sábado, 11 de junio de 2016

Finalistas concurso Superhéroes.

A las buenas, mis queridos lectores.

Os traigo a los finalistas que optarán por una edición firmada de "Escuadrón Gamma". A partir de ahora, sois vosotros los que decidís.
Es muy sencillo, leed los cuatro relatos, después de eso entráis en mi twitter (@BlasRGEscritor) y votáis en la encuesta que hay en mi tuit fijado por el que más os ha gustado. Lunes miraré el cómputo y habrá ganador según la encuesta. Sencillo, ¿no?
Pues aquí os los dejo. Los finalistas son:
-Alba Sánchez.
-Pilar Gómez Cortés.
-Kino Kun
-Ismael Miralles.


Y aquí os dejo los relatos. Estarán en orden en este mismo post, para que los tengáis a mano. DISFRUTAD y VOTAD.


Alba Sánchez:

Superhéroes anónimos

La vida son momentos. La vida es todo lo que quepa en un recuerdo, y nosotros, los retales de fotografías de época. Y, ¿cuánto dura un momento? Cuántos momentos caben en una vida, y cuántas vidas somos capaces de vivir en un momento. Hay ocasiones en las que creemos vivir una vida, y sin embargo estamos reviviendo a las de nuestro alrededor; lo que, indirectamente nos convierte en ¿superhéroes?

Lunes. 8:00 de la mañana. El autobús que sale del Reina Sofía nunca es puntual. Le gusta retar a los relojes de las caras cansadas, que se resguardan del frío bajo la marquesina. Y aquella mañana, hacía un viento horrible. Por eso Alex decidió ser uno más bajo aquel techo de cristal, aunque le supusiera llegar 10 minutos tarde a la oficina.

Se había sentado en la primera fila tras el espacio reservado para minusválidos. Le gustaba ese asiento, porque podía mirar de forma descarada a quien llegara, y no tener que sentirse culpable por ello. Tenía el poder. Y de esa forma, como si fuera a ser la última vez que sus ojos le regalaban el lujo de observar tal belleza, la vio retirarse el mechón de pelo de la cara; mientras guardaba el abono mensual de transportes en el bolso. Ella se percató.

Le atacaron los nervios al estómago en cuanto su cerebro contempló la idea de acercarse a ella. De conocerla. De saber si va triste o contenta a donde sea que la lleve aquel autobús de Madrid. Julia sintió un respingo en cuanto pensó en la posibilidad que él pudiera levantarse hacia donde ella esperaba. Y así se lo imaginó:

- Perdona, ¿te he pisado?

- No importa.

- Soy Carlos.

-Yo Julia.

- ¿A dónde vas? - se interesó él.

-Trabajo a las afueras. En la secretaría de una escuela de idiomas. ¿Y tú?

- Llevo la contabilidad de una agencia de publicidad.

- Vaya…, ¡qué interesante!

- ¿Te apetece que nos tomemos unas cervezas esta noche? - él sonrió de lado. Y ella le imitó.

- ¡Claro! Apunta mi número.

El conductor frenó bruscamente. Ella volvió a la realidad y él se dio cuenta de que era su parada. Se levantó y la miró; como si se despidieran. De camino a la oficina, recreó la conversación que habían mantenido, según su imaginación, hacia solo un par de minutos:

- Perdona, ¿tienes hora?

- Sí, son las 8:15.

- Vaya, llego tarde… -la mira de reojo- Soy Alex.

- Yo María, encantada. ¿Vas muy lejos?

- No…, trabajo en un bufete de abogados cerca de Plaza Elíptica, ¿tú?

- En una agencia de fotografía –vuelve a retirarse un mechón de pelo de la cara- ¿Quieres que nos tomemos algo esta noche?

- Iba a proponerte lo mismo- se intercambiaron tarjetas como quien cruza una mirada. Fácil, sin remordimientos. Sin esperas ni tradiciones amorosas.

Y eso es lo que duró un momento para ellos. Cinco canciones de Andrés Suárez y seis paradas del E1. Habían vivido una vida de sensaciones en un momento. Ella sintió que aquella mañana le sonreía. Él había sido su superhéroe, y ni siquiera lo sabía.

Por todas esas personas que, sin darse cuenta, se convierten en los únicos salvadores de tu mundo. Con una mirada o una sonrisa gratuita. Sin poderes y bajo el anonimato de un guiño de esperanza.

Pilar Gómez Cortés:

SÚPER HÉROES EN EL RECREO 

- Tú no puedes jugar. - Le dijo Rubén, con los brazos cruzados, a Paula. 

Ella permaneció de pie frente a él, postura defensiva también. Se quitó un mechón de pelo de la cara y levantó la barbilla. 

- Claro que puedo. 

- No -, reafirmó Rubén. - Eres una chica. Las chicas no pueden ser súper héroes. 

- Pues claro que pueden. - Ahora fue Paula quien cruzó los brazos. - Las chicas podemos ser lo que queramos. 

Detrás de ellos se había formado un grupito de niños y niñas de su edad. Estaban disfrutando del recreo del colegio. Detrás de Rubén había otros tres niños, dos de ellos se evidenciaban a favor de no dejar jugar a Paula. El tercero, Thiago, no lo tenía tan claro. 

- Sí que puede ser súper héroe, Rubén. Déjala jugar. 

Rubén pareció pensárselo. 

- Está bien. Serás la chica a la que hay que rescatar. 

Cogió del brazo a Paula, para llevársela al otro lado del patio, pero la niña se resistió. 

- ¡No! ¡Yo también quiero ser súper héroe! 

- ¡No puedes, eres una chica! ¡Las chicas no pueden ser súper héroes! 

Paula frunció los labios y pegó una patada en el suelo, frustrada. Todos los niños y niñas que estaban en el patio, ya fuera atentos a la pelea o sin haberse percatado de ella, gritaron a la vez. La patada de Paula había provocado un terremoto que había movido hasta el tobogán. 

- He dicho que sí puedo - habló la niña con los dientes apretados, y con un movimiento de manos, pareció acumular algo invisible que enseguida soltó contra el pecho de Rubén. 

El niño cayó hacia atrás empujado por fuerzas que no podía ver, con la sorpresa aún pintada en la cara. En cuestión de dos segundos cambió la expresión por completo, sonrió de medio lado, y se levantó. Sacudió su camiseta, ahí donde parecía haberse golpeado, y se acercó caminando despacio hasta donde esperaba Paula. 

- Escuadrón de la muerte - dijo, inclinando la cabeza hacia sus amigos - ¡En guardia! 

Dos de los tres niños que estaban detrás de Rubén se colocaron a ambos lados de él. Pero Thiago no se movió. Rubén le miró directamente. 

- ¿Qué haces? 

Thiago miró al cielo, parecía meditar. 

- Tu bando no me gusta. - dijo -. Me voy con ella. 

Y, de forma tranquila, se pasó junto a Paula. Junto a ella ya se había posicionado Candela, en actitud defensiva, y Yasmin, algo más atrás, pero con la cabeza alzada altivamente. 

- ¡Liga de la justicia! - gritó Paula - ¡Nos atacan los malos! 

- No se dice malos. Se dice villanos - Corrigió Candela. 

Paula se encogió de hombros y puso los puños en modo defensa. Todos los niños y niñas que había preparados para luchar gritaron a la vez y se atacaron entre ellos. 

- ¡Toma! Mi súper flecha envenenada te ha dado en la pierna - gritó Rubén. 

- Mi escudo de fuerza mega invisible lo ha parado, súper malo. ¡Toma mi mega rayo flúor rompe dientes! - contraatacó Paula. 

- ¡Flus! ¡Flus! ¡Flus! El súper spray anti villanos que mata arañas, cucarachas y moscones. ¡Estás muerto, súper villano! - Candela se había ensañado con David, que estaba en el suelo inmovilizado por la niña. 

- ¡Yasmin! ¡Te he dado con el súper rayo mega malo que hace mucho daño! Te tienes que caer al suelo… 

Los demás habían dejado de atender sus juegos, llamados por los colores y sonidos que se escapaban de la lucha. En algún momento incluso tuvieron que esquivar rayos perdidos, que posiblemente les habrían quemado los zapatos. 

Rubén perseguía a Paula, que se había encaramado a la valla, gritando que estaba en su refugio mega secreto y allí no podía verla. 

Yasmin se había recuperado del rayo mega malo, y ahora perseguía, pala en mano, a David, ayudada por Thiago, que se había quedado sin contrincante al haber huído acobardado. 

Candela había cambiado a David por Aarón, y le tenía en el suelo, inmovilizado y haciéndole cosquillas. 

Las demás niñas y niños jaleaban, no se sabía bien si a favor o en contra. 

De repente un trueno atravesó el cielo y llovieron gotitas de realidad que fue dibujando, de nuevo, su patio de recreo. Todos levantaron la cabeza a tiempo de ver a su profesora, Elena, dando palmadas y llamando al orden. 

- ¡Vamos, chicas, chicos, a clase! 

Paula miró a Rubén, en lo que fue un intento de levantar una ceja, pero que a sus cinco años se quedó bastante pobre. Bajó corriendo de la seguridad de la valla, y se puso junto a Elena. 

- Profe…- Le dijo, llamándole la atención - ¿A que las niñas también podemos ser súper héroes? 

Elena frenó su caminar y se agachó un poco para mirar a la cara a Paula. 

- ¿Qué dices, cariño? 

- ¿A que las niñas también podemos ser súper héroes? 

Elena sonrió. 

- Bueeeno… Súper héroes no - hizo una pausa dramática que dejó en suspenso el corazoncito de Paula -. Nosotras somos súper heroínas, y claro que podemos serlo. - Se levantó y cogió de la mano a la niña -. De hecho, hay muchas súper heroínas. 

- ¿En la tele? 

- En la tele, en los cómics, en los libros… Y hasta en la vida real. -Volvió a mirar a Paula y sonrió. - Aunque las de la vida real no tienen súper poderes. 

Paula se giró, miró a Rubén que iba detrás suyo, y le sacó la lengua. Volvió la vista al frente, alzó la barbilla, orgullosa, y entró en clase junto a su súper heroína favorita.

Kino Kun:

"¿Qué es un superhéroe?" 

“¿Qué es un superhéroe?” Un chico desde lo alto de un edificio tiene la vista perdida en el horizonte de hormigón y cielo. La pregunta resuena con fuerza en su cabeza. El sol se pone entre los edificios, el viento acaricia su cara y agita su pelo. Su respiración es tranquila y el tiempo pasa despacio, pero “¿qué es un superhéroe?”. Un superhéroe es el que va más allá, el que es capaz de llegar donde la mayoría no puede. Tal vez no pueda llegar a la luna, pero puede dar un paso que el resto de la humanidad no. ¿Pudiera ser que tal vez él…? Un superhéroe lucha contra el villano y la adversidad. Y vence. No… entonces él no puede ser un superhéroe, no está luchando, se está rindiendo… Cierra fuerte sus ojos y una solitaria lágrima resbala por su mejilla derecha. Se agarra con fuerza a la barandilla de la azotea. Sus pies besan el abismo, sus manos tocan el cielo. “¿Qué es un superhéroe?” la pregunta se clava en su sien como mil agujas candentes, penetran en sus adentros y retuercen su alma. Quiere ser un superhéroe, pero teme convertirse en villano. Traga saliva. Un superhéroe cae, pero se levanta y planta cara de nuevo. Aprieta sus dientes y repite para sus adentros: un superhéroe cae, pero se levanta y planta cara de nuevo. Abre los ojos, los abre dos veces mientras en su interior despierta ira por rendirse, casi rendirse. Respira hondo y el latido de su corazón se desata, está vivo. Salta la barandilla, el vacío a sus pies ya no es el camino, ahora el cielo es el techo a romper. Echa a andar, camina ligero, corre y mientras lo hace una capa invisible se agita a su espalda. Un superhéroe cae, pero se levanta y planta cara de nuevo.

Ismael Miralles:

No podía dormir. No después de lo que había pasado aquella fatídica noche. El sentimiento de culpabilidad oprimía su pecho, asfixiándolo. Es curioso cómo piensan los héroes. Intentan salvar a todo el mundo pero, a veces no son capaces de salvarse a sí mismos. No consiguen borrar los perturbadores pensamientos que con frecuencia les vienen a visitar en mitad de la noche. El asesinato de aquel buen hombre que no pudieron evitar, el niño al que no pudieron rescatar de aquel incendio... Ese cúmulo de situaciones insalvables dejan una huella. Una que no se va. Una que está ahí cada vez que se miran al espejo, cada vez que regresan a la soledad de sus hogares. Un ápice de frustración y rabia que surge irremediablemente de lo más profundo del alma y que atormentan al héroe con una interminable sucesión de preguntas que nunca tendrán respuesta. Hacía unas horas que había vivido otra de esas situaciones. Esta, sin embargo, era diferente a las anteriores. 

Con las lágrimas cayendo por sus mejillas, miró el despertador. Las 00:41 am. Había perdido la noción del tiempo de tal forma, que si le hubieran preguntado, habría jurado que había llegado a casa hace 3 horas. Pero no era así. No llevaba ni 30 minutos allí dentro. Repasó los hechos una vez más. 

... 

Hacia las diez de la noche, cuando la oscuridad lo acompañaba, se había enfundado su traje y había subido a su vehículo con dirección al barrio más peligroso de la ciudad. Ese lugar al que nadie quiere ir, donde es más fácil entrar que salir y donde al salir, es más probable que lo hagas con los pies por delante. 

Apenas había gente en la calle, por lo que el coche consiguió pasar desapercibido. Más que de costumbre. Los bloques de edificios parecían no quedar atrás, pues todos eran iguales. Estructuras de ladrillo rojo, rodeadas de basura donde no había lugar para un solo grafiti más. Se aseguró de que nadie lo veía, penetró en el oscuro callejón dando marcha atrás (para poder salir rápidamente en caso de que fuera necesario), y una vez quedó bajo el negro manto de la sombra, apagó el motor y esperó. 

La espera no fue muy larga. Cuando iba a un lugar así nunca lo era. Al final, todo es una cuestión de estadística, solo que aquí no se trataba de los puntos que metía tal jugador o de las asistencias que daba por partido. Se trataba de algo más. De vidas humanas en peligro, de justicia, de principios... 

Había percibido los gritos de una mujer. Provenían de un lugar cercano y podía intuirse que se trataba de una mujer joven. En realidad, no habría necesitado escuchar el timbre de su voz para saber eso. Una violación era el pan de cada día en aquel lugar. Rara era la semana en que no se producían más de dos violaciones en los suburbios. Al final todo es una cuestión de estadística... 

El llanto daba paso al grito, el grito daba paso al llanto, y luego nada. Nuestro héroe sabía lo que eso significaba. La víctima había aceptado su destino, había comprendido que no tenía nada que hacer e intentaba escapar emocionalmente de allí. Aquello no estaba pasando, pensaba. 

Desde la distancia, observó como aquel repugnante hombre deslizaba su mano derecha por debajo del cuello de la pobre chica. Imaginó que aquello se debía a que el agresor blandía en dicha mano, una navaja. Era lo habitual. La escena tenía lugar en un parque, justo debajo de una farola que el ayuntamiento había decidido apagar para reducir los gastos de luz. 


Debía proceder con extrema cautela. Un paso en falso podía tener circunstancias terribles. Conforme se acercaba al sujeto por la espalda, más oía los jadeos del hijo de puta. En un momento dado dejó de oírlos, pues los latidos de su propio corazón los sustituyeron, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, con un rápido gesto, sujetó el brazo derecho del tipo y lo separó del cuello de la mujer. Al mismo tiempo, su codo izquierdo impactó fuertemente contra su cabeza. El impacto dejó al hombre inconsciente boca abajo en el suelo. La pobre chica lloraba y temblaba tanto que también cayó. 

Agarró al hijo de puta y lo volteó poniéndolo boca arriba. Acercó su rostro al suyo y en él no solo vio al violador que era, también vio al asesino de aquel buen hombre, al pirómano que provocó el incendio donde murió aquel niño, a todos los criminales a los que había frenado. Lo que vio fue maldad. La maldad en sus ojos. En ese momento, una fuerza irresistible y una ira sin parangón penetraron en él. Comenzó a golpear con todas sus fuerzas el rostro del tipo. No sabría decir cuantas veces lo golpeó, pero lo que sí sabía es que en algún momento, tal vez al golpearle con el codo, tal vez al primer puñetazo, o tal vez con el último, aquel hombre había muerto. 

Se levantó y se alejó del parque caminando lentamente y sin decir nada. Regresó al vehículo y condujo hasta casa. 

... 

Lloraba como un niño. Desconsolado. Sabía lo que tenía que hacer. A la mañana siguiente iría a comisaria. Devolvería el arma y la placa y lo confesaría todo. Había sido un héroe durante más de 20 años cada día de su vida. Una trayectoria admirable e intachable que ya nadie recordaría. Solo se recordaría aquel episodio. El día en que el héroe vivió lo suficiente como para verse convertido en un villano.

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