegio que suponía ver en primera persona un acto milenario de semejantes características, se le hizo eterno.</div>
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Una vez acabado todo, los presentes acordaron una reunión inmediata en la Capilla Sixtina para dedicar una oración al fallecido. Justo cuando se disponían a salir, el sacerdote colocó una mano sobre el hombro del camarlengo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Padre Fimiani, muchas gracias por honrarnos con su presencia. Estaba seguro que no faltaría a esta ceremonia. El Santo Padre le tenía un aprecio enorme, ya lo sabe, hubiera sido su voluntad que hubiera estado con él en este momento tan especial. Ahora ya descansa junto a su padre.</div>
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—No me dé las gracias. No podía faltar a este acto, ya me conoce —miró a su alrededor, los cardenales todavía salían de la cripta y no podía dejar que nadie escuchara su conversación. Bajó la voz—. Necesito preguntarle algo, ¿le importa si nos alejamos un poco?</div>
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Al camarlengo le extrañó una petición semejante en un momento como aquel, pero no pudo negárselo.</div>
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Se alejaron unos pasos hacia el interior de la gruta. Ambos se plantaron delante de la tumba de Pablo VI.</div>
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—Usted dirá.</div>
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—No sé muy bien cómo abordar este asunto. Es algo escabroso.</div>
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—Por favor, sea directo.</div>
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—Usted está al tanto de lo que sucedió en nuestro seno hace apenas unas semanas, ¿no?</div>
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—¿Cómo no estarlo? En realidad pocos lo saben, pero como mano derecha de su Santidad, debía conocerlo.</div>
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—El asunto se ha recrudecido. Seré directo, discúlpeme. El cardenal Sousa ha sido brutalmente asesinado.</div>
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El camarlengo se echó las manos sobre la boca. Fimiani pudo ver cómo los ojos del hombre se abrían como platos.</div>
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—Pee… peeeerooo… ¿cómo?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Ha ocurrido en la Residencia de Santa Marta, todavía no sabemos mucho, pero el acto ha sido una salvajada. Pero no sólo ha sido eso, una serie de actos han hecho pensar a los Carabinieri que todo ha comenzado de nuevo.</div>
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El camarlengo necesitó respirar profundo para poder hallarse de nuevo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Esto es horrible. Horrible… ¿Qué está pasando, Fimiani? ¿Nos estamos volviendo locos?</div>
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—No tengo la menor idea de lo que pasa, ojalá pudiera darle respuesta. De pronto tenemos que ayudar en lo que podamos a los investigadores para que esclarezcan esto cuanto antes, no podemos permitir que se origine una nueva matanza como la vivida hace quince días. Debemos reaccionar.</div>
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El camarlengo sopesó las palabras del sacerdote antes de contestar.</div>
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—Pero, ¿qué puedo hacer yo? —Quiso saber.</div>
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—Es muy simple. Ahora le haré una pregunta. Es vital que me conteste con sinceridad porque su respuesta puede aclarar muchas cosas. Dígame, ¿El Santo Padre ha sido asesinado?</div>
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De pronto y como si se hubiera accionado algún tipo de circuito dentro del cuerpo de su interlocutor, su frente comenzó a llenarse de sudor. Su tono de piel estaba cambiando de un dorado casi envidiable a un blanco inmaculado. Sus labios también comenzaron a morarse. Al ver esta reacción, Fimiani dio un paso adelante. Parecía que el hombre iba a caer al suelo de un momento a otro.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Se encuentra usted bien?</div>
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—Ssssssi… —acertó a decir.</div>
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—¿Puedo tomarme esta reacción como una respuesta afirmativa?</div>
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El camarlengo miró al sacerdote con ojos misericordiosos, como queriendo desaparecer de la faz de la tierra de inmediato por llevar consigo un secreto tan grande.</div>
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—¿Lo sabe Zimmerman?</div>
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El hombre negó con la cabeza.</div>
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—¿Cómo es posible?</div>
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—Ordené al médico que lo asistió que guardara silencio. En su informe se adujo un fallo en el corazón. Sabe que las autopsias papales están prohibidas, nadie tenía que saber que un hombre tan grande había muerto de manera tan miserable. No tengo miedo de que el médico cuente nada porque también es sacerdote, su fe va por delante. Lo hice para que no fuera recordado por eso, sino por su grandeza como pastor.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Se echó a llorar como un niño pequeño.</div>
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A Fimiani no le salían las palabras. Sabía que la respuesta a su pregunta iba a ser positiva, pero en el fondo deseaba que no fuera así. La confirmación hizo que un nuevo nudo se hiciera en su estómago. Ya había perdido la cuenta de cuántos llevaba en el último mes.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Está bien, tranquilícese. Ahora cuénteme cómo murió. </div>
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El hombre dudó antes de hablar. Miró a su alrededor, nadie podía escuchar aquello. Sabía que en el fondo eso no servía de mucho, las paredes de aquel lugar tenían oídos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Encomendó a Dios su alma. Iba a romper un juramento que él mismo se había auto impuesto.</div>
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Le relató todo a Fimiani. Una vez hubo acabado, tembloroso dio media vuelta y salió de las grutas en busca de cobertura. Paolo tenía que saber aquello. Lo tenía que saber ya.</div>
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El coche se detuvo frente a la puerta.</div>
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Nicolás sintió un escalofrío recorrerle la espalda cuando volvió a ver el impresionante castillo de frente. En aquellos momentos fue consciente de que estaba vacío y empezó a hacerse a la idea de que su dueño ya no estaba entre ellos. Reprimió el ansia de ponerse a llorar. Debía mostrar entereza para que, Carolina, que estaba muy sensible en aquellos momentos, no se echara a llorar también.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El chófer les abrió la puerta y ambos bajaron.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Aquí tienen las llaves del castillo —su castellano era impecable, tanto que dudaron de si era español—, por si necesitan entrar para lo que sea. Charles Montgomery me ha dado órdenes para que les espere aquí mismo, que les deje intimidad. Le dejo mi número de teléfono móvil. Si por un casual decidieran quedarse en el castillo, por favor, me llaman, me lo comunican y yo me marcho hasta que me vuelvan a llamar para que les recoja. Estoy a su total servicio.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Escuche. Creo que después de esparcir los restos, necesitamos al menos una hora de descanso. Creo que no habrá problema para coger un vuelo algo más tarde, según me ha comentado el señor Montgomery.</div>
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—No, no lo hay, señor.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Perfecto, pues márchese si quiere y en una hora y cuarto, por ejemplo, nos vemos aquí mismo. En la entrada.</div>
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—Como deseé el caballero —comentó el hombre con unos modales exquisitos.</div>
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Sin más, se montó en el coche, prendió el motor y se marchó.</div>
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—¿Vamos, pequeña?</div>
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Carolina lo miró, con la urna en la mano y sonrió algo forzada.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás abrió la puerta metálica con las llaves que el chófer le había dado y accedieron.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Éste le echó un brazo por encima a Carolina mientras andaban por el sendero de acceso al castillo y besó su cabeza. Nicolás entendía a la perfección por qué, a pesar de conocer tan poco tiempo al entrañable anciano, los sentimientos de la joven estaban tan a flor de piel. Tenía claro que le recordaba a su propio padre. Su pérdida era como haber perdido por segunda vez a alguien tan importante para ella.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Continuaron andando hacia el envidiable jardín que flanqueaba la fortaleza.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Te parece que lo hagamos aquí?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La joven asintió.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Está bien. ¿Lo haces o lo hago?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Lo hacemos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina abrió la tapa de la urna. Nicolás no pudo evitar echar un vistazo a su interior, le era muy complicado concebir que ese polvo que contenía fuera antes una persona. Notó que un nudo se le hacía en la garganta. La joven comenzó a llorar. El inspector la atrajo hacia sí y la apretó con fuerza, necesitaba transmitirle que estaba ahí, no sólo de cuerpo presente. Colocó su mano izquierda sobre la de Carolina, en la urna e hizo un leve movimiento para indicarle que había llegado la hora.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La joven colaboró y las cenizas comenzaron a caer sobre el húmedo césped. Nicolás comenzó a girar acompañando a Carolina con su cuerpo, trazando una circunferencia a la vez que seguían arrojando los restos. Se aseguró de haberlo esparcido todo y cerró de nuevo la urna.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ya estaba.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Edward descansaba ahora sobre el césped en el que tantas veces habría caminado para despejar su mente en situaciones difíciles.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
En ese momento sí dejó que las lágrimas mojaran su rostro.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Aguardó un par de minutos en silencio sin decir nada, sin pensar nada. Pasados, volvió a besar a Carolina, pero esta vez en los labios. Ésta agradeció el beso, cerró los ojos y se dejó llevar. No sabía qué sería de ella en esos momentos sin el amor de su vida a su lado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Pasamos al castillo a descansar un poquito antes de irnos? —Preguntó en un tono casi paternal.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La joven asintió. Necesitaba entrar, sentarse un rato en silencio y pensar en sus cosas. Necesitaba recuperar la compostura que tenía hacía tan solo unas horas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Sin que Nicolás le quitara el brazo de su hombro, comenzaron a andar hacia la puerta principal.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Subieron los imponente escalones que daban acceso al portón. Nicolás apartó su brazo para introducir la mano el bolsillo y buscar las llaves que le había dado el chófer.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina se detuvo en seco. A Nicolás no se le escapó el gesto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Qué ocurre? —Quiso saber.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ella lo miró y, automáticamente, miró hacia la puerta.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Estaba entreabierta.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Aquello no hubiera sido señal de alarma ninguna de no haber sido porque estaba claramente forzada.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
De manera instintiva, agarró a Carolina y la atrajo hacia su cuerpo. Palpó el bolsillo en busca de la tarjeta que el detective <i>Macnosequé</i> le había dado. Se dio cuenta enseguida de que en realidad se la había dado a Montgomery y no a él. Se maldijo. Dudó de llamar directamente a emergencias, pero no estaba seguro de querer involucrar a más gente en aquello. Volvió a maldecirse por no llevar su pistola reglamentaria, con ella todo sería más fácil. Pero claro, ¿con qué pretexto la iba a pasar por el aeropuerto si estaba oficialmente de vacaciones?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Puede que eligiera la situación menos sensata de todas, pero colocó a Carolina detrás de él y abrió con extremo cuidado el portón. A la joven no le dijo nada, de sobra lo conocía y sabía lo que iba a hacer.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Accedió al castillo, dejando antes la puerta en su posición anterior. Comenzó a andar despacio. Notaba la respiración de Carolina en su nuca, era algo acelerada, estaba muy nerviosa. Aunque no más que él. Se odiaba a sí mismo por tener que exponer al ser que más quería en este mundo a tanto peligro, pero ambos estaban metidos hasta el cuello en ese asunto y no podía hacer otra cosa. Todo estaba muy oscuro, aunque daba gracias de que al menos se pudiera ver lo suficiente para no tropezar con una de las pesadas armaduras con las que se iba cruzando.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Pasaron por varias puertas cerradas hasta que llegaron a una que no lo estaba. Nicolás la conocía muy bien pues era la del salón en el que se produjo la primera reunión que ambos tuvieron con el millonario. Había muchas posibilidades de que, en caso de haber un intruso, estuviera ahí dentro.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El inspector miró a su novia. Ésta no se despegaba un centímetro de él. Algo que el madrileño agradeció sobremanera. El peligro era evidente.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás trató de relajar su respiración, algo acelerada. Quería introducir su cabeza por la apertura de la puerta y, si respiraba tan rápido, se iba a delatar. Una vez lo hubo conseguido, comenzó a moverse de manera lenta.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Al hacerlo, en un primer momento no vio nada.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La oscuridad lo anegaba todo de tal forma que aquello parecía el mismísimo vacío. Sus ojos se fueron habituando y una serie de formar se comenzaron a dibujar frente a él. Vio la mesa rodeada de sillones en la que tuvieron la primera reunión con Edward y que sirvió de reencuentro con Carolina. Distinguió la mesa en la que desayunaron al día siguiente. Consiguió ver la estantería que contenía volúmenes rarísimos. Entonces lo vio.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
De pie, inmóvil. Una sombra permanecía quieta. No movía ni un dedo. Estaba, al parecer, de espaldas hacia su posición.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Dentro de lo malo, aquello le daba algo de ventaja.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Llevó su mano hacia atrás y agarró a Carolina del brazo, apretándola para hacerle saber que algo no marchaba bien ahí dentro y al mismo tiempo haciéndole saber que debía permanecer quieta. Se sintió imbécil por lo que iba a hacer, pero no le quedaba otra opción.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Con su mano derecha simuló portar una pistola, esperó que la oscuridad fuera más su aliada que un handicap, se armó de valor y entró como una exhalación en la sala.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¡Policía! ¡Levanta las manos donde yo las vea! —No sabía si se sentía más ridículo por empuñar su propia mano como arma o porque la persona no entendiera ni papa de lo que le estaba diciendo al no hablar castellano. Se sintió más imbécil todavía.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El extraño no se movió. No hizo nada. El nerviosismo de Nicolás creció hasta límites perjudiciales para la salud. El factor sorpresa no había servido para nada y ahora estaban a merced de aquella persona. Si esa persona llevaba un arma, la sorpresa iba a ser para ellos dos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Carolina se pegó todavía más al inspector. De repente, la sombra comenzó a girarse. Lo hacía despacio, como si no tuviera prisa en mostrarse.</div>
<br />
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nicolás estaba al borde la taquicardia. Cuando comprobó quién era, si hubiera llevado una pistola, se le hubiera caído al suelo.</div>
Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-8771569856307579052015-11-28T09:22:00.001+01:002015-11-28T09:22:56.756+01:00Capítulo 7<div class="p1">
<b></b><br /></div>
<div class="p1">
<b></b><br /></div>
<div class="p1">
<b></b><br /></div>
<div class="p2" style="text-align: center;">
<b>Capítulo 7</b></div>
<div class="p3">
<br /></div>
<div class="p3">
<br /></div>
<div class="p4">
<span class="Apple-tab-span"> </span></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo se plantó frente a la puerta de la Residencia de Santa Marta. No conocía esa parte del Vaticano, como la mayoría de la gente. Se preguntó cuánto del Estado Vaticano desconocía en realidad. Miró la fachada por unos instantes, pero sus ojos se posaron enseguida sobre los dos guardias de la puerta. Parecía que ni respiraban ni pestañeaban. Se preguntó si él sería capaz de cumplir con su trabajo. Supo de inmediato que no.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Una llamada telefónica lo sacó de sus pensamientos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Miró la pantalla. Era de la central.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Salvano —contestó.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Inspector —era la voz del subinspector Telli—, tal y como me pidió, he indagado todo lo que he podido sobre la vida del doctor Meazza. ¿Recuerda a su mujer?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo hizo memoria.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Antonella? —Preguntó sin estar muy seguro del nombre.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, la misma. Recuerda que la interrogamos hace dos semanas, en su declaración afirmó no saber nada de las actividades de su marido. Que salía frecuentemente por las noches pero que ella imaginaba que era por motivos de trabajo. Nunca le preguntaba. Pues bien, he vuelto a su casa a preguntar de nuevo ante lo ocurrido. Estaba muy afligida por la muerte de su marido. Mi primera impresión ha sido que, a pesar de ser un asesino, ella lo quería, pero parecía haber algo más. Le he vuelto a preguntar por lo que sucedió con los asesinatos, ha empezado a contarme la misma historia hasta que ha llegado a un punto en el que se ha desmoronado y me ha contado toda la verdad.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo enarcó una ceja cuando escuchó la última frase.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Y cuál es?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Dice que alguien amenazó a su marido con matarlos a ella y a su pequeño si no hacía lo que le decían. Todo consistía en dejar parte de su ADN en la penúltima escena y aparecer, gracias a su acceso con el Santo Padre en la escena fingiendo ser el asesino. Si él o su familia se iba de la lengua, acabaría pagando las consecuencias. Pero, al parecer, su muerte ha cambiado las cosas y Antonella teme realmente por sus vidas. Está aquí con su hijo, en la central, le daremos protección hasta que todo esto acabe.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Entonces se confirma que Meazza no tuvo nada que ver con los asesinatos… —musitó Paolo para sí mismo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Así parece ser. Debo confesarle que esto me desconcierta. Pero por otro lado explica muchas cosas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, desde luego. Buen trabajo, Telli. Encárguese personalmente de que estén protegidos las veinticuatro horas. No quiero más muertes innecesarias. Siga trabajando y averigüe lo que pueda sobre el caso. Manténgame informado. Le dejo, estoy a punto de entrar a un lugar importante.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Colgó.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Trató de reordenar las piezas del puzzle que ahora mismo tenía en su cabeza. Demasiadas. Aun así todavía era capaz de llevar cada historia de las que estaban sucediendo aquella mañana separada. Aunque si seguían sucediéndose los acontecimientos, no sabría decir por cuánto tiempo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Volvió al tema que le ocupaba en ese momento. Se acercó hasta la puerta del edificio. Al verlo llegar, ambos guardias se apartaron, como si fueran parte de una puerta automática. Lo esperaban.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Entró.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Sabía dónde debía dirigirse, Zimmerman le había dejado claras instrucciones. Tercera planta. Él lo esperaba en el pasillo. No le había dejado traer ninguna clase de equipo con él. Sabía del recelo del Vaticano ante estos temas, aun así trataría de convencerlo para poder hacer las cosas a su manera.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Comenzó a andar por el pasillo hasta llegar a una especie de recepción, que en ese momento estaba vacía. Supuso que por el acto que seguía llevándose a cabo no demasiado lejos de allí. El suelo de mármol causó en él una gran impresión. A pesar de no ser un lugar decorado de manera ostentosa, ese suelo confería al espacio una elegancia sin igual. Muebles austeros pero aun así elegante acompañaban al conjunto.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Tomó las escaleras de al lado de la recepción. Había un ascensor, pero prefería llegar por su propio pie.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Al acceder al pasillo de la tercera planta, vio a su anfitrión. Su color de pelo era inconfundible.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Muy buenas, Capitán. Aquí me tiene —dijo a modo de saludo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Buenas, inspector. Antes de nada, quiero recordarle el protocolo de discreción que tenemos en el Vaticano. Oficialmente, la muerte ha ocurrido en nuestro suelo y debería ser cosa nuestra y de nuestra propia Gendarmería. Le he llamado por las sospechas que tengo de la relación con su caso anterior. Además de que me he enterado de lo que ha pasado en Regina Coelli. No puede ser casual.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sin ver lo que ha pasado ahí, dudo que lo sea. Demasiadas casualidades para un solo día.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Zimmerman asintió.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Está bien, puede pasar. Espero que sus ojos vean lo que los míos no.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Abrió la puerta.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo entró.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Trató de no impresionarse por la imagen, pero era humano y, a pesar de haber visto durante el transcurso del último caso muertes espeluznantes, no pudo evitar que sus ojos se abrieran como platos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La máxima de andar en línea recta en una escena de crimen no valía en ese caso. Había sangre por todos lados y era casi imposible no pisar algo. Paolo optó por pasar por las zonas menos anegadas y así entorpecer lo menos posible la investigación. Llegado a un punto de aparente limpieza, giró sobre sí mismo. En las paredes no había sangre, eso descartaba muchas posibilidades de muerte. Sus ojos se posaron sobre el cadáver.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Estaba de rodillas, con los brazos en cruz, atado a una silla de madera que había servido para que el cadáver pudiera adoptar esa postura y no caer al suelo. Se asemejaba a un acto de contrición por parte del fallecido. Parecía implorar perdón a una talla de una virgen que reposaba sobre una cajonera que estaba enfrente de él.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La imagen de por sí ya daba escalofríos, pero la bandeja de aparente plata que tenía enfrente, en el suelo, aumentaba el nivel de dramatismo. Sobre todo debido a los ojos que reposaban sobre ella.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo no necesitaba mirar la cara de la víctima para saber a quién pertenecían los mismos, aun así lo hizo, confirmando su teoría.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Espero que no se los arrancaran estando vivo —comentó el capitán desde la puerta.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Los análisis de sangre nos lo dirán, pero apostaría a que sí, tratamos con el mismo demonio.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ese comentario hizo que el cuerpo de Zimmerman se estremeciera. Desde bien pequeño, sus padres le habían hablado del demonio y de sus malignas intenciones. No sintió nunca vocación para ordenarse sacerdote, comprendió que su lucha contra el mismo también podría llevarse a cabo desde la Guardia Suiza. Esa fue su verdadera razón para entrar en el cuerpo y pasar las durísimas pruebas de acceso.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Cuál es su identidad? —Quiso saber Paolo sacando al capitán de sus pensamientos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Se trata del cardenal Sousa, portugués.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Es uno de los posibles «<i>nuevo Papa</i>».</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Todos los cardenales son elegibles.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Ya me entiende.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No, no está en las quinielas de los nombres que suenan con fuerza.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Por lo que podríamos descartar un juego de poder…</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Me temo que sí.</div>
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Paolo miró la talla.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿La virgen ya estaba ahí antes?</div>
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—Tengo que asegurarme, pero me temo que no. Los huéspedes suelen tener muchas manías en cuanto a sus adoraciones y Juan Pablo II ordenó en su día que las habitaciones estuvieran inmaculadas siempre para así evitar cualquier tipo de incomodidad. Le parecerá una tontería, pero igual que mucha gente es hincha de un equipo o de otro, en muchas ocasiones los cardenales también lo son en cuanto a santos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo lo miró extrañado. Aquella explicación era muy surrealista, pero prefirió no seguir con el tema.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Entonces, entiendo que el asesino la ha colocado, no creo que el cardenal lo hiciera para rezar, ¿no?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Lo dudo, la residencia tiene una capilla preciosa a la que los inquilinos pueden ir a rezar siempre que deseen.</div>
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Paolo respiró hondo. Aquello iba tomando forma.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿No les pareció raro que el cardenal se ausentase en el funeral? ¿Nadie lo echó en falta?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No es la primera vez que pasa en un funeral. Verá, inspector, aquí, por la noche, suceden cosas extrañas. Cosas con las que solemos mirar a otro lado y ya está. Muchas veces los cardenales no se encuentran en condiciones de cumplir con sus obligaciones. Nadie les recrimina nada, tienen absoluto poder. Y por favor, le agradecería que cambiásemos de tema.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Está bien —comentó un resignado Paolo—. ¿No hay cámaras de seguridad en las instalaciones?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Solo fuera. La privacidad de los huéspedes es de suma importancia.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo cerró los ojos y se aguantó las palabras. Sentía la necesidad de decir lo que pensaba sobre todo ese secretismo Vaticano pero prefirió callar. Necesitaba estar de buenas para poder llevar a cabo su trabajo y a atrapar a ese hijo de la gran puta.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Bien, está bien. A priori no hay nada que pueda contarle excepto lo que usted mismo puede ver. Necesito que el equipo de criminalística trabaje con el cuerpo, puede decirnos mucho. De hecho, en el resto de asesinatos siempre lo hacía. Llamaré…</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No puede hacer eso —le cortó de pronto Zimmerman mientras Paolo ya sacaba su teléfono móvil del bolsillo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Cómo dice?</div>
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—Como sabrá, nos encontramos en suelo Vaticano. Todo lo que pase aquí nos pertenece, no puede sacar el cuerpo de nuestro Estado. Además, se airearía el tema y no quiero que pase eso. No quiero pánicos innecesarios.</div>
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—¿Pero qué coño me está diciendo? —Paolo no pudo más— ¿Entonces qué quiere que haga? ¿Para qué cojones me ha llamado?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Cálmese, lo primero —respondió el capitán en un tono conciliador—. No le he dicho que no vaya a trabajar con el cuerpo, le he dicho que no lo hará fuera del Vaticano. Tenemos nuestras propias instalaciones forenses bajo nuestro cuartel.</div>
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Paolo enarcó una ceja, ¿aquello era verdad?</div>
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—No me mire así —continuó hablando Zimmerman—, como ya le he dicho, somos un Estado con todo lo que ello conlleva. ¿De verdad le parece tan raro que tengamos una morgue? Le recuerdo que los sacerdotes y cardenales que viven aquí, por muy santos que sean, también mueren. Funcionamos perfectamente como país.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿También tienen laboratorio?</div>
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—Sí, no demasiado grande ni lleno de aparatos inútiles, pero sí lo esencial. Somos capaces de comparar muestras de ADN en un tiempo récord. Nuestra base de datos está conectada con la de la Interpol, por lo que tenemos acceso a más cosas de las que usted cree.</div>
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Paolo no supo qué responder. Su enojo no cesaba porque se sentía atado de pies y manos, pero el alivio era evidente al conocer que al menos, no tenía que trabajar en condiciones difíciles.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Esperó que todo aquello no se le fuera de las manos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Está bien. En se caso supongo que también tendrán equipo de criminalística. Haga el favor de llamarlos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, lo tenemos. Se ocupa la Gendarmería Vaticana, aunque la mayoría de la gente no tiene ni idea de eso. Al frente de ellos está el Inspector General Sestta. Es un hombre de complicado carácter, pero uno de los mejores policías que he visto en toda mi vida. Los llamo enseguida.</div>
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Alloa y Chrystelle entraron al despacho. El italiano se giró sobre sí mismo para echar un vistazo a su nuevo lugar de trabajo. Todavía no había llegado a asimilar del todo que estuviera en París dispuesto a llevar a cabo una investigación. ¿Quién se lo hubiera dicho cuando se había levantado esa misma mañana?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Chrystelle ya se había quitado el uniforme de agente y su atuendo había pasado a ser unos pantalones vaqueros azules y un jersey de color salmón. No se esmeraba demasiado a la hora de elegir su ropa.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Por dónde empezamos? —Quiso saber Chrystelle que se mostraba prudente ante su inexperiencia.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Creo que sería conveniente saber por qué ha elegido ese punto. Qué significado puede tener para él.</div>
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—¿No puede ser sólo por atención mediática?</div>
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—Podría ser, pero si es nuestro hombre no actúa así. Cada lugar escogido tiene su significado.</div>
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—Pues por Notre Dame ha pasado de todo y, por su plaza, todavía más. No conozco la historia al completo de ese lugar, pero sí sé que ha sido centro neurálgico de París desde que se construyó.</div>
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Alloa quedó pensativo durante unos instantes.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Sabe si alguien fue alguna vez quemado vivo en ella?</div>
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Chrystelle lo miró como si le hubiera dicho de mirar un ovni mientras pasaba.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No sé… así de primeras… Espere, lo compruebo.</div>
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Tomó asiento frente al equipo informático, estaba encendido. Abrió el navegador y tecleó su búsqueda. Abrió el primer resultado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Joder, sí. Aquí habla de que hace setecientos años fue quemado Jacques de Molay, el último Templario.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Un momento, un momento, ¿ha dicho Templario?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, pero…</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La maquinaria de la cabeza de Alloa comenzó a hilar. Quedó unos instantes en silencio ante la mirada curiosa de la recién nombrada subinspectora, que no entendía nada de lo que estaba sucediendo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Inspector?</div>
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—Creo que ya lo entiendo todo. De momento nos vamos yendo hacia la plaza, el asesino nos ha dejado algo, de eso estoy seguro. Durante el trayecto le contaré detalles de la investigación que no conoce, es más, pocos los conocen. Sólo le pido que no me tome como a un lunático. La historia es algo increíble. Y por favor, empecemos a tutearnos, que somos jóvenes.</div>
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El trayecto de la comisaría hasta la plaza era relativamente corto, pero a Alloa le dio tiempo, resumiendo eso sí, de contar todos los pormenores sobre la investigación, incluyendo la historia de los Templarios y todo lo que le rodeaba.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Todo esto es real o me estás tomando el pelo? —Comentó Chrystelle nada más acabar el inspector la historia.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Te prometo que yo tampoco creía nada, pero parece ser que todo es tan real como el aire. Sé que es difícil de asimilar, pero todo cobra sentido con esta historia. Ellos se hicieron pasar por Templarios, dudo que la orden siga existiendo a día de hoy, pero al parecer los han asesinado como se hizo con los últimos miembros, digamos legales, de la orden.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Y ahora viene cuando me explicas por qué necesitabas venir, qué es lo que esperabas encontrar en ella.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No lo sé exactamente, sigo una corazonada, sin más. Pero si algo he aprendido durante la investigación que llevé a cabo junto al inspector Salvano, es que nada es casual, que cada acto que comete lo hace de una manera muy estudiada. Es demasiada casualidad lo de los Templarios.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Ya, si en eso estoy de acuerdo, pero sigo sin tener claro a qué vamos. Nuestro equipo registró minuciosamente la escena. No hay nada más.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Siempre lo hay, créeme. Estas investigaciones siempre van un poquito más allá.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Cuando llegaron a la misma, Alloa no pudo evitar abrir la boca como cualquier turista ante la majestuosidad del conjunto arquitectónico.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
A Chrystelle le divirtió esa reacción. Parecía que el inspector no había salido demasiado de su ciudad.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Sin esperar, lo dirigió hacia la zona en la cual habían encontrado los cadáveres. Ya se había levantado el cordón, se había limpiado y la gente paseaba tranquila, ajena a lo sucedido en su mayoría.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Aquí los encontramos. Ahora, con todo limpio, dudo más todavía si cabe que encontremos algo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa giró sobre sí mismo mientras comprobaba el terreno. Tenía que haber algo más, siempre lo había.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Qué decía la nota que habían encontrado dentro de uno de ellos? —Le preguntó a la parisina.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ésta extrajo su teléfono móvil de la chaqueta de pluma que se había colocado al salir y buscó en la galería fotográfica. Al encontrarla, leyó su contenido al inspector.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Inspector Salvano, como ve, San Pedro acabó cayendo. La segunda profecía concluye. El juego continúa. Como Templarios creyeron vivir y como Templarios han muerto. El fuego que purificó a unos es el punto de comienzo de la tercera. Buena Caza.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—El fuego que purificó a unos es el punto de comienzo de la tercera… —repitió Alloa.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Le dice algo esa parte, inspector?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Nos está diciendo algo con eso. Hay algo que comienza con el fuego.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Con el fuego?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Algo así tiene que querer decir. Joder, esto se le da mejor al inspector Salvano que a mí, odio las adivinanzas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—A mí, en cambio se me dan bien. ¿Cree que es algo parecido a un acertijo?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Conociéndolo, sin duda.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Fuego… punto de comienzo… <i>feu</i>… <i>point de dèpart</i>… <i>point zero</i>…</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
De pronto, Chrystelle se giró sobre sí misma.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Cómo dices? —Quiso saber Alloa extrañado por las palabras de la joven y el giro brusco que había dado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sígueme, creo que podemos encontrar algo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa obedeció y comenzó a seguir a la subinspectora, que había echado a su vez a correr en dirección a la catedral. No entendía qué estaba sucediendo, pero esperaba que la intuición de la joven fuera tan buena como le había vendido Moreau.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Aquí es —dijo ésta cuando se detuvo mientras miraba hacia el suelo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Qué es esto? —Preguntó el inspector mirando un objeto redondo que había en el suelo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Es el <i>point zero</i>, aunque muchos lo conocen como el <i>point de dèpart</i>, pues es el punto de comienzo de todas las carreteras. Es demasiada casualidad.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No lo es —comentó un satisfecho Alloa mientras se agachaba a mirarlo más de cerca— Mira, ha sido manipulado.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Chrystelle se fijó en los bordes del octógono central de bronce que contenía una estrella de ocho puntas. En efecto, parecía que lo habían levantado recientemente pues había una leve separación entre sus cantos y la piedra de alrededor, en la que se podía leer <i>Point Zero des rutes de France</i>.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La subinspectora, consciente de lo que iba a hacer el inspector, se levantó y alejó a los turistas que miraban extrañados al par de policías pues querían hacerse la típica foto. Alloa extrajo un pañuelo de papel de un paquete que llevaba en su bolsillo y, después de meter con extremo cuidado la uña entre el bronce y la piedra, envolvió las llevas yemas de sus dedos para no dejar sus huellas en él, por si acaso.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Lo levantó y miró lo que había debajo del mismo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Chrystelle, llama a Científica. Yo tengo que llamar urgentemente al inspector Salvano.</div>
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Paolo colgó tras asistir atónito a las palabras del inspector Alloa. No podía creer lo que le acababa de relatar. Pasó su dedo pulgar e índice por su frente para después bajarlo sobre el tabique. Necesitaba ayuda y la necesitaba ya. Sólo había una persona que se la podía proporcionar. Aquello empeoraba por momentos.</div>
Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1003239579737271795.post-87036216527009611712015-11-25T09:00:00.000+01:002015-11-25T09:00:03.331+01:00Capítulo 6<div class="p1">
<b></b><br /></div>
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<b></b><br /></div>
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<div class="p2" style="text-align: center;">
<b>Capítulo 6</b></div>
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<span class="Apple-tab-span"> </span></div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El Guardia Suizo andaba lo más rápido que podía. A pesar de lo que pudiera parecer tras echarle un vistazo encima, las estrafalarias vestimentas —cuyo diseño todos atribuían a Miguel Ángel cuando, en realidad, el traje de la Guardia Suiza actual lo había diseñado el comandante Jules Repond— no le molestaban en absoluto en su movimiento. Al contrario, le hacían sentirse ligero como una pluma. No corría por la sencilla razón de que una norma lo prohibía. No podía correr si la situación no lo requería expresamente, como un ataque directo al Papa o similar. Lo que acababa de ver bien podría haber requerido una celeridad mayor, pero sabía lo que iba a opinar su capitán al respecto y prefirió acatar las normas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Llegó hasta la puerta sin apenas cansancio, su entrenamiento le permitía haber estado haciendo el mismo recorrido durante todo el día casi sin inmutarse. Lo que si tenía era el corazón latiendo por encima de las doscientas pulsaciones debido a la excitación y el nerviosismo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
A pesar de todo, siguió el protocolo y llamó con sus nudillos en la madera. Ante todo, las formas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Pase —dijo una voz en el interior del despacho.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Al entrar, el guardia comprobó cómo su jefe miraba sin pestañear el monitor de su ordenador. Sin duda controlaba las centenar de cámaras instaladas por toda la Ciudad del Vaticano y que durante el transcurso de ese día cobraban una especial importancia.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Capitán, siento molestarle en un momento así, pero ha ocurrido algo muy grave —soltó el guardia sin más.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El capitán de la Guardia Suiza, Hans Zimmerman levantó la vista de su monitor, no esperaba que su subordinado trajera malas noticias porque, normalmente, él era el primero en saberlo todo y no estaba al corriente de nada fuera de lo común. Además, en las cámaras no se registraba ningún incidente.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Hable. ¿Algún incidente en la Plaza de San Pedro?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El capitán hizo la pregunta a sabiendas de que siempre solía suceder algo entre el gentío. Desde robos a agresiones gratuitas. Peleas, empujones y discusiones eran habituales en todo acto que se llevara a cabo en la plaza. Al fin y al cabo, alborotadores había en todos lugares. Aquél sagrado sitio no iba a ser menos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El guardia tragó saliva.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—No, señor. Me temo que es mucho más grave.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Relató lo sucedido al capitán. Su reacción fue la de levantarse de inmediato de su asiento y salir del despacho, seguido del guardia, que esperaba esa reacción por parte de su jefe.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Zimmerman se saltó el protocolo que él mismo había impuesto en el cuerpo —consensuado, eso sí, con el comandante— y echó a correr. Los ojos no estaban puestos, precisamente, en esa parte del Vaticano y su máxima de guardar las apariencias iba a seguir intacta.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Apenas un par de minutos de carrera bastaron para que los dos llegaran hasta su destino.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La Residencia de Santa Marta.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
La entrada de la misma distaba mucho del resto del conjunto de edificios de la Ciudad del Vaticano. Con un aire moderno en la fachada gracias al revestimiento de la pared en tonos beige mezclados con anaranjados, la Residencia de Santa Marta se alejaba un poco de la imagen centenaria que ofrecía casi todo el Estado Vaticano. Fundada por el Papa Juan Pablo en el año 1996, era utilizada, principalmente, como residencia para los cardenales electores durante el funeral y posterior cónclave, como era el caso. Aunque también se utilizaba como alojamiento temporal para cardenales y altos cargos eclesiásticos durante estancias en Roma y en la propia ciudad.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Los dos guardias apostados en la puerta se apartaron de inmediato, ofreciendo un saludo solemne al capitán y abriendo paso al interior de la misma.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Una vez dentro, subieron hasta la tercera de las cuatro plantas. El capitán se dejó guiar por el guardia que había ido en su búsqueda. Éste lo llevó hasta la cuarta habitación a su derecha en el pasillo principal.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Es aquí, señor —comentó señalando la puerta que estaba medio entornada.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Quién más ha entrado?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Una de las encargadas de la limpieza, mi capitán. Fue ella quién dio el aviso. Tenían órdenes precisas de limpiar las habitaciones mientras el funeral se llevaba a cabo. La ha acompañado otro guardia al que he tenido que poner al corriente para salvaguardar la situación. Él se encargará de ella. No hablará.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Zimmerman asintió satisfecho. Se sentía orgulloso del entrenamiento al que eran sometidos sus guardias. No sólo físico, ese quizá era el menos importante. Sobre todo el mental. Sabían cómo actuar frente a cualquier situación guardando la compostura requerida para sus puestos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
El capitán asintió a su subordinado. Éste no mostró ninguna alegría ante la aprobación. Se limitaba a hacer bien su trabajo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Zimmerman tragó saliva. Acto seguido introdujo la cabeza en la habitación. Sintió que su columna se quedaba rígida cuando comprobó la escena. Sacó la cabeza intentando no perder el control de la situación. Metió la mano en el bolsillo y extrajo su teléfono móvil. Los inhibidores de frecuencia no estaban activados en ese momento. Lo sabía porque él los controlaba. Buscó el número de la única persona que lo podría ayudar en aquellos instantes. Marcó.</div>
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<br /></div>
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<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Iré enseguida, déme unos minutos.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Paolo presionó la parte en rojo de su pantalla táctil para colgar el teléfono. Lo dejó encima de la mesa y pasó su pulgar e índice sobre su tabique nasal, haciendo un movimiento de deslizamiento hacia los pómulos. Respiraba profundo. Había algo en él que le decía que arrojar el móvil contra la pared no era la mejor opción, sobre todo teniendo en cuenta la sucesión de llamadas que estaba recibiendo ese día.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Echó la cabeza para atrás en un último intento de relajación. No duró demasiado. Dio un salto de su asiento, agarró el móvil, intacto, gracias a Dios y lo introdujo en su bolsillo. Cogió la chaqueta y se la enfundó.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ahora tocaba ir al Vaticano. Ya sabía quién era la víctima de la foto que no estaba identificada.</div>
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<br /></div>
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Alloa se colocó las gafas de sol nada más salir del aeropuerto Charles de Gaulle. No tardó en localizar un taxi disponible, a pesar de la ingente cantidad de personas que requerían de ese servicio en aquel momento. Dio la dirección, escrita en un papel que llevaba por duplicado en el bolsillo, al taxista. Éste, sin mediar palabra, comprendiendo que no era de franco parlante, lo llevó hasta su destino. Pagó el excesivo precio de la carrera a sabiendas que el cuerpo de los Carabinieri se lo acabaría devolviendo —si no, hubiera tenido una acalorada discusión con el taxista por intento de estafa— y entró en el edificio.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Había anotado, gracias a una subinspectora que dominaba el francés, en un papel una frase para poder localizar directamente a la tal Chrystelle. No dudó en entregarlo a la primera policía que encontró.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ésta comprendió de inmediato la barrera del idioma y, sin más, lo acompañó hasta el despacho de Moreau.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Nada más obtener el permiso para entrar en él tras un suave golpe de nudillos por parte de la agente, el inspector se levantó de su asiento y fue a recibir a Alloa.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿<i>Parle-t-il français</i>?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa negó con la cabeza.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿<i>English</i>?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Volvió a negar.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—¿Español?</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Sí, aunque no demasiado bien —contestó aliviado Alloa al eliminar la barrera del idioma.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Ahora adoraba a su madre por las clases de castellano que había recibido durante siete interminables años. En su momento la odiaba, pero ya comenzó a agradecerlo el día que entraron en escena Nicolás y Carolina.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Soy el inspector jefe Pascal Moreau, bienvenido a nuestra ciudad, aunque sea en estas circunstancias —dijo a la vez que le tendía la mano.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Encantado. Inspector Alloa. Yo también lo siento, pero precisamente he venido para echarles un mano y tratar de suavizarlo todo.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Moreau sonrió con sinceridad. Rara vez lo hacía, pero la decisión con la que daba la mano ese joven inspector le transmitió seguridad y aplomo. Algo muy valorado por él y que, por desgracia, escaseaba en sus filas.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
—Tome asiento, por favor.</div>
<div class="p5" style="text-align: justify;">
Alloa obedeció y se sentó frente a la imponente mesa de despacho de Moreau.</div>
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—Disculpe un segundo —comentó a la vez que agarraba el auricular y comenzaba a teclear algo que parecía ser una extensión—. <i>Avertissez l'agent Tenard</i> —dijo a su interlocutor—. He avisado a la agente Tenard para que venga, está colaborando con la investigación.</div>
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—¿Una agente? —Comentó Alloa sorprendido.</div>
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—Sí. Sé que suena raro, pero la agente se está preparando para el examen para inspector. Pero no es eso por lo que lo hago. Tiene una intuición fuera de lo normal, algo de lo que carecen muchos de los que trabajan aquí. Por favor, le pido que no le diga que yo le he dicho esto. Ahora me tiene, ¿cómo se dice? En sus manos.</div>
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Alloa sonrió ante la afirmación del inspector. Le gustaba el carácter de ese hombre. Sólo había que echarle un vistazo para comprobar que su peso en la comisaría, probablemente, sería mayor que el del propio comisario o director general. Su rostro delataba una experiencia conseguida tras el paso de los años y del pateo de calles. Tenía un carácter propio de alguien que sólo se mostraba amable con personas con las que no tenía que tratar a diario, al menos eso le decía su última petición. Tenía que guardar su reputación de duro, sin duda. Estaba seguro que no se equivocaba en sus pesquisas.</div>
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De pronto, la puerta sonó. Sin esperar a que Moreau autorizara su entrada, la agente Chrystelle Tenard entró en el despacho.</div>
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—Bienvenida, agente. Éste es el inspector Alloa, de los Carabinieri de Roma. Nos comunicaremos con él en castellano. Necesito que le haga un resumen de la situación.</div>
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La agente asintió antes de comenzar a hablar.</div>
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—Encantada, inspector.</div>
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—Lo mismo digo.</div>
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—Verá, hasta ahora lo que tenemos es esto —dejó encima de la mesa una carpeta de la que Alloa no se había percatado que llevara al entrar en el despacho y agarró el primer papel—. Como ya sabrá, tenemos dos muertos. Ambos han fallecido quemados vivos. La hipótesis de que ha sido provocado por una tercera persona cobra fuerz…</div>
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—Ya le digo que ha sido una tercera persona —cortó de raíz a la agente—, de eso no tengo duda. Sus identidades así me lo confirman.</div>
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—Bien —prosiguió la agente sin dar mayor importancia a la interrupción—, hemos comprobado gracias a ellas que ustedes andaban tras su pista. De ahí, además del mensaje dirigido hacia su compañero, que nos hayamos puesto en contacto con ustedes.</div>
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—¿Pueden confirmar que sean ellos de verdad?</div>
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—No, hemos mandado muestras de ADN para analizarlas, aquí no disponemos de la tecnología. Hemos localizado un hermano de cada uno de ellos y usaremos su ADN como referencia. Tardará, con suerte, unos tres días. Todo lo que tenemos es esto —extrajo un nuevo papel y se lo ofreció a Alloa—. Es una fotocopia de los documentos que portaban dentro de la bolsa ignífuga.</div>
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Alloa tomó el papel y lo comprobó. En efecto, eran ellos, al menos sobre el papel.</div>
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—Ansel Riudken y Francisco García —a su recuerdo vino el relato contado por Paolo de cómo habían orquestado todo el engaño y habían estado tras la sombra mientras el asesino de sacerdotes hacía el trabajo por ellos—. Por lo que sé —comentó—, escaparon de Escocia tras el intento de detención que hizo mi jefe. No se sabe cómo salieron del país ni cuando. Pero al parecer no era de extrañar porque habían engañado a todos y a todo durante muchos años. Creo que sí son ellos. En Roma nos ha pasado algo parecido. No ha habido fuego ni nada parecido de por medio, pero se han cargado a alguien que también estuvo involucrado en la investigación. Estoy seguro que sus identidades son verdaderas. Lo que no entiendo es qué está pasando.</div>
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—¿Piensa que lo que ha ocurrido hoy en París y Roma ha sido obra de un mismo hombre? Eso es imposible.</div>
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—No lo es tanto. ¿A qué hora han ocurrido estos hechos?</div>
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—El testigo nos ha indicado que ha sido a las diez y cuarenta y siete.</div>
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—El hecho de Roma ha sido a las seis y dieciocho. Teniéndolo todo preparado, ha podido coger un vuelo inmediato. Se tardan dos horas exactas en llegar, por lo que le puede haber dado tiempo a perpetrar esta salvajada.</div>
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—No es algo descabellado, no —intervino Moreau—. Pediré una lista completa de pasajeros de todos los vuelos que hayan llegado esta mañana.</div>
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—Es una buena idea, pero si es el mismo que sembró el terror hace dos semanas en Roma, no habrá utilizado su nombre. Tampoco sabemos si ha utilizado un vuelo privado. Esta gentuza maneja mucho dinero, no podemos saber. Igualmente, pídalo, por si acaso.</div>
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—Está bien —volvió a hablar Moreau—. Ahora toca saber por qué ha actuado aquí, por qué delante de Notre Damme. Me encantaría que nos echara una mano en la investigación, dado su conocimiento en el caso.</div>
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—Cuente conmigo, no creo que el inspector Salvano ponga ninguna traba en ello.</div>
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—Perfecto. Quiero que cuente con la ayuda de la subinspectora Tenard.</div>
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Chrystelle lo miró muy sorprendida, ¿había dicho subinspectora?</div>
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—No me mire así. No pretenderá investigar con su rango. He propuesto su ascenso y ha sido aprobado de inmediato. Aun así, quiero que haga el examen como se había propuesto para el puesto de inspectora. No se tome esto como un atajo.</div>
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Chrystelle quiso agradecérselo, pero conocía a su padre y aquello podía ser más bien un error. También podría tomarse como un halago que se hubiera aprobado tan rápido su ascenso, pero sabía que una petición de su padre al comisario se podía interpretar más bien como una orden por su parte. Intentó ser positiva y pensó que si su padre, una de las personas más exigente que había conocido jamás quería que ella ocupara ese puesto, por algo tenía que ser. Se lo había ganado.</div>
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—Tengan toda la comisaría a su entera disposición. He mandado acondicionar un despacho que no se usaba para que trabajen en él. No sé si ya tienen un equipo informático o no, pero no tardarán en tenerlo de no ser así. Inspector, una vez más le doy las gracias por su colaboración, espero que den con algo pronto y pueda regresar a su país en breve. Como supongo que habrá venido un poco a ciegas y no veo maletas por ninguna parte, si quiere, yo me encargo de buscarle una estancia cercana a comisaría. Nosotros correremos con los gastos. También con los del traslado de alguna maleta con ropa si así lo deseara. Pídame lo que necesite en todo momento. Es lo menos que puedo hacer.</div>
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—Muchas gracias, inspector Moreau. Le prometo que algo averiguaremos.</div>
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Los tres se levantaron de sus asientos. La reunión había finalizado.</div>
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Tras estrecharse de nuevo la mano, Chrystelle y Alloa se dispusieron a salir por la puerta.</div>
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—Subisnpectora —dijo Moreau antes de que salieran.</div>
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—¿Sí? —Preguntó nada más girarse.</div>
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—Quítese el uniforme ya. Vista con ropa de calle. Espero no volver a verla jamás con él. De usted depende.</div>
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Chrystelle se giró para que su padre no viera la sonrisa que sus labios dibujaban. No pensaba fallar, pero no por él, sino por ella misma.</div>
Blas Ruiz Grauhttp://www.blogger.com/profile/12716500169569836464noreply@blogger.com4